-->

Llank'aymanta presenta el libro:

Trabajo asalariado, el claroscuro del Censo Agropecuario

La actualidad de las tesis de Marini para entender el proyecto del Capitalismo "Andino - Amazónico

Reseña al libro de Tania Aillón, "Japonización" de la dominación patronal y respuesta obrera

Subcontratación, reforma laboral y lucha obrera: El caso de los obreros del sector industrial en Bolivia

1 2 3 4 5

lunes, 31 de octubre de 2022

Límites a la autogestión obrera: autoexplotación y burocratización en las llamadas “empresas sociales” en Bolivia

 


Luis Fernando Castro


En Bolivia la creación de empresas gestionadas por trabajadores es un fenómeno que se ha extendido en los últimos 8 años. El gobierno del MAS, mediante una serie de decretos y Leyes, ha buscado dar una forma jurídica a este hecho bajo el denominativo de empresa social. En anteriores artículos[i] se analizó las implicancias generales y la orientación política de esta norma.

Actualmente, hay procesos de formación de "empresas sociales" en La Paz y Cochabamba. En el caso de Cochabamba, obreros de base denunciaron que sus dirigentes se sirvieron del proceso de empresa social para apropiarse de la fábrica, convirtiéndose en los nuevos dueños de la empresa social, esto habría sucedido porque en estas empresas el proceso de constitución de empresa social se interrumpió, llevando a una disputa entre un grupo de obreros que defiende a los dirigentes contra otro grupo que cuestiona la forma en que se ha llevado adelante el proceso de recuperación de la fábrica y la forma en que se está ejecutando la producción en su interior[ii].


En este sentido nos preguntamos: ¿Cómo se generaron estos procesos de constitución de "empresas sociales" en Cochabamba? ¿Cuál es el camino que siguen los obreros que se embarcaron en el proceso de empresa social? ¿Estas denuncias de obreros de base, qué  expresan políticamente sobre la vía de la constitución de las "empresas sociales"? ¿Cuál es la orientación ideológica de los obreros a la hora de constituir una  empresa social?

 

1. LA EMPRESA SOCIAL COMO VÍA OBRERA FRENTE AL INCUMPLIMIENTO PATRONAL

Desde hace más de 10 años que en América Latina se ha abierto un nuevo ciclo de funcionamiento de empresas recuperadas y gestionadas por los obreros. Los países que destacan son Argentina, Brasil y Venezuela. La toma de empresas quebradas y recuperadas por los obreros se da en un periodo de recesión económica y crecimiento del desempleo (Sardá y Dagnino, 2015)[iii], convirtiéndose en una forma de resistencia contra el desempleo que la patronal trata de imponer con el cierre de la empresa[iv].

De la misma forma que en otros países latinoamericanos, la toma y reapertura de fábricas en Bolivia, fue planteada por los obreros como una vía para recuperar el dinero que la patronal les debía por salarios y aportes a la AFP, al mismo tiempo que buscaban conservar su fuente de trabajo. Las primeras experiencias que plantearon la práctica de recuperación y gestión obrera[v] de las empresas en quiebra, se concentraron en la rama textil, rama que fue impactada por el cierre del mercado norteamericano el año 2009. Las experiencias de TRABOLTEX, HILTRABOL, MILLMA, PUNTO BLANCO, son un claro ejemplo de este hecho.

Hoy las nuevas "empresas sociales" tienen, en parte,  su origen en el ciclo recesivo que vive el país desde el 2014, prueba de ello es el incremento de empresas cerradas y la reducción en número de empresas creadas después del 2013 (Castro, 2021)[vi]. La creación de "empresas sociales" en otras ramas muestra el carácter general del ciclo recesivo que comenzó el 2014, a diferencia del 2009 que solo afecto al sector textil.

Veamos caso por caso la emergencia de las nuevas "empresas sociales" en Cochabamba.  Por ejemplo, la empresa PROSIL ha vivido una larga agonía desde el 2013 con una serie de despidos individuales[vii]. Mientras la patronal realizaba despidos escalonados, redirigía su capital a una nueva empresa destinada a la producción de alimento balanceado para ganado, finalmente, el año 2020, la cuarentena rígida por COVID, facilitó a los patrones de PROSIL, la ejecución de un despido general de los obreros y el cierre de la fábrica. En el caso de SENDTEX, la puesta en venta de la empresa por parte de los nuevos dueños suscitó un largo periodo de disputa legal en torno a la posesión de la empresa y sus propiedades, que desembocó en el cierre de la misma[viii]. En cuanto a CORDILL, la demanda del pago de salarios y aportes a las AFP por parte de los trabajadores, fue respondida por la patronal con el cierre de la empresa y la venta de la propiedad, mientras tanto el mismo patrón reinvirtió el capital en la importación de fiambres argentinos[ix]. La empresa social fue una medida para frenar la liquidación que llevaba a cabo la patronal.

En estos tres casos, las patronales buscaron cerrar la empresa para migrar su capital a sectores con mayores tasas de ganancia y deshacerse de obligaciones laborales y deudas contraídas por incumplimiento de pago a la seguridad social, además de la deuda por salarios no pagados. Por otro lado, en los tres casos, hubo un largo proceso de lucha, donde se disputó el pago de salarios y aportes patronales adeudados; lucha compuesta de movilizaciones, vigilias, procesos laborales en la justicia, siendo la opción de empresa social la última alternativa, para que los obreros no pierdan el dinero que les adeuda la patronal.

Un tercer rasgo particular es que los obreros que deciden tomar la fábrica y ponerla a funcionar, se tuvieron que acoger a los procedimientos legales de la ley de "empresas sociales". Esta ley establece que los obreros podrán tomar la fábrica cerrada y convertirla en empresa social, solo si la deuda del patrón con los obreros es suficiente para comprar la maquinaria y la propiedad inmueble de la empresa y si se comprueba la posibilidad de que los obreros puedan pagar parte de las otras deudas que contrajo el patrón a nombre de la empresa. Estas deudas son por lo general con las AFP y los bancos. De manera que La ley de empresa social es una norma que establece mecanismos de explotación indirecta de parte del capital financiero sobre los trabajadores, quienes deben generar un excedente de trabajo del necesario, para cancelar la deuda a los bancos acreedores de la empresa social.

Si bien la emergencia de recuperación y autogestión de fábricas en Bolivia, fue una estrategia defensiva de los obreros contra el despido masivo por el cierre de fábrica, con la aprobación de la ley de empresa social, el MAS y la burocracia de la COB buscaron enmarcar esta práctica dentro de la legalidad de la propiedad privada y de los intereses del capital. Por eso es necesario diferenciar una empresa recuperada y gestionada por los obreros del camino de la empresa social que lleva a los obreros hacia la asunción de obligaciones económicas contraídas por el patrón. Hoy las empresas puestas en funcionamiento por los obreros están atrapadas en la vía de la empresa social que los ha envuelto en un largo y burocrático proceso de constitución.

 

2. LA DISPUTA POR LA PROPIEDAD DE LOS ACTIVOS Y LA RESPONSABILIDAD DE LOS PASIVOS


El proceso de consolidación de las "empresas sociales" en Cochabamba ha tenido como problema común, la disputa por la transferencia de la propiedad inmueble y de la maquinaria y la determinación de la responsabilidad de los pasivos. Según la Ley de Empresas Sociales, una empresa social solo puede ser constituida después de determinarse el capital total mediante el cual los obreros se hacen de la empresa, además deben calcularse el monto total de activos y los pasivos, todo este cálculo se realiza en el llamado Balance social. Este balance social está determinado por un interventor, quien hace la evaluación entre el valor de los activos y propiedades de la empresa, de las acreencias privilegiadas (la deuda del patrón con cada trabajador, por concepto de salarios y beneficios sociales) y las deudas contraídas con terceros por la anterior administración (solo hasta el valor de los activos de la empresa a ser transferida a los obreros).

Una vez que este proceso legal y burocrático es concluido, se puede determinar la factibilidad legal del funcionamiento de la empresa social. Este largo proceso ha sido aprovechado por las patronales para interponer obstáculos en la determinación del balance social, de manera que, por el largo proceso, los obreros se desanimen o entren en desesperación. Mientras más se alarga la determinación del balance social, las patronales aprovechan el cansancio para llevarse maquinaria o recuperar el predio para venderlo antes de que siquiera se apruebe el proceso de empresa social. Es el caso de las denuncias realizadas por los obreros de PROSIL[x], de intentos de la patronal de llevarse la maquinaria de la empresa o la experiencia de los obreros de CORDILL que impusieron una vigilia para impedir el traslado de máquinas por parte de la patronal[xi]. Otro caso ha sido la denuncia de algunos obreros contra el interventor designado para PROSIL que habría llevado adelante la venta de maquinaria y producto[xii]. En síntesis, este proceso largo de determinación de responsabilidades frente a deudas y posesión de propiedades, no ha ayudado a la posesión efectiva de la fábrica por parte de los obreros, sino más bien, se ha convertido en un cuello de botella. Como la posesión solo es efectiva en tanto se determine qué se hace con las deudas de la empresa, los obreros no tienen la seguridad de su efectiva posesión y tienen la incertidumbre de que en algún momento puedan quedar sin la empresa y sin el dinero adeudado por aportes y salarios no pagados.

La posesión colectiva de los obreros sobre la empresa y la posibilidad de su gestión, con la ley creada por el MAS, está condicionada por ciertos procedimientos donde se garantice que los obreros responderán con las obligaciones con otros capitalistas (acreedores, entidades financieras y el Estado). La ley de empresas sociales entonces, más que un instrumento que cimente la constitución de entidades productivas con propiedad colectiva para la subsistencia de los obreros como propietarios y productores directos, reconduce la constitución de la empresa social como reunión de accionistas privados, que llevan adelante la explotación mutua para la generación prioritaria de plusvalor en favor del capital financiero.

 3. PRIMEROS PELIGROS DE BUROCRATIZACIÓN


La organización interna de las "empresas sociales" no sólo reprodujo la antigua organización del trabajo, sino también, reemplazó la función de dirección adoptada por la patronal con la dirigencia sindical. Así hoy las dirigencias se hacen cargo de las funciones de gestión de las "empresas sociales"; este reemplazo de la patronal por la dirigencia sindical, ha implicado que se transfieran al espacio de la gestión de la fábrica, las prácticas burocráticas de los sindicatos. Las direcciones sindicales hacen uso del conocimiento y poder que tienen sobre la administración de los asuntos laborales, se forman y especializan en la administración de la empresa, consolidándose como costra burocrática en la dirección, reproduciendo  la jerarquía del trabajo en la firma capitalista (entre los que dirigen y los que ejecutan).

Esto último explica las denuncias de parte de algunos trabajadores por la presunta formación de la nueva razón social de la empresa HILSEND, donde la burocracia sindical se adjudicó la propiedad de la empresa social al margen de los obreros de base[xiii]. Por su parte, las denuncias en PROSIL, también, apuntan contra el dirigente del sindicato que,  en coordinación con el interventor, gestionaron no solo la constitución de la empresa social, sino también, la administración de los recursos y del dinero que ingresa a la empresa, siendo ello los que administran el monto de pago de los salarios[xiv]. Estas denuncias expresan las protestas de obreros de base que cuestionan la organización jerárquica que se está gestando en el interior de las empresas que tomaron el camino de empresa social, donde la dirigencias burocratizadas, no solo tomaron las funciones de dirección de la empresa, sino que aplican una represión despótica contra los obreros que cuestionan las decisiones de la dirigencia, por ejemplo, en PROSIL el dirigente ha llevado adelante una serie de procesos y falsificación de documentos para retirar a obreros que cuestionaron  la administración de la empresa[xv].

En este sentido, los obreros de base, tampoco lograron revertir esta situación con la oposición de una voluntad colectiva a  estas direcciones sindicales; al contrario, lo que prima es una postura pragmática sobre el destino de la empresa social, donde no importa que haga la dirección mientras ponga a funcionar la empresa y se pueda pagar, aunque sea una parte del salario.  El mayor obstáculo en todo este proceso, para avanzar en la conformación de una gestión colectiva de la empresa, se encuentra en que la burocratización sindical se exporta a la organización de la “empresa social” en un periodo de recesión económica y profunda despolitización de los obreros. Y es que romper las limitaciones ideológicas de la división del trabajo capitalista implicaría un proceso de politización; es decir, que  los obreros no solo se hagan conscientes de su poder sobre el proceso de producción; sino también, de  su capacidad, para llevar llevar adelante, tareas de gestión y planificación de la producción, dentro de una gestión  rotativa de estas tareas,  entre los distintos trabajadores. Esta última forma de gestión, es lo más difícil cambiar, justamente por los efectos de la división del trabajo capitalista (Lojkine, 1989)[xvi] que, con la separación entre las funciones de planificación y las de ejecución, bajo un justificativo de carácter técnico, naturaliza la jerarquía en la fábrica y oculta el carácter arbitrario e histórico de esta división del trabajo, de manera que a los obreros las tareas de gestión se les presentan como tareas que requieren una formación universitaria o especializada, necesariamente. De ahí, por ejemplo, que, tanto en los discursos de los dirigentes de las "empresas sociales" como en las expresiones de los obreros de base, se escuche apelar a una lógica de sobrevivencia (Méndez, 2012) más que una conciencia politizada de la necesidad de la autogestión.

 Las consignas de control obrero y autogestión obrera que caracterizaron al antiguo movimiento obrero no hacen eco en el nuevo proletariado que asume a la empresa social, como única alternativa ante  la posibilidad de quedar desempleado. Al respecto, una obrera manifestaba, que lo que ella quería era que le paguen el salario y que todo se solucionaría si el dueño volviera a hacerse cargo de la empresa y le pagara lo que le debe y que, en caso de que les pagara todo lo acordado, ella dejaría la empresa social, porque lo hace solo porque no tiene de dónde comer[xvii]. Si bien la necesidad de “ganar un pan que llevarse a la boca” es un derecho legítimo de los obreros, la lógica de sobrevivencia de ver como única alternativa el asalariamiento, la venta de su fuerza de trabajo, confina el destino de la clase obrera a reproducir sus propias condiciones de explotación antes de subvertirlas o cuestionar  la  división del trabajo que la  encadena a la reproducción de las relaciones capitalistas de producción. .

CONCLUSIONES

1. El nuevo ciclo de emergencia de empresas autogestionadas en América Latina sucede en un periodo histórico en el que las contradicciones del capitalismo han ampliado aún más el ejército industrial de reserva, con altas probabilidades de convertirse en sobrepoblación fluctuante o estancada, de manera que las nuevas demandas de autogestión surgen de obreros que tratan de evitar el desempleo por el cierre de la empresa, donde prima una visión de sobrevivencia, fruto también del proceso de despolitización de la clase obrera y de la irradiación de la ideología legalista que domina el movimiento obrero en la era del MAS (Castro, 2021)[xviii].

2. El proceso de determinación legal de la propiedad de la empresa y sus deudas, contempladas en la ley de empresas sociales es un obstáculo en la conformación de la autogestión obrera, porque obliga a los obreros a asumir las deudas contraídas por el patrón con el capital financiero (bancos y entidades financieras privadas) de manera que establece una relación de explotación indirecta de estas entidades financieras sobre los obreros, quienes deben practicar una especie de autoexplotacion para cumplir con las deudas.

3. Las "empresas sociales" que se han constituido en Cochabamba sufren por el momento una tensión entre la necesidad de funcionamiento inmediato reproduciendo la antigua división del trabajo y la adopción de una producción colectivizada y auto gestionada. Una de las limitaciones importantes es la división entre tareas de planificación y ejecución, que empujan al reemplazo de la antigua dirección patronal por la dirección sindical, la cual ha transferido sus prácticas burocráticas al espacio de la producción. Habría que preguntarse si este hecho no ha empezado a generar movimientos internos de resistencia de los obreros y en qué medida se puede frenar la burocratización de estas "empresas sociales".

4.   Este proceso de burocratización y de reproducción de las divisiones entre ejecución y planificación, responde también, a la naturalización que los obreros han hecho, por su alto grado de despolitización, de la antigua forma en que funcionaba la empresa y los sindicatos. En esta situación, se impone una lógica de supervivencia más que una conciencia de los alcances de la autogestión obrera.  Esto lleva a preguntarnos: ¿hasta donde la experiencia de las "empresas sociales" en las condiciones actuales, podría llevar a la formación de una conciencia política de la autogestión que empuje a cuestionar organización capitalista del trabajo.



[i] Ver los artículos: “El Decreto de empresas sociales del MAS: ¿una alternativa para eliminar el paro y el desempleo?” y “El trasfondo de la política del gobierno ante el cierre de empresas” en Sobre el trabajo y los

Trabajadores. Selección de artículos de Llank’aymanta. Acceso: https://drive.google.com/file/d/1Yq8E4cX-LUdQtmOZfjdIU5iEiPdWlwRY/view?fbclid=IwAR0e11dPfirhoZPjAt8dLKwYYbA1Cmlj4cyTH7ZrPYfjuiWYlB6ayebM7Uk

[ii] Denuncias publicadas en la Página de Central de Noticias Obreras. https://www.facebook.com/profile.php?id=100064809546199

[iii] Mauricio, Sardá y Renato, Dagnino (2015) “Presentación” en Novaes, Henrique “El fetiche de la tecnología: La experiencia de las empresas recuperadas.  Ediciones Continente.

[iv] Wyczykier (2009)   menciona que las empresas recuperadas de este periodo responderían a un proceso de re colectivización del trabajo frente a la des colectivización e individualización que se había gestado desde los 70. Wyczykier, Gabriela (2009) “Sobre procesos de autogestión y recolectivización laboral en la Argentina actual” en Revista POLIS.

[v] Se entiende la gestión obrera como: “la gestión de los trabajadores sobre una unidad económica, sin capitalistas ni gerentes, desarrollando su propia organización del trabajo bajo formas no jerárquicas (…) sin embargo hay otras formas de usar la idea de autogestión, sin entenderla necesariamente como una forma de organización económica alternativa a las propias del sistema capitalista”. Véase cita en la página 41 de Ruggeri, Andres (2013) Empresas recuperadas en América Latina.

[vi] Castro, Luis F. (2021) “El trasfondo de la política del gobierno ante el cierre de empresas” en Sobre el trabajo y los Trabajadores. Selección de artículos de Llank’aymanta. Acceso: https://www.facebook.com/Llankaymanta.

[vii] Datos extraídos del trabajo de campo en empresas fabriles en los años 2014 a 2018

[viii] Información extraída de una entrevista a los dirigentes de SENDTEX el año 2019.s dirigentes deida de una entrevista a  a 2018 otro lado, en practicar una especie de explotacion e direccion

[ix] Información extraída de una entrevista a los dirigentes de CORDILL el año 2019.

[x] Véase las denuncias publicadas en la página RENNO Noticias Obreras. https://www.facebook.com/RENNOnoticiasobreras

[xi] Información extraída de una entrevista a los dirigentes de CORDILL el año 2022.

[xii] Denuncias publicadas en la Página de Central de Noticias Obreras. https://www.facebook.com/profile.php?id=100064809546199

[xiii] Denuncias publicadas en la página RENNO Noticias Obreras. https://www.facebook.com/RENNOnoticiasobreras

[xiv] Carta de denuncia publicada en la Página de Central de Noticias Obreras. https://www.facebook.com/profile.php?id=100064809546199

[xv] Denuncia publicada en la Página de Central de Noticias Obreras. https://www.facebook.com/profile.php?id=100064809546199

[xvi] Lojkine, Jean (1988) La clase obrera hoy. Siglo XXI Editores.

[xvii] Extractos de entrevista grupal a obreros de CORDILL el año 2022.

[xviii] Castro, Luis F. (2021) “Las implicaciones del legalismo burgués en la práctica sindical” en Sobre el trabajo y los Trabajadores. Selección de artículos de Llank’aymanta. Acceso: https://www.facebook.com/Llankaymanta.


lunes, 29 de agosto de 2022

La expansión del trabajo “atípico”: Un síntoma de la negación del valor trabajo

 


Tania Aillon Gómez        

 


Los organismos internacionales como la OIT (Organización Internacional del Trabajo), con la oleada de precarización del trabajo en las últimas décadas, pusieron en boga  los términos de trabajo “típico y “atípico” o trabajo “clásico” y “no clásico”, para distinguir al trabajo temporal o parcial de aquel con estabilidad y protección laboral(trabajo “típico”), dando a entender que lo “típico “del capitalismo seria el empleo estable con protección social, una apreciación sobre la que consideramos vale la pena detenerse, por las  connotaciones ideológicas que parece contener.  Este artículo no pretende ser exhaustivo en esta reflexión, sin embargo, busca cuestionar los alcances explicativos de estos términos, para comprender la dinámica del empleo y del trabajo en el capitalismo contemporáneo, con el fin de rescatar una vocación crítica y reflexiva de conceptos que han tomado carta de ciudadanía en el mundo académico, sobre todo en América Latina.

 1. ¿ES EL TRABAJO “ATÍPICO” REALMENTE ATÍPICO EN EL CAPITALISMO?

 Concebir como algo “atípico” el trabajo temporal en el capitalismo, es no tener en cuenta uno de sus rasgos constitutivos fundamentales, la conversión de la fuerza de trabajo en mercancía[i]. Al respecto, un manantial de trabajos en las ciencias sociales, se dicaron a describir y analizar el drama humano que dio luz al capitalismo:  la separación del productor directo de sus medios de producción (acumulación originaria de capital)[ii].  Una etapa en la que las ciencias sociales nacen como Economía Política preguntándose ¿De dónde provienen los pobres?[iii].



Polany (2007)[iv] propone como respuesta:  que la agravación del pauperismo y el aumento de sus tasas, respondería al crecimiento de lo que hoy denominaríamos el paro invisible, en una época en la que el propio empleo era por regla general invisible, con el predomino de la industria a domicilio. Convertida la fuerza de trabajo en mercancía, según Polany, el paro y el desempleo son resultado de las fluctuaciones del comercio de manufacturas. Se trata del proceso de subsunción de las posibilidades de reproducción de la fuerza de trabajo a la dinámica de los ciclos expansivos o contractivos de la economía capitalista, un proceso que, según el mismo autor, se caracteriza, en la época, porque en las fases de auge del comercio de manufacturas la elevación del empleo era aún lenta, mientras que en la fase recesiva, el aumento del paro y del subempleo es más rápido. Una dinámica que dicho autor asocia de forma acertada, con la formación de lo que el materialismo histórico denomina ejército industrial de reserva, el que parece haber tenido un peso mucho más considerable que la creación del ejército industrial propiamente dicho[v].

Las marcadas fluctuaciones del comercio estuvieron asociadas a una desorganización de los oficios, tanto en los pueblos como en las ciudades, la que devino en el rápido aumento del desempleo; un proceso de desarraigo acumulativo de la población del campo, que, atraída por el empleo industrial y comercial, en la posterior fase recesiva,  quedaba a la deriva, sin su hábitat rural de origen.  Un proceso acelerado por el cierre de las tierras comunales, las enclosures, las concentraciones de tierras; la guerra contra los cottages, la absorción de los huertos y tierras colindantes. La confiscación del terreno de uso de las tierras comunales, privó a la industria a domicilio de sus dos principales pilares: las ganancias familiares y el soporte agrícola.  A medida que avanzó la racionalización capitalista del agro en países como Inglaterra, se imposibilitó el acceso directo de los trabajadores desempleados, con lacerantes consecuencias sobre su seguridad social.

 A medida que la revolución industrial y agrícola avanzaban, los efectos de la nueva plaga, la fluctuación del empleo en la industria hacia verla como un espacio laboral sin futuro. Polany (2007)  recuerda,  cómo David Davies resaltaba la fluctuación de los trabajadores en la industria en estos términos:  “Los obreros que hoy tienen pleno empleo pueden encontrarse mañana en la calle mendigando su pan...”, “La incertidumbre de la situación de los trabajadores es el resultado más perverso de estas innovaciones”, “Cuando una ciudad que tiene una manufactura se ve privada de ella, sus habitantes sufren, por decirlo así, una parálisis, y se convierten instantáneamente en una clientela para los socorros parroquiales. Pero el mal no muere con esta generación...”[vi]. De ahí también, como remarca Polany (2007), que el espectro de la superpoblación comenzara a preocupar a autores como William Townsend en 1786: “Si exceptuamos la especulación, resulta un hecho comprobado en Inglaterra que disponemos de más almas de las que podemos alimentar y de muchas más de las que podríamos emplear útilmente en el actual sistema jurídico”[vii].

La relación intermitente, fluctuante y condicional del trabajador con su puesto de trabajo que caracteriza al trabajo asalariado en el capitalismo[viii] muestra nefastas consecuencias desde sus orígenes, a medida que se produce el cambio de relaciones sociales no mediadas por el mercado, a otras relaciones, dentro de las cuales, el individuo para reproducirse está obligado a convertir su fuerza de trabajo en mercancía; en un mercado en el que la seguridad de ser ocupado por un empleador no depende de las necesidades del trabajador, sino de una dinámica “externa” movida por   los requerimientos de una economía que gravita entre fases de auge y de recesión, en un ambiente de competencia permanente(con miras a la obtención de la ganancia media); dentro del cual, los capitalistas se ven impelidos a innovaciones tecnológicas permanentes, que elevan la composición orgánica de sus  capitales; un  proceso que expulsa de forma relativa, más fuerza de trabajo de la que  atrae[ix].   

Esta relación intermitente entre trabajador y puesto de trabajo, que como se ve, caracteriza al capitalismo desde sus orígenes, es la puerta por la que se filtran todas las notas que los organismos internacionales como la OIT o importante contingente de académicos dedicados a investigar el mundo del trabajo, denotan con el termino de trabajo “atípico” (temporal-intermitente, a tiempo parcial, sin beneficios sociales, etc.).  Un término que dice que lo típico del capitalismo es la estabilidad laboral, con seguridad social, etc. y que la crecida precariedad del empleo y el trabajo  en el capitalismo contemporáneo no sería “típica” del capitalismo; se trata de un quid pro quo, que pone la silla al revés, que desde una visión  normativista, naturaliza una etapa del desarrollo capitalista (en la que en los países centrales predominó el Estado del bienestar) caracterizado por políticas públicas  que  neutralizaron, en alguna medida,  la intermitencia de los trabajadores en sus puestos de trabajo)[x], convirtiéndola en inherente al capitalismo.

 Se trató de una etapa en la historia del capitalismo a la que autores como Castel (2009)[xi], de clara inspiración normativista quieren reeditar, cuando platean que, ante la precarización laboral generalizada, que deja excluida, a gran parte de la población de la relación central de socialización, que es el trabajo asalariado (vehículo concreto de  derechos, deberes sociales,  responsabilidades, reconocimiento sujeciones y coacciones), y el riesgo que corre la cohesión social, se debe   retornar al” Estado social” como garante y promotor de la “condición salarial”.

Desde nuestra perspectiva, que va más allá de la norma, consideramos que es necesario explicar la reproducción de esta forma de trabajo a la que se denomina “atípica”, como parte inherente a la dinámica capitalista de acumulación (desde que la fuerza de trabajo es mercancía).  Para esto, será necesario retomar la concepción de Marx acerca de la sobrepoblación relativa.

 2. TRABAJO “ATÍPICO” Y SOBREPOBLACIÓN RELATIVA

Marx (2008)[xii] precisaba que la sobrepoblación relativa existe en todos los matices posibles y que todo obrero la integra durante el período en que está semi ocupado o desocupado y asume tres formas básicas: la fluctuante, la latente y la estancada. En la era de la digitalización y flexibilización de los procesos de trabajo, son dos las formas que sobresalen:  la fluctuante y la estancada. Aquí nos centraremos en la primera, por su relación directa con el llamado trabajo “atípico”.


La automatización que se profundiza con la digitalización de los procesos de trabajo exige la polifuncionalidad de los trabajadores, una exigencia que dentro del capitalismo deviene en flexibilidad laboral, para dar curso a una flexibilidad funcional de la fuerza de trabajo. Es una adecuación de los mercados de trabajo a los requerimientos del capital, que intensifica la fluctuación de la fuerza de trabajo con recursos de gestión como la subcontratación, la tercerización, los “trabajadores independientes”, etc.), formas de organización del trabajo  que se fueron consolidando como legales, con miras a bajar los costos laborales, mediante la evasión de beneficios sociales, pero también, como formas de organización del trabajo que facilitan el control  de los trabajadores, a través de su inestabilidad laboral y su intermitencia entre la ocupación, la desocupación y la subocupación[xiii].

 Así se amplía el contingente de trabajadores fluctuantes[xiv], fluctuantes porque transitan, de manera más o menos permanente, entre la ocupación, la desocupación y la subocupación; es una fluctuación que en nuestra era se generaliza de forma notoria a medida que aumenta la composición orgánica del capital, con la automatización de los procesos productivos y a medida que se afianza la flexibilización laboral. Desde nuestra perspectiva, el trabajo” atípico” no es más que el denominativo ideológico a una forma de existencia de esta sobrepoblación relativa, que muestra cómo el empleo y el trabajo se adecuan a los vaivenes de la demanda capitalista de fuerza de trabaja, vaivenes que visibilizan el grado en que se han profundizado y diversificado las modalidades de existencia de una sobrepoblación fluctuante que sobrevive entre el empleo, el desempleo y el subempleo.

Un indicador de la dimensión de la sobrepoblación fluctuante es la proporción de empleo temporal y de tiempo parcial en diversos países del mundo, en relación al empleo dependiente total. De acuerdo de la OCDE (Organización Para la Cooperación y el Desarrollo Económico), para el año 2020, 27 países de la Unión Europea, en promedio, tienen una proporción del 13,6 % de empleo temporal, en relación al total del empleo dependiente(asalariados).  En Europa sobresale el caso de España, donde para 2020, el 24% del empleo dependiente era empleo temporal. La proporción más alta de empleo temporal, entre los países considerados por la OCDE, se encuentra en Chile, Corea y Colombia, donde el trabajo temporal supera el 25% de trabajo temporal, sobre el total del empleo dependiente[xv].

Este fenómeno causado por transformaciones estructurales del proceso de trabajo , desde el enfoque normativista, se  atribuye a “la ruptura de la relación salarial”, por lo que organismos como la OIT o autores como Castel, ven la solución a esta fluctuación considerada como “atípica” o “anómica”, en el retorno al trabajo normado y protegido por el Estado; un retorno que como nos muestran los últimos 30 años de historia del capitalismo, no se ha producido, pese a que corrió mucha tinta, relacionada con la condena  al neoliberalismo y la flexibilización laboral.   De esta manera, una sobrepoblación fluctuante, que de forma más o menos continua, oscila entre el empleo y el desempleo, no es “atípica” en el capitalismo, sino más bien, condición de su existencia a lo largo de su historia. En nuestros días, ya no se trata de un contingente de trabajadores fluctuantes[xvi]  atrapados entre las normas del antiguo régimen y el cambio en las relaciones sociales de producción (una sociedad de mercado que no termina de nacer), sino de trabajadores que componen el “ejército industrial de reserva”, reproducidos continuamente, por la propia dinámica del capitalismo en la era de la digitalización.

 3. SOBRE QUÉ HACER FRENTE A LA REDUCCIÓN DEL TIEMPO DE TRABAJO NECESARIO

 Vemos que la proliferación del trabajo “atípico” es el indicador de procesos más profundos por los que   a medida que se acrecienta la composición orgánica del capital, vía automatización de los procesos productivos, se aumenta la productividad el trabajo, proceso que va negando al trabajo su calidad de sustrato del valor producido, por lo que cada vez más, requerimos trabajar menos para producir lo mismo o más, esto niega tambien, al trabajo su calidad de mediador de la distribución de la riqueza social. De ahí que surjan propuestas y debates acerca de cómo, en una sociedad en la cual,  para tener un ingreso se debe trabajar con la mediacion del mercado, pueda accederse a este ingreso, sin dicha mediación, en un contexto de desplazamiento del trabajo humano por tecnologías de punta.

 Autores como André Gorz (2004)[xvii] han planteado   alternativas,  como el reparto más  equitativo  del trabajo socialmente necesario y de la riqueza socialmente producida,  que garantice  un ingreso suficiente, incondicional y universal, que provea una base material que garantice condiciones de autonomía suficiente para que los individuos dispongan de sus decisiones laborales, algo que se complementaría con una redistribución del trabajo que combine segmentos colectivos e individuales del tiempo de trabajo, bajo la forma de obligaciones que consideren momentos de articulación con el mercado, con momentos de actividad fuera del mismo. Dentro de este contexto, debería promoverse todo tipo de experiencias que deriven en nuevas sociabilidades, a través de alternativas de cooperación e intercambio del trabajo, divergentes de la forma de mercado, mediante la auto organización en la búsqueda de expansión de nuevas configuraciones de lazo sociales no mediados por el mercado[xviii].

Al considerar el carácter “irreversible” de la declinación de la demanda de trabajo humano en términos de mercado (destacando el ritmo más que alarmante de dicha tendencia), se plantea como tarea fundamental un ejercicio crítico, que cambie la noción mercantil del trabajo, con la disponibilidad de medios para la subsistencia: “no [hay que] pensar más [al trabajo] como aquello que tenemos o no tenemos, sino como aquello que hacemos. Hay que atreverse a tener la voluntad de apropiarse de nuevo del trabajo”[xix].   Según Gorz se trataría de una “liberación” de las ataduras del discurso social dominante, que genere la capacidad para pensar en nuevas formas de cooperación productiva, intercambio y solidaridad, que consolide sociabilidades alternativas a las relaciones de mercado, como plataforma para un cambio estructural[xx].

Desde otra perspectiva, pero en respuesta a la misma problemática, autores como Jerimy Rifkin (1996)[xxi], preocupados también, por la pérdida de cohesión social, plantean que  en aquellas sociedades que continúan enmarcando al trabajo en el mercado y el Estado, sin buscar alternativas, se volverá irremediable algún tipo de salida represiva, para el “disciplinamiento” de aquellos que ni el mercado requerirá ni el Estado podría absorber, por lo que se hará necesario generar un espacio social “más allá” del mercado y el Estado, un  tercer sector o la “Economía Social”, donde se incluiría a todas  las  actividades que en la actualidad realizan organizaciones sin fines de lucro, un espacio que se torna relevante  por  dos contenidos : el carácter solidario de las actividades que allá se realizan  y los efectos socialmente cohesionantes  y democráticos que de ello  provendría. Rifkin considera que estos aspectos podrían convertirse en el núcleo de “una visión alternativa al ethos utilitarista de la economía de mercado, un espacio que se convierta en un soporte “cultural” para la emergencia de una sociedad pos mercado, que se base en la realización personal a través de acción solidaria y la participación democrática orientada a las comunidades locales como, asimismo, a la construcción de una conciencia y solidaridad global.

 

CONSIDERACIONES FINALES

Como el trabajo “atípico” es el trabajo típico del capitalismo (porque la fuerza de trabajo es una mercancía), consideramos que nombrarlo como “atípico”, da la ilusión de que podría desaparecer si se empeña la suficiente voluntad institucional, para que, a través de una paulatina erradicación de la flexibilización laboral, con políticas públicas adecuadas, termine extinguiéndose. Pero la posibilidad de esta erradicación no aparece en el horizonte, habida cuenta que, en los últimos decenios, a través de distintas vías, más bien, las patronales buscaron legitimar y legalizar la flexibilidad laboral, no en vano, los organismos internacionales como la OIT o la CEPAL dedican sus estudios a la temática y proponen alternativas de políticas públicas que encaminen a la desaparición de lo que denominan trabajos “atípicos”.

Consideramos a estos esfuerzos, mínimamente limitados para resolver una problemática, que es solo un síntoma de procesos estructurales irreversibles, ante los cuales se puede asumir la alternativa propuesta por las corrientes normativistas, de corregir el trabajo “atípico “a través de normas, o más bien,  verlo   como una puerta de entrada a la negación del mercado del trabajo (del trabajo asalariado) en tanto mecanismo de distribución de la riqueza social producida; es decir, como indicador  de que el capitalismo por  el alto desarrollo de las fuerzas productivas (robotización, digitalización, etc. ) que él mismo produjo, en la búsqueda por mejorar sus condiciones de competencia, va negando en los hechos, sus propias condiciones de reproducción, porque al no poder   ofertar trabajo, para reproducir a sus explotados en condiciones medias de subsistencia, restringe sus propias condiciones de reproducción, no solo por el ensanchado problema social y político que provoca, sino porque se devora la cola, recortando la demanda en los mercados a los que destina su producción y enfrentando crisis de sobreproducción que aparecen como crisis financieras.

Si uno reflexiona sobre las  propuestas elaboradas por algunos autores a los que nos hemos referido, en la perspectiva de  gestionar este tiempo de trabajo que va quedando liberado (se esté o no de acuerdo con ellas); se  ve que muestran la toma de conciencia sobre cambios estructurales que no los disiparemos ya con medidas normativas, cambios que van en la dirección de negar al trabajo asalariado desde sus raíces, como relación social en la que se sustenta la producción de la riqueza y su distribución en el capitalismo. Es decir, se trata de una negación que no se produce en la dimensión normativa como nos plantea Castel (2009), sino que emerge como resultado del desarrollo de las contradicciones del capitalismo.

Avanzar en el sentido de esta negación, significa dejar de platearse al trabajo “típico” (estable con beneficios sociales) como la salida más probable al supuesto trabajo “atípico” (temporal, intermitente, sin beneficios sociales, etc.) y avanzar en el sentido de que los trabajadores participen de la riqueza social, a través de formas sociales que profundicen la negación de la relación salarial como mediadora de la producción y  distribución de la riqueza, lo que significa en última instancia, la negación a la sociedad basada en la propiedad privada, pero también, significa el aprovechamiento de todas las fuerzas productivas que el capitalismo nos ha legado, para liberarnos del trabajo limitado por la necesidad y dedicarnos a expandir nuestra capacidad creativa como individuos  humanos. 



[i] Karl. M. (2008). El capital, Tomo I, vol.3. Siglo XXI.

[ii] Ídem

[iii] Polany. K. (2007).  La gran transformación. Critica al liberalismo económico. Quipu Editorial. https://traficantes.net/sites/default/files/Polanyi,_Karl_-La_gran_transformacion.pdf

[iv] Ídem

[v] Ídem.

[vi] Davies, citado en Polany. K. (2007).  La gran transformación. Critica al liberalismo económico. Quipu Editorial. https://traficantes.net/sites/default/files/Polanyi,_Karl_-La_gran_transformacion.pdf, ver página 160.

[vii] Townsend, citado en Polany. K. (2007).  La gran transformación. Critica al liberalismo económico. Quipu Editorial. https://traficantes.net/sites/default/files/Polanyi,_Karl_-La_gran_transformacion.pdf, ver pagina 161.

[viii]Naville, P. (2016). Vers l’automatisme social?  Syllepse

[ix] Karl. M. (2008). El capital, Tomo I, vol.3. Siglo XXI.

[x] Castro. L. F. (2016). Obreros fluctuantes frente a la dominación patronal. Muela del Diablo y LLankaymanta.

[xi] Castel. R. (2009). La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado. Paidós.

[xii] Karl. M. (2008). El capital, Tomo I, vol.3. Siglo XXI.

[xiii] Castro. L. F. (2016). Obreros fluctuantes frente a la dominación patronal. Muela del Diablo y LLankaymanta.

[xiv] Ídem.

[xv] (OCDE, 2020)

[xvi] Castro. L. F. (2016). Obreros fluctuantes frente a la dominación patronal. Muela del Diablo y LLankaymanta.

[xvii] gorz

[xviii] Idem

[xix] idem

[xx] idem

[xxi] Rifkin, J. (1996). El fin del trabajo. Paidós