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lunes, 29 de agosto de 2022

La expansión del trabajo “atípico”: Un síntoma de la negación del valor trabajo

 


Tania Aillon Gómez        

 


Los organismos internacionales como la OIT (Organización Internacional del Trabajo), con la oleada de precarización del trabajo en las últimas décadas, pusieron en boga  los términos de trabajo “típico y “atípico” o trabajo “clásico” y “no clásico”, para distinguir al trabajo temporal o parcial de aquel con estabilidad y protección laboral(trabajo “típico”), dando a entender que lo “típico “del capitalismo seria el empleo estable con protección social, una apreciación sobre la que consideramos vale la pena detenerse, por las  connotaciones ideológicas que parece contener.  Este artículo no pretende ser exhaustivo en esta reflexión, sin embargo, busca cuestionar los alcances explicativos de estos términos, para comprender la dinámica del empleo y del trabajo en el capitalismo contemporáneo, con el fin de rescatar una vocación crítica y reflexiva de conceptos que han tomado carta de ciudadanía en el mundo académico, sobre todo en América Latina.

 1. ¿ES EL TRABAJO “ATÍPICO” REALMENTE ATÍPICO EN EL CAPITALISMO?

 Concebir como algo “atípico” el trabajo temporal en el capitalismo, es no tener en cuenta uno de sus rasgos constitutivos fundamentales, la conversión de la fuerza de trabajo en mercancía[i]. Al respecto, un manantial de trabajos en las ciencias sociales, se dicaron a describir y analizar el drama humano que dio luz al capitalismo:  la separación del productor directo de sus medios de producción (acumulación originaria de capital)[ii].  Una etapa en la que las ciencias sociales nacen como Economía Política preguntándose ¿De dónde provienen los pobres?[iii].



Polany (2007)[iv] propone como respuesta:  que la agravación del pauperismo y el aumento de sus tasas, respondería al crecimiento de lo que hoy denominaríamos el paro invisible, en una época en la que el propio empleo era por regla general invisible, con el predomino de la industria a domicilio. Convertida la fuerza de trabajo en mercancía, según Polany, el paro y el desempleo son resultado de las fluctuaciones del comercio de manufacturas. Se trata del proceso de subsunción de las posibilidades de reproducción de la fuerza de trabajo a la dinámica de los ciclos expansivos o contractivos de la economía capitalista, un proceso que, según el mismo autor, se caracteriza, en la época, porque en las fases de auge del comercio de manufacturas la elevación del empleo era aún lenta, mientras que en la fase recesiva, el aumento del paro y del subempleo es más rápido. Una dinámica que dicho autor asocia de forma acertada, con la formación de lo que el materialismo histórico denomina ejército industrial de reserva, el que parece haber tenido un peso mucho más considerable que la creación del ejército industrial propiamente dicho[v].

Las marcadas fluctuaciones del comercio estuvieron asociadas a una desorganización de los oficios, tanto en los pueblos como en las ciudades, la que devino en el rápido aumento del desempleo; un proceso de desarraigo acumulativo de la población del campo, que, atraída por el empleo industrial y comercial, en la posterior fase recesiva,  quedaba a la deriva, sin su hábitat rural de origen.  Un proceso acelerado por el cierre de las tierras comunales, las enclosures, las concentraciones de tierras; la guerra contra los cottages, la absorción de los huertos y tierras colindantes. La confiscación del terreno de uso de las tierras comunales, privó a la industria a domicilio de sus dos principales pilares: las ganancias familiares y el soporte agrícola.  A medida que avanzó la racionalización capitalista del agro en países como Inglaterra, se imposibilitó el acceso directo de los trabajadores desempleados, con lacerantes consecuencias sobre su seguridad social.

 A medida que la revolución industrial y agrícola avanzaban, los efectos de la nueva plaga, la fluctuación del empleo en la industria hacia verla como un espacio laboral sin futuro. Polany (2007)  recuerda,  cómo David Davies resaltaba la fluctuación de los trabajadores en la industria en estos términos:  “Los obreros que hoy tienen pleno empleo pueden encontrarse mañana en la calle mendigando su pan...”, “La incertidumbre de la situación de los trabajadores es el resultado más perverso de estas innovaciones”, “Cuando una ciudad que tiene una manufactura se ve privada de ella, sus habitantes sufren, por decirlo así, una parálisis, y se convierten instantáneamente en una clientela para los socorros parroquiales. Pero el mal no muere con esta generación...”[vi]. De ahí también, como remarca Polany (2007), que el espectro de la superpoblación comenzara a preocupar a autores como William Townsend en 1786: “Si exceptuamos la especulación, resulta un hecho comprobado en Inglaterra que disponemos de más almas de las que podemos alimentar y de muchas más de las que podríamos emplear útilmente en el actual sistema jurídico”[vii].

La relación intermitente, fluctuante y condicional del trabajador con su puesto de trabajo que caracteriza al trabajo asalariado en el capitalismo[viii] muestra nefastas consecuencias desde sus orígenes, a medida que se produce el cambio de relaciones sociales no mediadas por el mercado, a otras relaciones, dentro de las cuales, el individuo para reproducirse está obligado a convertir su fuerza de trabajo en mercancía; en un mercado en el que la seguridad de ser ocupado por un empleador no depende de las necesidades del trabajador, sino de una dinámica “externa” movida por   los requerimientos de una economía que gravita entre fases de auge y de recesión, en un ambiente de competencia permanente(con miras a la obtención de la ganancia media); dentro del cual, los capitalistas se ven impelidos a innovaciones tecnológicas permanentes, que elevan la composición orgánica de sus  capitales; un  proceso que expulsa de forma relativa, más fuerza de trabajo de la que  atrae[ix].   

Esta relación intermitente entre trabajador y puesto de trabajo, que como se ve, caracteriza al capitalismo desde sus orígenes, es la puerta por la que se filtran todas las notas que los organismos internacionales como la OIT o importante contingente de académicos dedicados a investigar el mundo del trabajo, denotan con el termino de trabajo “atípico” (temporal-intermitente, a tiempo parcial, sin beneficios sociales, etc.).  Un término que dice que lo típico del capitalismo es la estabilidad laboral, con seguridad social, etc. y que la crecida precariedad del empleo y el trabajo  en el capitalismo contemporáneo no sería “típica” del capitalismo; se trata de un quid pro quo, que pone la silla al revés, que desde una visión  normativista, naturaliza una etapa del desarrollo capitalista (en la que en los países centrales predominó el Estado del bienestar) caracterizado por políticas públicas  que  neutralizaron, en alguna medida,  la intermitencia de los trabajadores en sus puestos de trabajo)[x], convirtiéndola en inherente al capitalismo.

 Se trató de una etapa en la historia del capitalismo a la que autores como Castel (2009)[xi], de clara inspiración normativista quieren reeditar, cuando platean que, ante la precarización laboral generalizada, que deja excluida, a gran parte de la población de la relación central de socialización, que es el trabajo asalariado (vehículo concreto de  derechos, deberes sociales,  responsabilidades, reconocimiento sujeciones y coacciones), y el riesgo que corre la cohesión social, se debe   retornar al” Estado social” como garante y promotor de la “condición salarial”.

Desde nuestra perspectiva, que va más allá de la norma, consideramos que es necesario explicar la reproducción de esta forma de trabajo a la que se denomina “atípica”, como parte inherente a la dinámica capitalista de acumulación (desde que la fuerza de trabajo es mercancía).  Para esto, será necesario retomar la concepción de Marx acerca de la sobrepoblación relativa.

 2. TRABAJO “ATÍPICO” Y SOBREPOBLACIÓN RELATIVA

Marx (2008)[xii] precisaba que la sobrepoblación relativa existe en todos los matices posibles y que todo obrero la integra durante el período en que está semi ocupado o desocupado y asume tres formas básicas: la fluctuante, la latente y la estancada. En la era de la digitalización y flexibilización de los procesos de trabajo, son dos las formas que sobresalen:  la fluctuante y la estancada. Aquí nos centraremos en la primera, por su relación directa con el llamado trabajo “atípico”.


La automatización que se profundiza con la digitalización de los procesos de trabajo exige la polifuncionalidad de los trabajadores, una exigencia que dentro del capitalismo deviene en flexibilidad laboral, para dar curso a una flexibilidad funcional de la fuerza de trabajo. Es una adecuación de los mercados de trabajo a los requerimientos del capital, que intensifica la fluctuación de la fuerza de trabajo con recursos de gestión como la subcontratación, la tercerización, los “trabajadores independientes”, etc.), formas de organización del trabajo  que se fueron consolidando como legales, con miras a bajar los costos laborales, mediante la evasión de beneficios sociales, pero también, como formas de organización del trabajo que facilitan el control  de los trabajadores, a través de su inestabilidad laboral y su intermitencia entre la ocupación, la desocupación y la subocupación[xiii].

 Así se amplía el contingente de trabajadores fluctuantes[xiv], fluctuantes porque transitan, de manera más o menos permanente, entre la ocupación, la desocupación y la subocupación; es una fluctuación que en nuestra era se generaliza de forma notoria a medida que aumenta la composición orgánica del capital, con la automatización de los procesos productivos y a medida que se afianza la flexibilización laboral. Desde nuestra perspectiva, el trabajo” atípico” no es más que el denominativo ideológico a una forma de existencia de esta sobrepoblación relativa, que muestra cómo el empleo y el trabajo se adecuan a los vaivenes de la demanda capitalista de fuerza de trabaja, vaivenes que visibilizan el grado en que se han profundizado y diversificado las modalidades de existencia de una sobrepoblación fluctuante que sobrevive entre el empleo, el desempleo y el subempleo.

Un indicador de la dimensión de la sobrepoblación fluctuante es la proporción de empleo temporal y de tiempo parcial en diversos países del mundo, en relación al empleo dependiente total. De acuerdo de la OCDE (Organización Para la Cooperación y el Desarrollo Económico), para el año 2020, 27 países de la Unión Europea, en promedio, tienen una proporción del 13,6 % de empleo temporal, en relación al total del empleo dependiente(asalariados).  En Europa sobresale el caso de España, donde para 2020, el 24% del empleo dependiente era empleo temporal. La proporción más alta de empleo temporal, entre los países considerados por la OCDE, se encuentra en Chile, Corea y Colombia, donde el trabajo temporal supera el 25% de trabajo temporal, sobre el total del empleo dependiente[xv].

Este fenómeno causado por transformaciones estructurales del proceso de trabajo , desde el enfoque normativista, se  atribuye a “la ruptura de la relación salarial”, por lo que organismos como la OIT o autores como Castel, ven la solución a esta fluctuación considerada como “atípica” o “anómica”, en el retorno al trabajo normado y protegido por el Estado; un retorno que como nos muestran los últimos 30 años de historia del capitalismo, no se ha producido, pese a que corrió mucha tinta, relacionada con la condena  al neoliberalismo y la flexibilización laboral.   De esta manera, una sobrepoblación fluctuante, que de forma más o menos continua, oscila entre el empleo y el desempleo, no es “atípica” en el capitalismo, sino más bien, condición de su existencia a lo largo de su historia. En nuestros días, ya no se trata de un contingente de trabajadores fluctuantes[xvi]  atrapados entre las normas del antiguo régimen y el cambio en las relaciones sociales de producción (una sociedad de mercado que no termina de nacer), sino de trabajadores que componen el “ejército industrial de reserva”, reproducidos continuamente, por la propia dinámica del capitalismo en la era de la digitalización.

 3. SOBRE QUÉ HACER FRENTE A LA REDUCCIÓN DEL TIEMPO DE TRABAJO NECESARIO

 Vemos que la proliferación del trabajo “atípico” es el indicador de procesos más profundos por los que   a medida que se acrecienta la composición orgánica del capital, vía automatización de los procesos productivos, se aumenta la productividad el trabajo, proceso que va negando al trabajo su calidad de sustrato del valor producido, por lo que cada vez más, requerimos trabajar menos para producir lo mismo o más, esto niega tambien, al trabajo su calidad de mediador de la distribución de la riqueza social. De ahí que surjan propuestas y debates acerca de cómo, en una sociedad en la cual,  para tener un ingreso se debe trabajar con la mediacion del mercado, pueda accederse a este ingreso, sin dicha mediación, en un contexto de desplazamiento del trabajo humano por tecnologías de punta.

 Autores como André Gorz (2004)[xvii] han planteado   alternativas,  como el reparto más  equitativo  del trabajo socialmente necesario y de la riqueza socialmente producida,  que garantice  un ingreso suficiente, incondicional y universal, que provea una base material que garantice condiciones de autonomía suficiente para que los individuos dispongan de sus decisiones laborales, algo que se complementaría con una redistribución del trabajo que combine segmentos colectivos e individuales del tiempo de trabajo, bajo la forma de obligaciones que consideren momentos de articulación con el mercado, con momentos de actividad fuera del mismo. Dentro de este contexto, debería promoverse todo tipo de experiencias que deriven en nuevas sociabilidades, a través de alternativas de cooperación e intercambio del trabajo, divergentes de la forma de mercado, mediante la auto organización en la búsqueda de expansión de nuevas configuraciones de lazo sociales no mediados por el mercado[xviii].

Al considerar el carácter “irreversible” de la declinación de la demanda de trabajo humano en términos de mercado (destacando el ritmo más que alarmante de dicha tendencia), se plantea como tarea fundamental un ejercicio crítico, que cambie la noción mercantil del trabajo, con la disponibilidad de medios para la subsistencia: “no [hay que] pensar más [al trabajo] como aquello que tenemos o no tenemos, sino como aquello que hacemos. Hay que atreverse a tener la voluntad de apropiarse de nuevo del trabajo”[xix].   Según Gorz se trataría de una “liberación” de las ataduras del discurso social dominante, que genere la capacidad para pensar en nuevas formas de cooperación productiva, intercambio y solidaridad, que consolide sociabilidades alternativas a las relaciones de mercado, como plataforma para un cambio estructural[xx].

Desde otra perspectiva, pero en respuesta a la misma problemática, autores como Jerimy Rifkin (1996)[xxi], preocupados también, por la pérdida de cohesión social, plantean que  en aquellas sociedades que continúan enmarcando al trabajo en el mercado y el Estado, sin buscar alternativas, se volverá irremediable algún tipo de salida represiva, para el “disciplinamiento” de aquellos que ni el mercado requerirá ni el Estado podría absorber, por lo que se hará necesario generar un espacio social “más allá” del mercado y el Estado, un  tercer sector o la “Economía Social”, donde se incluiría a todas  las  actividades que en la actualidad realizan organizaciones sin fines de lucro, un espacio que se torna relevante  por  dos contenidos : el carácter solidario de las actividades que allá se realizan  y los efectos socialmente cohesionantes  y democráticos que de ello  provendría. Rifkin considera que estos aspectos podrían convertirse en el núcleo de “una visión alternativa al ethos utilitarista de la economía de mercado, un espacio que se convierta en un soporte “cultural” para la emergencia de una sociedad pos mercado, que se base en la realización personal a través de acción solidaria y la participación democrática orientada a las comunidades locales como, asimismo, a la construcción de una conciencia y solidaridad global.

 

CONSIDERACIONES FINALES

Como el trabajo “atípico” es el trabajo típico del capitalismo (porque la fuerza de trabajo es una mercancía), consideramos que nombrarlo como “atípico”, da la ilusión de que podría desaparecer si se empeña la suficiente voluntad institucional, para que, a través de una paulatina erradicación de la flexibilización laboral, con políticas públicas adecuadas, termine extinguiéndose. Pero la posibilidad de esta erradicación no aparece en el horizonte, habida cuenta que, en los últimos decenios, a través de distintas vías, más bien, las patronales buscaron legitimar y legalizar la flexibilidad laboral, no en vano, los organismos internacionales como la OIT o la CEPAL dedican sus estudios a la temática y proponen alternativas de políticas públicas que encaminen a la desaparición de lo que denominan trabajos “atípicos”.

Consideramos a estos esfuerzos, mínimamente limitados para resolver una problemática, que es solo un síntoma de procesos estructurales irreversibles, ante los cuales se puede asumir la alternativa propuesta por las corrientes normativistas, de corregir el trabajo “atípico “a través de normas, o más bien,  verlo   como una puerta de entrada a la negación del mercado del trabajo (del trabajo asalariado) en tanto mecanismo de distribución de la riqueza social producida; es decir, como indicador  de que el capitalismo por  el alto desarrollo de las fuerzas productivas (robotización, digitalización, etc. ) que él mismo produjo, en la búsqueda por mejorar sus condiciones de competencia, va negando en los hechos, sus propias condiciones de reproducción, porque al no poder   ofertar trabajo, para reproducir a sus explotados en condiciones medias de subsistencia, restringe sus propias condiciones de reproducción, no solo por el ensanchado problema social y político que provoca, sino porque se devora la cola, recortando la demanda en los mercados a los que destina su producción y enfrentando crisis de sobreproducción que aparecen como crisis financieras.

Si uno reflexiona sobre las  propuestas elaboradas por algunos autores a los que nos hemos referido, en la perspectiva de  gestionar este tiempo de trabajo que va quedando liberado (se esté o no de acuerdo con ellas); se  ve que muestran la toma de conciencia sobre cambios estructurales que no los disiparemos ya con medidas normativas, cambios que van en la dirección de negar al trabajo asalariado desde sus raíces, como relación social en la que se sustenta la producción de la riqueza y su distribución en el capitalismo. Es decir, se trata de una negación que no se produce en la dimensión normativa como nos plantea Castel (2009), sino que emerge como resultado del desarrollo de las contradicciones del capitalismo.

Avanzar en el sentido de esta negación, significa dejar de platearse al trabajo “típico” (estable con beneficios sociales) como la salida más probable al supuesto trabajo “atípico” (temporal, intermitente, sin beneficios sociales, etc.) y avanzar en el sentido de que los trabajadores participen de la riqueza social, a través de formas sociales que profundicen la negación de la relación salarial como mediadora de la producción y  distribución de la riqueza, lo que significa en última instancia, la negación a la sociedad basada en la propiedad privada, pero también, significa el aprovechamiento de todas las fuerzas productivas que el capitalismo nos ha legado, para liberarnos del trabajo limitado por la necesidad y dedicarnos a expandir nuestra capacidad creativa como individuos  humanos. 



[i] Karl. M. (2008). El capital, Tomo I, vol.3. Siglo XXI.

[ii] Ídem

[iii] Polany. K. (2007).  La gran transformación. Critica al liberalismo económico. Quipu Editorial. https://traficantes.net/sites/default/files/Polanyi,_Karl_-La_gran_transformacion.pdf

[iv] Ídem

[v] Ídem.

[vi] Davies, citado en Polany. K. (2007).  La gran transformación. Critica al liberalismo económico. Quipu Editorial. https://traficantes.net/sites/default/files/Polanyi,_Karl_-La_gran_transformacion.pdf, ver página 160.

[vii] Townsend, citado en Polany. K. (2007).  La gran transformación. Critica al liberalismo económico. Quipu Editorial. https://traficantes.net/sites/default/files/Polanyi,_Karl_-La_gran_transformacion.pdf, ver pagina 161.

[viii]Naville, P. (2016). Vers l’automatisme social?  Syllepse

[ix] Karl. M. (2008). El capital, Tomo I, vol.3. Siglo XXI.

[x] Castro. L. F. (2016). Obreros fluctuantes frente a la dominación patronal. Muela del Diablo y LLankaymanta.

[xi] Castel. R. (2009). La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado. Paidós.

[xii] Karl. M. (2008). El capital, Tomo I, vol.3. Siglo XXI.

[xiii] Castro. L. F. (2016). Obreros fluctuantes frente a la dominación patronal. Muela del Diablo y LLankaymanta.

[xiv] Ídem.

[xv] (OCDE, 2020)

[xvi] Castro. L. F. (2016). Obreros fluctuantes frente a la dominación patronal. Muela del Diablo y LLankaymanta.

[xvii] gorz

[xviii] Idem

[xix] idem

[xx] idem

[xxi] Rifkin, J. (1996). El fin del trabajo. Paidós

domingo, 3 de julio de 2022

Acerca del libro "Modos de desarrollo, procesos de trabajo y riesgos psicosociales" de Julio Neffa (Reseña)

 

Tania Aillón Gómez


Esta reseña se dedica al libro de Julio César Neffa: Modos de desarrollo, procesos de trabajo y riesgos psicosociales, publicado en noviembre de 2021 por el INAP. El libro se divide en dos partes; la primera está dedicada a identificar los rasgos generales del modo de producción capitalista y a un repaso histórico de las formas de organización y división técnica del trabajo en la historia del capitalismo, deteniéndose en dos momentos: el de la organización científica del trabajo (OCT) donde se hace referencia a los rasgos de la organización tayloriana del trabajo, para luego referirse al trabajo en la cadena fordista; por último, se pasa a nombrar al teletrabajo junto a las empresas de plataforma, como formas actuales de organización del trabajo. Una segunda parte se centra en la relación entre los cambios en la organización del trabajo y los riesgos laborales, aquí el autor desarrolla un repaso de la forma en que dicha relación fue abordada desde distintas instancias institucionales y corrientes teóricas, para concluir en una postura propia, basada en los resultados de investigaciones desarrolladas al respecto.

1. TÓPICOS RELEVANTES DE LA PRIMERA PARTE


Las distintas formas de organización del trabajo, son asociadas por el autor, a distintas formas de resistencia de los trabajadores, debido al deterioro de sus condiciones de trabajo, por el aumento de la fatiga y los riesgos en el trabajo a lo largo del siglo XIX. Estas luchas reivindicativas de los trabajadores habrían derivado, a inicios del siglo XX (1919), en la creación del OIT (Organización Internacional del Trabajo), la que generó conferencias anuales de reflexión en la búsqueda, por parte de los trabajadores, de reducción de la injusticia y desigualdades sociales. Es dentro de las inquietudes de esta organización, que el autor inscribe a los primeros estudios científicos acerca de la toxicología y la medicina en el trabajo y la certificación de la existencia de enfermedades profesionales (sus causas), para promover la adopción de normas. Estos estudios derivaron, también, en la identificación de los riesgos de salud a los que están expuestos los trabajadores. A partir de estas iniciativas se establecen, al menos en las empresas más grandes, medidas que prevengan algunos de los riesgos identificados.

En esta primera parte, Neffa data el inicio de la reflexión acerca de la organización de los procesos de trabajo, entre 1945 y 1975, años de auge económico, a los que se conoce como “gloriosos”, caracterizados por la intervención del Estado en planes sociales masivos, con una cobertura de asistencia social muy alta, sustentada en un crecimiento económico sostenido del capitalismo, altas tasas ganancia, pero; además, altas tasas de sindicalización. Es en las postrimerías de este periodo de auge, que se sitúan los cuestionamientos de los trabajadores a la organización del trabajo, debido a su impacto sobre la salud; se trata, según Neffa, de conflictos relacionados con lo que denomina modo de desarrollo keynesiano-fordista, una crítica que se expresa en la producción académica con tesis como las de Harry Braverman sobre la descualificación del trabajo dentro del capitalismo o con libros como los de Benjamín Coriat: “Ciencia Técnica y Capital” o de los estudios acerca del impacto del trabajo sobre la salud de los obreros italianos, realizado por médicos del trabajo inspirados en Gramsci. En esta época, también sitúa Julio Neffa, los estudios del Conservatorio Nacional de Artes y Oficios de Paris (CNAM) y sobre ergonomía de Alain Wisner y acerca de la psicodinámica del trabajo realizado por Crhistopher Dejours en los países nórdicos y Alemania. Se trata de estímulos para que se efectúen estudios empíricos, resaltados por Neffa en países como México, Brasil., Argentina, India y Argelia.

Julio Neffa resalta a las huelgas y movilizaciones obreras que pusieron en cuestión la OCT, como impulso para que, en 1974, en el seno de la Conferencia Internacional del Trabajo se lleven adelante análisis acerca de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales, la duración y configuración del tiempo de trabajo y la organización el trabajo. Dos años más tarde, en 1976, la OIT creó el Programa Internacional para el Mejoramiento de las Condiciones de Trabajo (PIACT), en países en vías de desarrollo, lo que originó un plan de trabajo prioritario para la OIT. Este programa se implementó en la Argentina durante una década, a partir de 1984, y buscó información, sobre normas legales, bibliografía disponible, se visitaron empresas e hicieron entrevistas a empresarios, funcionarios, docentes. Con esta información empírica, como menciona Neffa, se confeccionaron diagnósticos sobre sectores en relación a un esquema acordado entre el PIACT y la OIT. Los Informes fueron discutidos en los seminarios tripartitos para evaluarlos, sacar conclusiones y formular políticas al gobierno. El autor precisa que ese fue el espacio en el que surgió el acrónimo CyMAT para referirse a las condiciones y medio ambiente de trabajo.

En otro apartado de esta primera parte, el autor se concentra en el origen y constitución del que denomina el centro mundial de innovaciones (Silicon Valley); una iniciativa impulsada por grupos innovadores y fundaciones privadas, los que basados en ideologías del liberalismo económico promovían la reducción en la intervención del Estado, el desarrollo de la competencia y la defensa contundente del derecho a la propiedad intelectual (inspirados en la visión schumpeteriana de la innovación como destrucción creadora), aspecto que favorecerá al desarrollo de los grandes monopolios del siglo XXI dentro de la estructuración de la economía numérica, monopolios como el GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Alphabet, Microsoft, etc.) formados por la centralización de inmensas bases de datos que como remarca Julio Neffa aseguran la coordinación de los agentes económicos; orienta y condiciona los comportamientos individuales y de las empresas. Se trataría de una gobernanza algorítmica que reduce el margen de maniobra y reflexión de los sujetos y los condiciona. Son monopolios con protección de propiedad intelectual que les permite ser poseedores temporalmente, de una renta legal de monopolio.

Estos monopolios cuentan con recursos que reducen los costos de comunicación, expanden y facilitan la comunicación de diferentes etapas del proceso productivo y conducen la voluntad de producir, permitiendo la coordinación de las cadenas globales de valor, son activos intangibles como los programas informáticos, las aplicaciones que tienen rendimientos de escala creciente por los escasos costos marginales de sus productos , lo que les facilita captar un parte considerable del valor producido a lo largo de toda la cadena de producción. En este sentido, menciona Julio Neffa se debe entender el accionar del Estado, cuando defendió los intereses de empresas radicadas en EEUU, cuando prohibió la venta de las aplicaciones de Huawei.

Señala Neffa que las innovaciones científicas y tecnológicas, a través de la informática, dieron lugar a la introducción de la robótica, maquinas herramienta de control remoto y la automatización de la producción en empresas de flujo continuo, aumentando las economías de escala y la productividad y reduciendo los costos unitarios de producción. Así se facilitó el proceso de uso del trabajo a distancia, y el desarrollo de las empresas de plataforma (con repartidores a domicilio y el transporte de pasajeros con aplicaciones como la de UBER); sin embargo, la consecuencia de estos desarrollos tecnológicos fue la intensificación del trabajo, la prolongación de las jornadas de trabajo con la secuela de trastornos musculo esqueléticos y el síndrome del ojo seco para los trabajadores. El autor resalta que en las economías de plataforma se produce un incremento de la fatiga muscular para los trabajadores de reparto que siguen en condiciones de precariedad, con trabajos intermitentes y una remuneración que solo reconoce el tiempo efectivo de trabajo, con fuerte riesgo de impacto psíquico y mental en el trabajo. En el mismo sentido, las nuevas tecnologías favorecerían la división del trabajo, a la vez que las tareas simples son las que más se automatizan. Julio Neffa precisa que debido a la subcontratación y la tercerización surge una paradoja: Cuando se estudian las cadenas globales de valor, más del 50% de las personas en que se apoya el funcionamiento de una empresa no son asalariados que trabajan directamente para ella. La plataformización de la economía estaría asociada a una división del trabajo que asocia a una multitud de vendedores con otra de compradores, alrededor de micro tareas, con las que se individualiza el empleo, cada internauta elige la actividad a realizar (apoyo escolar, traducciones, docencia, investigación, consultorías, tareas domésticas) (digital labor).

Se finaliza esta primera parte, con una explicación del surgimiento de lo que el autor denomina modelo neoliberal, resultado de un cuestionamiento desde 1970, a la organización científica del trabajo, asentada en las cadenas de montaje (es cuando se gesta la crisis del llamado modelo keynesiano –fordista), pero también, resultado de la respuesta empresarial a la crisis económica y financiera internacional de la época. Surge el modelo neoliberal, señala Neffa como una respuesta a esta crisis, propugnando la privatización de las empresas públicas y del sistema de seguridad social, la apertura de la economía al comercio exterior, con el fin de frenar la marcada inflación que se presentó en esta crisis. Se ponen en marcha, señala el autor, reformas laborales que ponen freno al crecimiento del salario, para controlar la caída de la tasa de ganancia; también, se pone en marcha la flexibilización laboral, para debilitar a las organizaciones sindicales, al mismo tiempo que se reducen los presupuestos fiscales dedicados a la salud y la educación. Estas reformas neoliberales son acompañadas con lo que el autor identifica como modelo cultural del neoliberalismo, que supone el reconocimiento del libre funcionamiento del mercado, estímulo a la libre competencia entre empresas y personas en lugar de a asociaciones o cooperaciones. Se visualiza, según Neffa, además, el fortalecimiento de las instituciones jurídicas para defender la propiedad privada y un fuerte cuestionamiento a la intervención estatal, que forma parte de esta cultura neoliberal. Neffa identifica, también, como pilar importante de dicha cultura, el individualismo que viene a constituirse en unidad de análisis de los comportamientos; una cultura individualista que es recogida por la empresa que ahora impulsa el progreso individual, concretamente el involucramiento individual del trabajador, como criterio de promoción laboral, donde un “cierto espíritu calvinista” justificaría la búsqueda de riqueza y acumulación.

 

2. TÓPICOS RELEVANTES DE LA SEGUNDA PARTE

En la segunda parte de este libro, de forma más precisa, se desarrolla la relación entre los cambios en la organización del trabajo y los riesgos laborales. Para ello, el autor hace un repaso de los cambios que se fueron produciendo en la organización empresarial en la era neoliberal, afirmando que es en este periodo que se consolida una ideología managerial que revaloriza el papel de los managers, en la medida en que: “[L]a ideología del management, es decir, los principios, valores, actitudes y comportamientos de quienes tienen la responsabilidad de organizar y conducir las empresas para asegurar la producción de bienes y de servicios, y gestionar el uso de la fuerza de trabajo”[i], son importantes para identificar las principales causas de los riesgos psicosociales en el trabajo (en adelante, RPST).

Estos cambios están asociados al crecimiento de la subcontratación, la tercerización, con la generación de empleos precarios y la disminución del volumen de empleo, a la vez que se reduce el salario indirecto por el recorte de contribuciones a la seguridad social. Se trata de un proceso, señala Neffa, que ha supuesto la deslocalización parcial o total de plantas fabriles al exterior y/o interior de un país, en busca de una carga impositiva menor (mono tributos, trabajadores autónomos, contratos con empresas de servicios, trabajo temporal, no registrado, etc.). Un nuevo modo de desarrollo, según el autor, en el que se abandona la estructura vertical de la empresa y se aplica la dirección por objetivos, se introduce la ingeniería simultánea y la gestión por proyectos en la búsqueda de una mayor integración entre concepción y ejecusión, con relaciones horizontales mediante el achatamiento de estructuras. En este contexto, los usos de las TIC se asocian a la intensificación de la flexibilidad funcional para reducir costos e incrementar la rentabilidad, promoviendo la innovación continua de procesos, para la eliminación de todo aquello que no añade valor, con la vista puesta en la satisfacción del cliente. Se trata de los recursos de la “lean production” (producción magra) con dispositivos organizacionales como el Kaizen, encaminados al “just in time”. Este nuevo modelo de desarrollo, indica Julio Neffa, se ha traducido en una intensificación del trabajo, incremento de la fatiga y trastornos músculo esqueléticos, provocados por una competitividad acrecentada.

En el espacio de los mercados de trabajo, resultado de la puesta en marcha de este nuevo modelo de desarrollo, se ha incrementado el desempleo y el subempleo, a medida que aumenta la precarización del empleo con el incremento del trabajo no registrado, la polivalencia y la flexibilidad se acrecientan. El autor señala que producto de esta dinámica, se profundizó la segmentación de los mercados de trabajo entre el sector primario y secundario y las relaciones laborales se individualizan y personalizan. Estos cambios corren paralelos a transformaciones en las teorías del management, que el autor asocia, retomando una frase de Boltansky y Chiapello, con el “nuevo espíritu del capitalismo” cuya gestión de recursos humanos busca el involucramiento de los asalariados, encontrando “intereses comunes” entre ambas partes, en un contexto de debilitamiento de los sindicatos y de aumento del desempleo. Dentro de este modelo de desarrollo los patrones convierten a los asalariados en “colaboradores”, como remarca Neffa, en la perspectiva de evitar que las relaciones de trabajo adopten una forma conflictiva; hay una suerte de deconstrucción de las clases sociales tradicionales, que se refuerza con formas de evolución en las que la categoría ocupacional pierde importancia en términos remunerativos, frente a la productividad, el cumplimiento de normas de calidad y/o el grado de involucramiento del trabajador con los objetivos de la empresa.

En esta segunda parte el autor establece la relación entre procesos de trabajo, salud y enfermedad de las/os trabajadoras/es. La hipótesis explícita con la que aborda este tema es que: “el impacto del trabajo sobre la salud del trabajador tiene su origen causal en la organización y contenido del proceso de trabajo desarrollado durante la vida activa, entendiendo que el trabajo no se reduce a un fenómeno explicado por el medio ambiente, sino que se trata de una relación trabajo-salud que forma parte de un proceso social”[ii].

Desde el enfoque de Neffa, las esperanzas de vida dependen, principalmente, de las condiciones y la duración e intensidad con que se use la fuerza de trabajo. Dentro del nuevo paradigma productivo o nuevo modelo productivo los riesgos laborales han aumentado por la intensificación del trabajo, que se ha desplazado de la carga física a la psíquica y mental y dan lugar a los RPST, con su posterior somatización que afecta al cuerpo. No se trataría de una fatalidad, sino que se determinaría por el contenido y la organización del proceso de trabajo de acuerdo con la lógica de producción y de acumulación del capital predominante.

Sin embargo, las condiciones sobre la organización y el contenido del proceso de trabajo no forman parte de la negociación colectiva, sino que se definen casi unilateralmente, dentro de un proceso de individualización e invisibilización de los RPST, a esto se suma la escasez relativa de investigaciones sobre la temática, debido a que sus resultados podían cuestionar el accionar de las empresas. En esta situación, los orígenes de las enfermedades no se atribuyen al proceso de trabajo, sino a la debilidad o descuido del sujeto; es decir, los problemas laborales de salud se individualizan.

El autor hace notar, además, que varios estudios constatan que los trabajadores no son iguales frente a la muerte, serían los empleados y obreros, de acuerdo a estudios realizados, los que viven hasta 10 años menos, en promedio, debido a la intensidad en el trabajo, los turnos nocturnos, riesgos del medio ambiente físico, químico, etc. En el mismo sentido se ha comprobado, anota Neffa, que la morbilidad psicopatológica impacta más en los jóvenes desocupados y en los desocupados de larga data, pero también, surgen patologías entre aquellos empleos estables con elevada carga de trabajo como el síndrome de desgaste profesional o los trastornos músculo esqueléticos.

Al finalizar esta segunda parte, Julio Neffa se concentra en lo que él denomina el modelo RPST o enfoque de la psicodinámica del trabajo, con el que su propio enfoque teórico parece conciliar, en la medida en que el modelo RPST postula que para prevenir el estrés en el trabajo se hace necesario mejorar la organización de la producción y del trabajo, con la búsqueda de un sistema menos autoritario y el reconocimiento a un margen de autonomía en la toma de decisiones en el espacio laboral. Antes de llegar al enfoque de los RPST Neffa desarrolla un repaso de cómo se han abordado los problemas psicosociales en los lugares de trabajo, desde los estudios de Elton Mayo, a los que considera como el origen de la psicología industrial, estudios que llevaron a Mayo a concluir que el buen trato reduce el ausentismo, evita conflictos interpersonales y tensiones; siguiendo a autores que desarrollaron estudios sobre el estrés, que sirvieron de base para establecer las causas del estrés y su conceptualización. Esta atención en el estrés se explica porque es un factor desencadenante de problemas que impiden el desarrollo de las facultades porque provoca la pérdida de memoria, alteraciones en el humor, dificultades para concentrarse, entre otras. Señala Neffa, que con inspiracion en el modelo transaccional de Lazarus y Folkmanse introduce el concepto de Coping con el que se define al estrés como el conjunto de esfuerzos cognitivos y comportamentales destinados a controlar, reducir y tolerar las exigencias o externas que los recursos de un individuo. En el caso de los trabajadores, ellos reaccionan y hacen esfuerzos frente a los riesgos, para disminuir las consecuencias de una situación de tensión (úlceras, depresión, bournot).

 Posteriormente, el autor se refiere a las escuelas de pensamiento que se desarrollaron sobre el estrés en Estados Unidos y los países nórdicos, donde se analizaron el equilibrio, las contradicciones o tensiones provocadas por las demandas o exigencias psicológicas en el trabajo, la fatiga y el estrés. Neffa precisa que en la década de 1980, en plena vigencia del modo de desarrollo neoliberal, en base al concepto de estrés, Karasek, Johnson y Theorell analizaron el equilibrio, las contradicciones o tensiones provocadas por las demandas o exigencias psicológicas del trabajo, requeridas por la organización a los trabajadores (cantidad, complejidad, restricciones de tiempo) y en contrapartida, cuál era el grado de autonomía y control (latitud decisional) sobre el proceso de trabajo, participación en decisiones y el uso de sus calificaciones y competencias profesionales. Los resultados de la investigación mostraron que un menor grado de estrés en el trabajo está asociado a exigencias bajas, pero a un mayor grado de autonomía y de control del trabajador sobre su proceso de trabajo.

En España señala Neffa, los esfuerzos de organizaciones sindicales como los realizados por el Instituto Sindical de Ambiente, Trabajo y Salud (ISTAS) desarrollaron un modelo que se sitúa en la trayectoria de la teoría general del estrés inspirado por Selye, y reúne las veinte dimensiones de riesgo psicosocial en cinco grupos de variables, que muestran la fuerte tensión provocada por las demandas del puesto de trabajo y de la empresa u organización. La iniciativa partió de la idea de que los índices de Karasek y Siegrist asumidos para caracterizar el conjunto de dimensiones del contexto psicosocial del trabajo eran incompletos, de esta forma, esta iniciativa se propuso buscar un instrumento basado en la teoría, pero que fuera validado por características psicométricas confiables, sensibles a los cambios que se producen en los diversos niveles de análisis: la organización, el departamento o la sección de la empresa, el puesto de trabajo y los individuos. Se identificó que la exposición laboral a factores psicosociales es una de las causas más relevantes de ausentismo laboral por motivos de salud y que la combinación de fuertes exigencias y elevada intensidad con un bajo nivel de control sobre el trabajo son la causa de elevados niveles de estrés laboral. En conclusión, precisa Neffa, el ISTAS identificó siete factores estresantes de riesgo psicosocial: a) exceso de exigencias psicológicas del trabajo; b) falta de influencia y de desarrollo en el trabajo; c) falta de apoyo social y de calidad de liderazgo; d) ausencia de previsibilidad; e) poca claridad de rol; f) conflictos de rol y g) escasas compensaciones por el trabajo realizado.

El autor continúa señalando que con la crisis del modo de desarrollo keynesiano-fordista y el inicio del modo de desarrollo neoliberal, la discusión sobre el desempleo elevado y estructural, la precariedad, las profecías del fin del trabajo y de la sociedad salarial tuvieron su apogeo, y, progresivamente, se comenzó a estudiar su impacto sobre la salud de los trabajadores. Cuando se intensificó el proceso de cambio científico y tecnológico, y los estudios desde la economía y la sociología del trabajo pusieron de relieve el crecimiento sostenido de dichos fenómenos, la fuerza de trabajo devino en una mercancía

movilizada mediante contratos de venta de servicios (autónomos); además, de las diversas modalidades de trabajo precario. De la era del proletariado, precisa Neffa, se pasó progresivamente a la era del precariado, que supuso, de acuerdo a las teorías sobre el RPST, mayores sufrimientos que impactan sobre la salud psíquica y mental de los trabajadores.

Finalmente, siguiendo a Michel Gollac, Julio Neffa considera a los RPST como los riesgos para la salud física, psíquica, mental y social engendrados por los determinantes socioeconómicos, la condición de empleo, la organización y el contenido del trabajo y los factores relacionales que interactúan en el funcionamiento psíquico y mental de los trabajadores. Una visión que se contrapone a las formas tradicionales de concebir y hacer frente a los problemas causados por los RPST, como la que aísla al trabajador del riesgo o le paga primas por riesgos para compensar por anticipado el daño que va a sufrir su salud o la de actuar sobre el psiquismo del trabajador para curar el daño ocasionado recurriendo al apoyo psicológico o a métodos de autoayuda para tratar de reducir el estrés, aconsejando una vida higiénica, esto es una dieta adecuada que reduzca el consumo de tabaco. Desde estas perspectivas, los trabajadores solo pueden reaccionar al impacto del riesgo, pero no pueden prevenirlo ni controlarlo, dejando de lado la posibilidad de atacar las causas y la necesidad de modificar los determinantes socioeconómicos, que son de carácter estructural: la organización y el contenido del proceso de trabajo.

A partir de los resultados que integran las investigaciones empíricas realizadas desde un enfoque similar del ISTAS-21, Neffa identifica ejes relacionados con los RPTS: La cantidad, la duración y la intensidad del trabajo, la autonomía y el margen de control sobre el proceso de trabajo, el trabajo emocional y la necesidad de controlar las emociones, las relaciones sociales y las relaciones de trabajo, los conflictos éticos y de valores en el trabajo, la seguridad y estabilidad en el empleo. A continuación, se propone introducir cambios en las empresas considerando la variable género: 1) Cambios relacionados con la justicia organizacional, que regulen la cantidad, duración e intensidad del trabajo, la demanda psicológica y la autonomía, la intensidad del trabajo y su recompensa 2) La autonomía y el margen de control, con el fin de dar márgenes de libertad y maniobra para acceder a la información de la empresa y participar en la evaluación de los trabajos realizados; participar de alguna manera en la preparan y adopción de las decisiones, fidelización cooperación 3) La necesidad de controlar las emociones, dentro de la dimensión relacional dificultada por la sobrecarga de trabajo, que implica situaciones de mucha exigencia 4) Relaciones sociales y relaciones de trabajo con los colegas, reconocimientos, recompensas, cuya ausencia se traduce en depresiones, perturbaciones de sueño y del humor 5) Estilo de liderazgo, hostigamiento, sistemas de evaluación, que pueden derivar en acoso psicológico; violencias internas(verbal, simbólica, descredito, insultos humillaciones)y/o micro violencias laborales: sabotaje, amedrentamiento, exclusión, políticas de segregación, acoso sexual 6) Conflictos éticos y valores en el trabajo, obligar a actuar en oposición a los valores propios, conflictos éticos o de valores 7) Seguridad y estabilidad en el empleo, amenazas de despido, víctima de desempleo, suspensiones prolongadas, precarización.

De las experiencias de investigación Julio Neffa resalta los riesgos más frecuentes encontrados por los trabajadores en el espacio laboral: Los riesgos que se perciben con más frecuencia son los siguientes: fuerte tensión por demanda excesiva de trabajo, con un débil soporte técnico en el trabajo; jornadas prolongadas que derivan en perturbaciones psicóticas y la adicción al trabajo; el trabajo nocturno con turnos rotativos que provocan episodios de ansiedad con la alteración del ritmo circadiano vinculado al estrés y depresiones que muchas veces derivan en accidentes de trabajo y trastornos digestivos, los conflictos de temporalidad que se muestran en incompatibilidad entre la vida laboral y la privada que provoca perturbaciones del humor, la ansiedad, y el consumo inadecuado de drogas, con su secuela de problemas en la vida familiar; la falta de coherencia entre las calificaciones y competencias del trabajador y el contenido y la organización del trabajo; el aumento de la violencia verbal y física con el hostigamiento y acoso en el lugar de trabajo , que genera ansiedad y perturbaciones en el humor; la percepción de injusticias en el lugar de trabajo con relación a los procedimientos utilizados, los resultados obtenidos o la justicia procedural elevan el riesgo de perturbaciones psiquiátricas; el trabajo en contacto directo con el público, genera una mayor demanda emocional y se asocia a la emergencia de perturbaciones en el humor y la depresión; el trabajo con un escaso grado de autonomía, que limita el aprendizaje y la participación. Cuando se obliga a hacer cosas con las cuales no se está de acuerdo o se está en claro desacuerdo, como tener que mentir o esconder información a los clientes o usuarios, hacer ventas compulsivas a personas que no tienen la necesidad de esos productos o servicios, se generan conflictos éticos y de valores que provocan una pérdida de la autoestima; el deterioro del clima laboral aparece el miedo y la insatisfacción. El desempleo, las suspensiones y los despidos, los contratos por tiempo determinado, a tiempo parcial, los empleos precarios y no registrados están asociados a un aumento de la ansiedad, las perturbaciones del humor y de la personalidad y a un mayor riesgo de suicidio, concluirá Julio Neffa.

 

3. COMENTARIOS FINALES

El trabajo que nos comparte Julio Neffa constituye un aporte para identificar el contenido de las corrientes principales que han tratado los problemas referidos a la salud en los espacios laborales. A lo largo de su obra hay una relación del desarrollo histórico de los enfoques que resaltan en la explicación de los RSPT en el trabajo, con detenimiento en la conceptualización del estrés como desencadenante de afecciones mentales y psicosomáticas derivadas de las condiciones de trabajo.

Su obra denota el esfuerzo de distinguir su enfoque, centrado en la organización y el contenido del trabajo, como causas principales de los RPST, de los enfoques psicologistas e individualizadores que atribuyen los problemas de salud en el trabajo, a la conducta individual o a las predisposiciones físicas y mentales de cada trabajador, abstrayéndolos del entorno medioambiental y de las formas de gestión de la fuerza de trabajo dentro de la organización del trabajo.

Se trata de un importante esfuerzo que permite salir de la visión individualizadora de las causas de las enfermedades laborales, para situarlas en el contexto social que les corresponde. Habida cuenta que el trabajo se desarrolla dentro de determinadas relaciones sociales de producción; no es casual que la primera parte del trabajo esté dedicada a establecer los principales rasgos del modo de producción capitalista en general y dentro del mismo, del que Neffa denomina el modelo de desarrollo neoliberal. Este avance en el enfoque le permite al autor, encaminar las recomendaciones de su trabajo hacia espacios institucionales, tanto de formación académica (universidades), como de elaboración de políticas públicas (Estado), para llamar la atención sobre un tema que está relativamente, poco investigado y que, en consecuencia, requiere de una atención significativa en materia de políticas laborales, por sus grandes implicaciones humanas.

Sin embargo, pese a que el enfoque defendido por Neffa, abre una importante puerta de entrada para reflexionar las causas de los RPST, situándolas en el corazón del proceso de trabajo, como su planteamiento no llega hasta las últimas consecuencias, deja contradicciones sin resolver. Aunque Neffa señala, de forma reiterada, a lo largo de su libro, a la organización y contenido del trabajo como principales causas de los RPST, a la vez que las investigaciones que él señala, llegan a la conclusión que una mayor autonomía y control del trabajador sobre su trabajo, se asociaría a un menor grado de estrés; lo que se observa y también resalta Neffa, es que en el curso de expansión del “nuevo espíritu del capitalismo” en pleno auge del neoliberalismo, se ponen en marcha políticas participativas de gestión de la fuerza de trabajo, que sin embargo, y paradójicamente, se traducen en intensificación del trabajo, mayor estrés, exacerbando los RPST. Se trata de una situación que abre otro espacio de reflexión, que no es abordado por Julio Neffa, el de los límites que, por ejemplo, las políticas de incentivo a la autonomía y/o a la participación de los trabajadores en la toma de decisiones sobre el curso de la organización del trabajo tienen, si no se cambia la organización capitalista del trabajo. Si bien en la parte inicial de su trabajo, Neffa señala que el modo de producción capitalista tiene como finalidad la ganancia; no permea a la organización del trabajo con esta finalidad, para comprender los alcances y límites que las propias políticas estatales o privadas dirigidas a una mejora de las condiciones de trabajo, pueden encontrar en un modo de producción cuya finalidad no es el bienestar de los trabajadores, sino su explotación, como bien señalaba la corriente de los economistas radicales cuando se referían al as finalidades de la organización capitalista del trabajo (Edwards,1979[iii]; Edwards, Gordon y Reich, 1973[iv]; Stone, 1974[v]) .

Significa esto que: ¿no es importante la llamada de atención de Julio Neffa sobre la necesidad de que los trabajadores incorporen de forma consciente entre sus luchas demandas dirigidas a organizar el trabajo de forma más adecuada a prevenir enfermedades mentales y físicas?, de ninguna manera, la demanda de reformas dentro de la organización del trabajo debe ser parte de la lucha constante de los trabajadores; sin embargo, debe también dejar fuera la ilusión de organizar un trabajo adecuado a las necesidades humanas de vida y de salud, dentro de relaciones sociales de explotación y opresión: Solo así, además, es posible explicar teóricamente, la contradicción entre las políticas participativas y de achatamiento de las jerarquías puestas en marcha por patrones inspirados en el “nuevo espíritu del capitalismo” y la reproducción a mayor escala de los RSPT.



[i] Ver la pagina 47 en Neffa, J. (2021). Modos de desarrollo, procesos de trabajo y riesgos psicosociales. INAP.

[ii] Ver la pagina 75 en Neffa, J. (2021). Modos de desarrollo, procesos de trabajo y riesgos psicosociales. INAP.

[iii] Edwards R. (1979). Contested Terrain. The transformation of the work in the twentieth Century. Basic Books.

[iv] Edwards, R., Gordon, y Reich, M. (1973) “A theory of labor market segmentation”, American Economic Review, Papers & Proc., 63(2), 359-365.

[v] Stone, K. (1974). The origins of job structures in the steel industry. Review of Radical Political Economics, 6 (2), 113-73.