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jueves, 19 de enero de 2017

Trabajo asalariado, el claroscuro del Censo Agropecuario


Luis Fernando Castro López


Después de las grandes expectativas que  despertó  el Censo Agropecuario del año 2013, sus resultados fueron presentados este último semestre. a la luz de esos datos, es necesario evaluar que tan cerca están de mostrar la realidad agropecuaria de nuestro país; sobre todo,  en un  aspecto muy importante  como es el del trabajo asalariado.

En este sentido,  nuestro breve artículo quiere problematizar, de manera puntual, los datos referidos al trabajo asalariado en la actividad agropecuaria. Según los datos del Censo Agropecuario ¿Qué lugar ocupa  el trabajo asalariado en la producción agropecuaria? ¿Cuáles son las dimensiones aún no exploradas al respecto? ¿Estas dimensiones no exploradas,  responden a algún tipo de concepción de la producción agropecuaria?

1. LA AUSENCIA DE LA DIMENSIÓN CUALITATIVA EN EL ESTUDIO DEL TRABAJO ASALARIADO 

Fotografía: http://www.10minutos.com.bo/?p=1955, 28/04/2015
Según los datos del Censo Agropecuario el 35,98% de las Unidad de Producción Agropecuaria (UPA) emplean personal remunerado en dinero o en especie, este dato muestra un aparente predominio de unidades de producción campesinas; sin embargo, al examinar el número total de trabajadores que perciben alguna remuneración en relación al total de personas que trabajan en el agro, se observa que más de la mitad de la población ocupada en la producción agropecuaria es asalariada (54,06%). La distribución geográfica de esta población asalariada denota una mayor concentración de asalariados en los departamentos del oriente,  respecto de la población ocupada no remunerada; mientras que Potosí, Chuquisaca y Oruro se concentra una menor proporción de población asalariada en relación a la población ocupada sin remuneración. El Departamento con mayor población asalariada es Santa Cruz, tendencia que confirma diversos hallazgos en estudios relacionados a la producción agropecuaria de soya y las diversas formas de expansión de la frontera agrícola,  junto a la extensión del monocultivo[i].

Por otra parte, la distribución de trabajadores asalariados por UPA que pertenecen o no a una comunidad, muestra “que en el país existen 334.705 UPA que contratan trabajadores asalariados para la producción agropecuaria, de las cuales 306.950 (91,7%) forman parte de alguna comunidad y sólo 27.755 (8,3%) no pertenecen a ninguna”[ii].

Los datos del censo agropecuario revelan, en parte, el desarrollo importante del trabajo asalariado no sólo a nivel nacional; sino también,  al interior  de las comunidades originaria campesinas que, coincidiendo con los diversos estudios de caso[iii], actualmente,  se encuentran  en  proceso de disolución de las relaciones comunitarias que las caracterizó, ya que la presencia en su seno  de trabajadores remunerados en dinero o en especie,  es evidencia de un  proceso de separación de algunos productores de sus medios de producción.

Fotografía: http://www.lostiempos.com, 12/09/2016
La distinción del salario en dinero o en especie,  es importante,  pues nos muestra el desarrollo del divorcio de los asalariados de sus medios de producción y la conversión de su fuerza de trabajo en mercancía (una transformación cualitativa en las relaciones de producción). En este sentido, una de las deficiencias de los datos del Censo Agropecuario es que los trabajadores remunerados en especie y los trabajadores remunerados en dinero son agrupados en una sola categoría. Podríamos afirmar que en el trabajo asalariado del agro, se tiene formas combinadas de asalariamiento, por una parte, las formas de remuneración en dinero muestran que el valor de la fuerza de trabajo de una parte de los asalariados, ha tomado completamente su forma dineraria integrando la reproducción de la misma al mercado. Por otra parte, el “salario en especie”, se debe a la existencia de semiproletarios del agro que no están completamente integrados al mercado  o que la remuneración percibida en especie sólo es complementaria en la reproducción de su fuerza de trabajo, teniendo como sustento principal la producción en su propia parcela o actividad. Es decir, hay una parte de trabajadores del agro, que pasan por proceso de transición desde las formas tradicionales de uso de la fuerza de trabajo hacia las formas francamente mercantiles.

En términos generales,  en el análisis de los datos del Censo, se evidencia una  tendencia al creciente asalariamiento de la fuerza de trabajo en el agro (incluso dentro de las comunidades), sin embargo, los datos son  insuficientes para aproximarnos de forma precisa, a las relaciones sociales en las que se sustenta el trabajo en el agro, por ejemplo, no existen indicadores que nos ayuden a explorar el porcentaje de obreros estacionales,  no hay datos de las condiciones de trabajo de los obreros agropecuarios. Tampoco se tiene una aproximación exacta de sus características demográficas (edad y lugar de procedencia). En definitiva, si bien los datos del Censo ayudan a captar procesos generales de la extensión del trabajo asalariado, son insuficientes para analizar sus aspectos cualitativos.

2. TRABAJO ASALARIADO VS. SISTEMAS TRADICIONALES DE TRABAJO

En relación a los llamados "sistemas tradicionales de trabajo", en los datos del Censo, se unen en un solo indicador  formas de trabajo de  la mink’a y el ayni, esta forma de proceder,  parte de entender a estas formas "tradicionales de trabajo",  como totalmente opuestas al trabajo asalariado,  debido a lo cual,  pueden ser incluidas en un solo indicador. En este caso,  hay una confusión muy importante a la hora de unirlas en un solo indicador, ya que estos dos sistemas de trabajo tienen características diferentes, mientras el ayni responde a un sistema de trabajo interfamiliar[iv] que no ha sufrido un proceso de mercantilización, la mink’a es un trabajo realizado a nivel comunal, que con el tiempo empezó a adoptar un carácter mercantil[v] y pasó a  equipararse a una especie de peonaje, transformándose en “un intercambio de servicios a cambio de una retribución en especie (productos de la cosecha, alimentos) o en dinero; intercambio que se practica frecuentemente en actividades agrícolas , entre los que tienen tierra y los que no la tienen”[vi]. Al incluir el ayni y la mink’a en un mismo saco,  se invisibiliza la transición de las formas tradicionales de uso de la fuerza de trabajo hacia una su forma mercantil.

Fotografía: http://www.oxigeno.bo:81/node/14036, 13/01/2016
Además de estas imprecisiones, encontramos lugares vacíos en los datos del censo,  respecto a una precisa caracterización de los productores campesinos,  los mismos que en el Censo Agropecuario, están agrupados bajo las categorías de productores individuales y sociedades de hecho. Cuando analizamos los ciclos de producción en el año agrícola,  podemos observar que el 12,3% de los productores individuales y el 16,8% de las sociedades de hecho,  no sembraron en la campaña de invierno, ni en la campaña de verano. Además,  el 84,3% de los productores individuales y el 77,6% de las sociedades de hecho[vii] cultivaron en la campaña de verano,  y   apenas el 2,8% de los productores individuales  y 4,8% de las sociedades de hecho,  cultivaron sus tierras el año agrícola completo. Esto  nos muestra que más del 90% de los productores campesinos no realizan una explotación intensiva de sus tierras agrícolas; lo  que lleva a preguntarnos ¿qué hacen todo el resto del año?

En caso de que los "productores individuales" se dediquen a otras actividades agropecuarias, como la crianza de animales o la recolección de frutos, estas tendrían que acoger a una proporción significativa de productores agropecuarios; sin embargo, los datos del Censo muestran proporciones poco significativas (menos del 20%) de los productores agrícolas dedicados a estas otras actividades. Si uno cruza los datos de la cantidad de cultivos en las campañas de verano e invierno, se evidencia una población con un  tiempo flotante que no es completamente captado. Lo mismo pasa si examinamos el tiempo de dedicación de estos productores a sus actividades agropecuarias, pues alrededor del 52% de ellos respondió que no se dedica permanentemente a sus actividades agrícolas.

Si examinamos a esta población que declara no dedicarse todo el tiempo a la actividad agropecuaria,   encontramos que hay alrededor de en 41% de casos de productores individuales que no se dedican a otra actividad extra agropecuaria o simplemente no especifican. En este sentido, otra vez se evidencia la existencia de una especie de población con un tiempo flotante que no está totalmente especificado y que es un vacío del Censo Agropecuario. En realidad, se tiene a una gran cantidad de pequeños productores con parcelas muy pequeñas y con formas tradicionales de cultivo que producen a secano y que no se dedican a otras actividades económicas. Inferimos que parte importante de esta población es asalariada, pero no es asalariada en rubros de la construcción o de servicios, sino que es asalariada en actividades agropecuarias. El INE omite dicha  posibilidad,  y solo pregunta sobre sus actividades secundarias en ramos distintos al agropecuario, además, solo indagan por el rubro de la actividad secundaria, pero en ningún momento se especifica,  si en esa actividad se recibe salario. Sin estos indicadores no queda claro qué proporción de los productores individuales (productores campesinos en su mayoría) ha llegado a proletarizarse (o seemiproletarizarse) y con ello el análisis de los datos del Censo nos lleva a una visión parcial e imprecisa de la realidad del productor campesino.

Pero estos vacíos ¿son parte de un descuido o responden a una concepción del agro en Bolivia?

3. LA VISION TEORICA OCULTA EN EL CENSO AGROPECUARIO


Fotografía: https://bolagra.wordpress.com
Si el censo toma como objeto de estudio al productor agropecuario; entonces  la visión,  desde la que se concibieron las dimensiones de análisis del Censo, puede ser rastreada en la definición de este  productor. Cuando en el Censo se define como productor agropecuario, a los campesinos  y, en el caso de las empresas (sociedades accidentales, unipersonales, sociedades de responsabilidad limitada y sociedades anónimas), al conjunto de socios accionistas o al capitalista propietario, en los dos casos define al productor agropecuario en torno a la propiedad y la posesión de la tierra, dentro de esta definición los salariados del agro no están comprendidos.

Esta forma de concebir al productor agropecuario, parte de considerar que el agro boliviano aún se estructura bajo las formas tradicionales y no capitalistas de producción, en las cuales, el productor directo es el propietario de la tierra; así la unidad más simple de la estructura agraria boliviana sería el productor agrícola que tiene control directo de una UPA. Esta concepción tiene serios límites a la hora de abordar otras realidades como las UPA  que funcionan bajo relaciones capitalistas, en las que el productor directo esta desposeído y es explotado por patrones que controlan y poseen la tierra y la tecnología de producción agropecuaria. En este caso,  estudiar el productor agropecuario significaría estudiar al productor asalariado desposeído, que trabaja bajo el mando de los propietarios de las condiciones de producción, es decir al proletario agrícola.

Desde su concepción, en el INE, se obvia que; por ejemplo, varios productores campesinos están en franco proceso de proletarizarse en sus actividades agropecuarias. Para El INE, todos los productores individuales que se dedican a la producción agropecuaria como actividad principal o única actividad, son productores autosuficientes que viven de la producción de sus parcelas y con ello oculta los procesos de proletarización  dentro de la producción agropecuaria.

 En el mismo sentido, esta concepción del INE ha llevado a obviar por completo,  a los verdaderos productores agropecuarios en las UPA que funcionan bajo relaciones capitalistas (nos referimos a las UPA funcionan como sociedades accidentales, unipersonales, sociedades de responsabilidad limitada y sociedades anónimas): al obrero agrícola, el productor directo desposeído de condiciones de producción;  concepción con la que se opaca el acceso a las formas de existencia de este productor directo. De esta forma,  el Censo Agropecuario nos brinda un panorama incompleto sesgado de la realidad agropecuaria boliviana.




[i] Uriroste, M. (2011) Concentración y extranjerización de la tierra en Bolivia. La Paz: Fundación TIERRA; Perez, M. (2007) No todo grano que brilla es oro. Un análisis de la soya en Bolivia. La Paz: CEDLA; Urioste, M. y Kay, C. (2005) Latifundios, avasallamientos y autonomías. La reforma agraria inconclusa en el oriente. La Paz: Fundación TIERRA.
[ii] Ornachea, Enrique  (2016) Comunidades y trabajo asalariado en la agricultura. Visto en: https://www.cedla.org/content/51854, última visita el 14 de enero de 2017.
[iii] Algunos trabajos recientes son: Ormachea, E. y Ramirez, N. (2013) Propiedad colectiva de la tierra y producción agrícola capitalista: El caso de la quinua en el Altiplano sur de Bolivia. La Paz: CEDLA.; Urioste, M.; Barragan, R. y Colque, G. 2007 Los nietos de la Reforma Agraria: Tierra y comunidad en el altiplano de Bolivia. La Paz: Fundación Tierra; Ormachea, E. (2016) Desarrollo del capitalismo en la agricultura y transformaciones en la Sociedad Rural boliviana. La Paz: CEDLA
[iv] El ayni es: “El ayni es un intercambio simétrico o equilibrado, en el cual se presta un servicio a cambio de otro igual que se otorgará en el futuro, una deuda que queda pendiente y que se paga con lo mismo con lo que se ayudó: un servicio es pagado con otro igual (cf. Morrée, 1998b; Rodríguez, 1992 e Izko, 1986). Esta práctica también se manifiesta en la forma de préstamos de herramientas entre unidades de trabajo y personas estrechamente relacionadas, como
familiares y vecinos muy allegados”, en: Geffroy,  C.;  Siles, J. y Soto M.  (2008) La invención de la comunidad: migración de retorno y economía solidaria en Huancarani. La Paz: PIEB y Embajada de Francia
[v] Ídem. Geffroy,  C.;  Siles, J. y Soto M.  (2008) La invención de la comunidad: migración de retorno y economía solidaria en Huancarani. La Paz: PIEB y Embajada de Francia
[vi] Ídem, pp. 68.
[vii] Sociedades de hecho se denominan a los productores individuales agrupados o asociados mediante la unión de sus tierras agrícolas para llevar adelante una producción común