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viernes, 1 de mayo de 2020

La forma social del trabajo en Marx y sus implicaciones explicativas: A propósito de las nuevas definiciones del trabajo



Luis Fernando Castro



        Este artículo realiza una síntesis del aporte de Marx sobre la forma social que reviste el trabajo en la sociedad capitalista (primer libro del Tomo I de “El Capital”), para contrastarla con corrientes del pensamiento contemporáneo, que en su intento por mostrar lo nuevo del trabajo, se circunscriben solo a los aspectos fenoménicos de éste. Este es el caso de la teoría del “trabajo atípico”[i] o “inmaterial” y de las nuevas interpretaciones del “trabajo no clásico”[ii], que tienen la limitación de concebir las transformaciones actuales del trabajo en torno a su contenido, obscureciendo la forma social que reviste. Estos nuevos enfoques, acerca de la subcontratación, la industrialización de los servicios y la automatización, no han roto con la concepción esencialista del trabajo heredada de G. Friedman, que consiste en comprender el trabajo solo como una actividad concreta, de producción de bienes y servicios[iii]. El objetivo es contrastar ambas visiones, para reflexionar sobre los alcances heurísticos que sobre las transformaciones del trabajo tiene cada una de ellas. 

1. LA DERIVACIÓN LÓGICA DE LA FUERZA DE TRABAJO COMO MERCANCÍA

     Como ha sido resaltado en diferentes análisis sobre la obra de Marx, iniciar la exposición de El Capital por la mercancía tiene una razón de carácter metodológico en el proceso de reproducción espiritual de la realidad[iv]. Como indican Kosik (1990) y Zeleny (1978), este inicio no es inmediato, parte de un esfuerzo de comprensión de la realidad desde un proceso de ascenso de los abstracto a lo concreto. En este proceso, Marx avanza por niveles de abstracción, situando el inicio de su exposición por la relación más simple: la mercancía. La comprensión de esta forma más simple y abstracta, le permitirá explicar las formas más desarrolladas del intercambio, desde el cambio simple de equivalentes hasta el cambio de mercancías por dinero.  En este caso, nos interesa analizar la derivación lógica que hace Marx para llegar a la fuerza de trabajo como mercancía.

Desde el primer capítulo, Marx se dirige a explicar la génesis del capital. Una primera derivación lógico-dialéctica es realizada cuándo analiza la mercancía y sus componentes, el valor de uso y el valor, en el examen detallado de estos dos componentes encontrará una contradicción que es resuelta con la aparición del dinero como equivalente general[v]. En la sección 2 del volumen 1, donde analiza cómo el dinero deviene en capital, Marx sigue el mismo procedimiento. En el desarrollo de las formas de circulación del dinero (M-D-M y D-M-D’), el descubre que la forma D-M-D’ es la forma de circulación del capital y para el capital:

La forma directa de la circulación mercantil es M-D-M, conversión de mercancía en dinero y reconversión de éste en aquélla, vender para comprar. Paralelamente, a esta forma nos encontramos, con una segunda, específicamente distinta de ella: la forma D-M-D’, conversión de dinero en mercancía y reconversión de mercancía en dinero, comprar para vender. El dinero que en su movimiento se ajusta a ese último tipo de circulación, se transforma en capital, deviene capital y es ya, conforme a su determinación, capital”[vi].

      En el examen de los componentes de las formas de circulación de capital, D-M (compra) y M-D (Venta), Marx descubrió que en la forma de circulación del dinero para obtener más dinero (D-M-D’, comprar para vender), el proceso de circulación del dinero no concluye sino que vuelve otra vez a las manos originarias de su poseedor, pero de manera acrecentada, para que éste repita la operación. A diferencia de la forma M-D-M (vender para comprar) donde el objetivo es la obtención de una mercancía para el consumo, en D-M-D’ el fin último es la obtención de  más dinero. Si en la primera forma el dinero hacia de medio de pago, para la obtención de una mercancía, en la segunda forma la mercancía hace de medio para la obtención de más dinero.

        En tanto la obtención de más dinero es el fin del intercambio, el retorno del dinero a las manos originarias no es más que el inicio de otro ciclo de circulación en busca de más dinero, así se establece una propensión objetiva y subjetiva hacia un proceso continuo sin fin. Pero aquí no solo el fin cambia, sino que hay una transformación cuantitativa, ya que el dinero regresa a las manos de su poseedor de manera incrementada con un plus. En tanto contenedores de una cantidad de valor, tanto la mercancía y el dinero que se intercambian en la compra (D-M) son equivalentes, sin embargo, en la venta (M-D’) se experimenta un incremento cuantitativo del dinero, un plusvalor. De ahí deriva Marx que esta nueva circulación forma de circulación (D-M-D’) representa la transición del dinero en capital; dinero que circula con el fin de incrementarse, dinero que sirve para hacer más dinero. “Valor que se autovaloriza en su movimiento”.

       Sin embargo, la pregunta es: ¿Cómo se origina ese incremento del dinero que ha entrado en la circulación? ¿De dónde se origina esa plusvalía? Hasta aquí Marx ha abstraído las formas de circulación del desarrollo histórico del comercio y ha identificado estas dos formas. En el análisis de las relaciones de intercambio y de transito de la mercancía y del dinero identifica las conexiones internas de estas dos formas, en este proceso descubre la formula básica de la circulación del dinero como capital: D-M-D’. Del análisis de la forma de circulación llega al plusvalor como eje problemático a ser dilucidado. La cuestión para Marx, entonces, es identificar de donde surge este plusvalor, que aparece como finalidad de la circulación del dinero como capital. Marx llega a un punto nodal donde debe explicitar la transformación cualitativa del dinero en capital, a partir de explicar el origen de su modificación cuantitativa.

        Llevando las leyes del intercambio mercantil simple hasta sus últimas consecuencias es que Marx identifica una contradicción. Si el intercambio de mercancías es un intercambio de equivalentes, lo que ocurre en el mercado es un intercambio que no genera ningún efecto más que el cambio de la forma del valor de dinero a la forma mercancía y luego de la forma mercancía a la forma dinero. Si se parte, como lo hace Marx, del caso de que uno de los poseedores de dinero tenga la posibilidad de intercambiar las mercancías obtenidas por una cantidad mayor al dinero invertido, se estaría gestando una apropiación de más valor, fruto de un intercambio desigual. A nivel general, esta forma de apropiación llevaría a un círculo cerrado donde todos los poseedores de dinero se arrebatarían entre todos una parte del valor de sus mercancías sin que se genere más valor. A partir de este examen, identifica lo siguiente: Si bien del desarrollo de la circulación emerge la forma D-M-D’ no es en la circulación donde esta se explica plenamente:

Imagen: https://www.bbva.com, 16/11/2015 
“La circulación es el compendio de todas las relaciones recíprocas que se establecen entre los poseedores de mercancías. Fuera de ella, el poseedor de mercancías está en relación únicamente con su propia mercancía”[vii]. “El poseedor de mercancías puede crear valores por medio de su trabajo, pero no valores que se auto valoricen”[viii]. “El capital, por ende, no puede surgir de la circulación, y es igualmente imposible que no surja de la circulación. Tiene que brotar al mismo tiempo en ella y no en ella. Se ha obtenido, pues, un doble resultado”[ix].

        Si bien la forma de circulación D-M-D’ tiene como fin necesario el acrecentamiento del dinero, esta no puede darse de manera directa bajo la forma D-D’ sino que necesita entrar en circulación, en este tránsito media la mercancía; pero, como indica Marx, si las mercancías se venden y se compran a su valor, ese plusvalor no puede surgir del valor de cambio de la mercancía sino de su valor de uso, de manera que, el poseedor de dinero tiene que encontrar una mercancía en el espacio de la circulación, que tenga como valor de uso la creación de más valor que el suyo propio. Para Marx la fuerza de trabajo como mercancía es la que cumple esta condición.

       Al igual que en el análisis de las formas del valor, donde Marx deriva lógicamente el dinero como forma equivalente que resuelve la contradicción entre valor de uso y valor[x]; en el análisis de la transformación del dinero en capital, Marx resuelve la contradicción surgida en la esfera de la circulación de la forma D-M-D’ con la mediación de la fuerza de trabajo como mercancía[xi].  Marx encuentra que como en toda mercancía, su valor (tiempo de trabajo necesario para su reproducción: alimentación, descanso, formación, etc.) solo podrá ser realizado en la medida en que sea un valor de uso para otro: “Si la misma no se vende, no le aprovecha para nada al obrero, que siente, por el contrario, como una cruel necesidad natural el que su capacidad de trabajo haya requerido determinada cantidad de medios de subsistencia para su producción y que los requiera siempre de nuevo para su reproducción”[xii].

        Por tanto, la realización del valor de la fuerza de trabajo como mercancía solo puede darse si esta es utilizada por otro, en este caso el poseedor de dinero. Si bien  “su valor, al igual que el de cualquier otra mercancía, estaba determinado antes que entrara en la circulación, puesto que para la producción de la fuerza de trabajo se había gastado determinada cantidad de trabajo social”, […] “su valor de uso reside en la exteriorización posterior de esa fuerza”[xiii] y esta solo puede realizarse si la fuerza de trabajo es utilizada por su comprador en la esfera de la producción. Entonces, Marx concluye:
“El proceso de consumo de la fuerza de trabajo es al mismo tiempo el proceso de producción de la mercancía y del plusvalor. El consumo de la fuerza de trabajo, al igual que el de cualquier otra mercancía, se efectúa fuera del mercado o de la esfera de la circulación. Abandonamos, por tanto, esa ruidosa esfera instalada en la superficie y accesible a todos los ojos, para dirigirnos, junto al poseedor de dinero y al poseedor de fuerza de trabajo, siguiéndoles los pasos, hacia la oculta sede de la producción”[xiv]
Imagen: http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com, 20/04/2018

       Entonces, la derivación lógica de la fuerza de trabajo para resolver la contradicción de la fórmula general del capital, consiste en la transición dialéctica hacia el espacio de la producción. Solo integrando la producción es que se puede explicar que el capital surja de la circulación y, al mismo tiempo, no surja de ella. Es decir que la resolución de la contradicción de la formula general de capital (D-MD’) la resuelve Marx, incorporando un nuevo nivel de abstracción,  el de  la producción. Si bien hasta este momento,  el análisis se ha desarrollado en un nivel abstracto mediante la identificación de la conexión interna (las relaciones internas necesarias abstraídas de la historia real),  la génesis histórica de la fuerza de trabajo no puede ser explicada solamente desde la derivación lógica, por eso es necesaria la transición hacia lo histórico. En este sentido nos preguntamos, ¿Cómo la Fuerza de trabajo llega a convertirse en mercancía? ¿Que implica esta transformación?

      Marx explica que la aparición de la fuerza de trabajo como mercancía en la esfera de la circulación responde a dos condiciones históricas. La primera:
“La fuerza de trabajo, como mercancía, sólo puede aparecer en el mercado en la medida y por el hecho de que su propio poseedor — la persona a quien pertenece esa fuerza de trabajo— la ofrezca y venda como mercancía”. “Para que su poseedor la venda como mercancía es necesario que pueda disponer de la misma, y por tanto, que sea propietario libre de su capacidad de trabajo, de su persona. Él y el poseedor de dinero se encuentran en el mercado y traban relaciones mutuas en calidad de poseedores de mercancías dotados de los mismos derechos, y que sólo se distinguen por ser el uno vendedor y el otro comprador; ambos, pues, son personas jurídicamente iguales”[xv].

       Que las personas puedan disponer y vender su fuerza de trabajo supone la emergencia de la libertad formal. Sin embargo, Marx también advierte que el vendedor de su fuerza de trabajo no sólo necesita estar libre para disponer de sus propias capacidades corpóreas, sino que, como segunda condición histórica, también debe estar despojado de sus medios de producción, es decir, debe carecer de las condiciones para reproducir de fuerza de trabajo por sí solo, al punto de contar solo con su propia capacidad de trabajo, para intercambiarla como mercancía. Entonces, la aparición de la fuerza de trabajo como mercancía, no solo supone la igualdad formal de los seres humanos, sino también la desposesión de los medios de producción a los productores directos, para ello no solo se ha trastocado las antiguas formas de jerarquización jurídicas, sino también, las condiciones de producción de campesinos, comunarios ligados a la propiedad colectiva de la tierra, artesanos, etc. Esta segunda condición histórica significa también, la separación entre fuerza de trabajo y trabajo, de manera, que la reproducción de la misma mediante su uso productivo pasa por el mercado. Lo que Marx muestra claramente es que la trasformación de la fuerza de trabajo como mercancía implicó una serie de profundos “trastrocamientos” que transformaron las relaciones sociales de producción.  Si la sociedad mercantil tiene como principio esencial el intercambio de equivalentes, éste solo puede desarrollarse plenamente, si se rompen las barreras estamentales, de manera que, la conversión de la fuerza de trabajo en mercancía y desarrollo del intercambio están relacionados. 

2. EL ENFOQUE DEL “TRABAJO ATÍPICO” A LA LUZ DE LA FORMA SOCIAL DEL TRABAJO EN MARX.

      Como habíamos mencionado en la introducción, actualmente, existen enfoques en los estudios del trabajo, desde los que se busca generar conceptos para el estudio de las “nuevas realidades laborales”[xvi], como los enfoques del “trabajo atípico” y del “trabajo clásico y trabajo no clásico”[xvii].

      Para nuestra reflexión, tomaremos el enfoque del “trabajo atípico”. Este enfoque propone una clasificación consistente en diferenciar entre el “trabajo típico” (caracterizado por una relación obrero-patronal estable en el sector industrial y regulada por el Estado); del “trabajo atípico”, caracterizado por la informalidad, la precariedad y la flexibilidad laboral[xviii]. Desde este enfoque, los llamados “trabajos atípicos”, son trabajos con contratos temporales[xix], donde las relaciones obrero-patrón fueron desdibujadas por la intervención de un tercero dándose una relación triangular como es el caso de la subcontratación y la tercerización.

       El punto de partida consiste en la fijación de un modelo de lo que es el trabajo, en este caso, el considerado “trabajo típico”, en base a ciertos rasgos fenoménicos considerados normales de un trabajo (trabajo estable, regulado, etc.). Luego se identifican las formas de trabajo que no encajan dentro de este modelo y, acto seguido, las agrupan bajo un concepto nuevo, en este caso, “trabajo atípico”. El procedimiento es básicamente deductivo y empirista. Deductivo, porque el concepto de trabajo se deriva de una construcción conceptual a priori, desde la cual se enumeran los rasgos esenciales. Es empirista, porque solo llega a la descripción y clasificación de las características visibles que comportan los trabajos. Esta forma de proceder se queda atrapada en la apariencia de los cambios operados en los contenidos concretos de las operaciones laborales.

       A diferencia de este enfoque,  el método de Marx no procede por la clasificación de la heterogeneidad concreta del trabajo, ni por clasificar las formas de trabajo y describir las relaciones contractuales y de cooperación que se trazan en esas operaciones (trabajo concreto). Marx mediante la abstracción dialéctica del desarrollo histórico de la fuerza de trabajo en mercancía, procede a captar las relaciones internas esenciales derivadas de un conocimiento amplio y profundo del fenómeno estudiado. Por ello, la reproducción mental de la realidad no parte del trabajo mismo, sino de la exposición sistemática y profunda de la relación básica del capitalismo: el intercambio de mercancías. Del despliegue de las conexiones internas del intercambio mercantil va derivando la necesidad y el lugar de la fuerza de trabajo como mercancía, para resolver la contradicción que se produce dentro de la esfera de la circulación de la forma D-M-D’. Luego, el análisis se complementa con la derivación histórica[xx] de las condiciones que permitieron la conversión de la fuerza de trabajo en mercancía. Como vimos en la primera parte de este artículo, para Marx, la problemática del trabajo se liga a la acumulación del capital, solo en la medida en que ha encontrado la conexión interna de necesidad entre la transformación del dinero en capital. Su análisis muestra que la fuerza de trabajo como mercancía es la forma social necesaria, que media esta transformación.

Imagen: https://www.finanzasinversores.com, 01/11/2019
        En este sentido, la forma de proceder para la comprensión de las denominadas nuevas realidades laborales, no debe basarse solamente en la identificación de las formas concretas (fenoménicas) que asumen las actividades de trabajo, sino en el esfuerzo de captar las conexiones internas que se desarrollan en estas actividades. Por ejemplo, en el caso de la subcontratación y la tercerización, caracterizadas como formas de “trabajo atípico” en el enfoque que reflexionamos, el análisis debe ir más allá de la descripción de las características contractuales que presentan las relaciones sociales en que se sostienen (nos referimos a la existencia de un intermediador en la relación contractual obrero-patronal) y determinar cuál es la mediación, para la realización de esa actividad laboral (trabajo).

        En este caso, podríamos ver que en la subcontratación,  más allá de la presencia de un intermediador en la relación laboral obrero-patronal y de la forma concreta en que se realiza el trabajo, como prestación de servicios o como realización de un pedido, prevalece  la relación básica de compra  y venta  de fuerza de trabajo, en este caso, la posibilidad de existencia de una instancia mediadora (el subcontratista) entre la empresa contratante  y el trabajador, no ha cambiado la forma social sustancial de compra venta de fuerza de trabajo. En estas condiciones, el que ahora la fuerza trabajo tome la forma general de venta de servicio, se debe más bien, a que la forma social de compra  y venta de fuerza de trabajo se  realiza  cada vez más desligada de un trabajo concreto. Dicho de otra forma, la subcontratación no ha afectado las relaciones de compra y venta de fuerza de trabajo de los individuos (su forma social como mercancía); al contrario, su extensión solo es posible, por el carácter mercantil de la fuerza de trabajo, eso explica que hoy existan empresas especializadas en la gestión de esta fuerza de trabajo para usos cada vez más amplios y generales (donde su uso concreto se desdibuja). Hay empresas subcontratistas de mantenimiento industrial que ofrecen sus servicios a diversas empresas de diferentes rubros, a estas empresas no les interesa per se, la realización útil de la fuerza de trabajo que gestionan, sino que, de su intercambio, se genere un plusvalor. 

        Bajo el análisis dialéctico de Marx, encontramos; entonces, que los llamados “trabajos atípicos” no significan la transformación de la forma esencial del trabajo, que los cambios en su contenido no han alterado su forma social, solo las vías de su realización. Por lo que la fuerza de trabajo como mercancía es la determinación que nos permite comprobar que bajo cualquier forma aparente que asuma el trabajo, ella continúa funcionando como mediación de la posibilidad de su reproducción y de valorización del capital.

        Actualmente, el empobrecimiento de los estudios del trabajo se debe justamente, a que muchos análisis quedaron presos en las trasformaciones fenoménicas (aparentes) del trabajo. Al ver la crisis de la producción industrial en masa de los 70 y las reestructuraciones recientes, muchos investigadores se dieron la tarea de describir y clasificar los nuevos tipos de trabajo o las nuevas formas contractuales bajo las que se realiza el trabajo, sin profundizar en el análisis de la forma social que envuelve a estos trabajos.  La recuperación del método de Marx permite que el análisis del trabajo avance más allá de lo aparente. El enfoque del “trabajo atípico” al no considerar esta posibilidad, se queda en el plano descriptivo sin muchas posibilidades de explicar por qué los trabajos contemporáneos asumen los contenidos que ellos describen como “atípicos”; es decir, también, hasta qué punto los trabajos a los que se refieren podrían ser considerados como “atípicos”.



[i] De la Garza, Enrique (2011) “Trabajo a-típico, ¿identidad o fragmentación?: alternativas de análisis” en Pacheco, E.; De la Garza, E. y Reygadas, L., Trabajos atípicos y precarización del empleo. México D. F.: Colegio de México.
[ii] De la Garza, Enrique (2010) Hacia un concepto ampliado de trabajo. Iztapalapa: UAM-I y ANTRPOS.
[iii] García López, Jorge  (2006) El trabajo como relación social una problematización del modo de construcción del objeto a partir de la sociología del salariado de Pierre Naville. Madrid: Universidad Complutense de Madrid (Mimeo)
[iv] (Kosik, Karel (1990) La dialéctica de lo concreto. México D. F.: Editorial Grijalbo.
[v] Zeleny (1978) La estructura lógica de El Capital de Marx. México D. F.: Editorial Grijalbo.
[vi] Página 200, Marx, Karl (1985) El Capital, Volumen 1., Libro 1. México D. F.: Siglo XXI  Editores.
[vii] Página 201, Ídem.
[viii] Página 201, Ídem.
[ix] Página 202, Ídem.
[x] Zeleny (1978) La estructura lógica de El Capital de Marx. México D. F.: Editorial Grijalbo.
[xi] En el análisis de la fuerza de trabajo como mercancía, Marx da una definición de que entiende por Fuerza de trabajo:  “Por fuerza de trabajo o capacidad de trabajo entendemos el conjunto de las facultades físicas y mentales que existen en la corporeidad, en la personalidad viva de un ser humano y que él pone en movimiento cuando produce valores de uso de cualquier índole” (206) Cuando estas capacidades físicas y mentales existentes en la corporeidad son presentadas en la esfera de la circulación como mercancía, ocurre en la misma, el desdoblamiento propio de las mercancías: la Fuerza de trabajo debe comportar un valor de uso y un valor de cambio. Este doble carácter de la fuerza de trabajo es el punto de análisis para ver como esta se convierte en mediación de la valorización del capital. A continuación, Marx identifica las determinaciones del valor de cambio de la fuerza de trabajo, parte así del supuesto de que su valor, “al igual que el de toda otra mercancía, se determina por el tiempo de trabajo necesario para la producción, y por tanto también para la reproducción, de ese artículo específico” (Marx, 1985: 207) ¿Cuáles son los componentes de este tiempo de trabajo para su producción y conservación? En primer lugar, identifica que el valor de la fuerza de trabajo es el “valor de los medios de subsistencia necesarios para la conservación del poseedor de aquélla” (Marx, 1985: 207). La determinación de estos medios de subsistencia necesarios no solo comprende a las necesidades físicas mínimas para la subsistencia, sino que también, del desarrollo histórico de estas necesidades físicas mínimas, así “la determinación del valor de la fuerza laboral encierra un elemento histórico y moral” (Marx, 1985: 208). Dentro de esta primera determinación, el identifica otras, una relacionada a la renovación permanente de esta fuerza de trabajo por un largo periodo lo que implica que estos medios de subsistencia cubran las necesidades de los hijos de los obreros. La otra determinación está referida a al grado de complejidad de las habilidades y destrezas que comprenden la fuerza de trabajo, por lo que la inversión en la instrucción y formación de la fuerza de trabajo es otro componente. Finalmente, identifica que la determinación del valor de la fuerza de trabajo va a estar relacionada al valor de las mercancías que componen los medios de subsistencia de su formación y de su reproducción.
[xii] Página 211, Marx, Karl (1985) El Capital, Volumen 1., Libro 1. México D. F.: Siglo XXI  Editores.
[xiii] Página 212, Ídem.
[xiv] Páginas 213-214, Ídem.
[xv] Páginas 203-204, Ídem.
[xvi] De la Garza, Enrique (2010) Hacia un concepto ampliado de trabajo. Iztapalapa: UAM-I y ANTRPOS.
[xvii] Ídem.
[xviii] Sánchez, Ernesto (2018) “Entre calles y avenidas: trabajadores informales, atípicos y precarios en el noroeste de México” en Ánfora, vol. 25, núm. 45. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=357857619004, Ultima vista: 28 de abril de 2020.
[xix] Malo, Miguel (2018) “Nuevas formas de empleo: del empleo atípico a las plataformas digitales” en Papeles de economía española: Los problemas del mercado de trabajo y las reformas pendientes, N. 156.
[xx] Zeleny (1978) La estructura lógica de El Capital de Marx. México D. F.: Editorial Grijalbo.


domingo, 8 de marzo de 2020

Discriminación laboral femenina: entre la opresión y la explotación




Tania Aillón Gómez



Fotografia: http://elbolivianoenvivo.com/, 05/12/2014
El Grupo de Estudios del Trabajo LLankaymanta rinde homenaje a las obreras caídas en una marcha en Nueva York un 8 de marzo de 1857, en su lucha por mejoras salariales; ellas apenas percibían la mitad del salario de sus colegas varones. Se trataba de una discriminación salarial por sexos, que avanzado ya el siglo XXI, bajo formas diversas, pervive.  A la luz de información recogida en la industria de Cochabamba, en este artículo reflexionamos vetas explicativas a esta pervivencia de la discriminación salarial de las mujeres en los espacios laborales.

1. SEGREGACIÓN OCUPACIONAL Y DIVISIÓN SOCIAL DEL TRABAJO POR SEXOS

La empresa capitalista se organiza en base a una división técnica del trabajo que como indicaba Marx[i], no puede entenderse al margen de la división social de trabajo, de ahí que, la división social del trabajo entre los sexos, como una de las formas que asume la división social del trabajo, es una dimensión a considerar a la hora de analizar la con figuración de la división técnica del trabajo al interior de las fábricas. Se trata de una división sexual del trabajo que, permeada por la ideología patriarcal, posicionó a las mujeres en ocupaciones valoradas socialmente como inferiores; al respecto precisa Gayle:
 [L]a división social del trabajo, al limitar los ámbitos de trabajo por sexos, abre la posibilidad a una valoración social diferenciada de cada uno de ellos; así la diferencia en las actividades se convierte en fuente de desigualdad, sentando la base para que surjan relaciones de superioridad inferioridad. Relaciones de desigualdad que emergen de una distinta forma de participación en la producción reproducción de la vida en comunidad, Así se inicia una desigual distribución del poder, del prestigio, de las posibilidades de disponer del trabajo propio o ajeno (en algunas sociedades primitivas el alto grado de subordinación del sexo femenino respecto al masculino llega al punto de que los hombres pueden dar a las mujeres como regalo y ellas no pueden darse ellas mismas)[ii].

Una forma de manifestación de cómo esta división social del trabajo por sexos alimentada por la ideología patriarcal incide en la división técnica del trabajo al interior de las fábricas, es la segregación ocupacional. Esta segregación coloca a la fuerza de trabajo femenina en los peldaños más bajos de la división técnica del trabajo. De acuerdo a nuestra información, la mayor proporción de obreras se concentra en las ocupaciones de peón, ayudante y operador manual 65%) (gráfico 1), mientras que sólo el   41% de los trabajadores se encuentra en esta situación. Es decir, que la lógica de asignación de los puestos de trabajo por sexos, que realizan los managers y/o directores de empresa, esta atravesada por una ideología patriarcal que subalterniza el trabajo femenino dentro de los escaños de la   división técnica del trabajo.

Gráfico 1. Posición en la ocupación de trabajadores de la industria según sexo (en%)[iii]


Esta segregación ocupacional concentra a las trabajadoras en los rangos salariales más bajos, como podemos observar en las estadísticas siguientes:  

Gráfico 2.  Rangos salariales de trabajadores de la industria según sexo[iv]


 Si observamos la información del gráfico 2, el 25 % de las trabajadoras (prácticamente una cuarta parte), perciben salarios que no sobrepasan los 2.800 bolivianos. Mientras que el 46% de los salarios masculinos se concentra en un rango de entre 3.500 y más de 5.600 bolivianos; en el caso de las trabajadoras, los salarios se concentran entre los  2.100 a 3.500 bolivianos. Cabe resaltar que ninguna trabajadora obtiene un salario mayor a 5. 600 de bolivianos, como ocurre con; aproximadamente, el 16% de los trabajadores.

2. LAS DISTINTAS DIMENSIONES DE LA DISCRIMINACIÓN SALARIAL

Uno podría suponer, que una movilidad de las trabajadoras a las mismas ocupaciones que los trabajadores, les permitiría acceder a iguales salarios. Sin embargo, cuando observamos los niveles de salarios de obreros y obreras, que ocupan un mismo puesto de trabajo (gráfico 3) (con excepción del puesto de peón) las obreras perciben salarios que están por debajo de los salarios promedio obtenidos por sus colegas varones.

Grafico 3. Nivel salarial en promedio, de trabajadores en la industria, por posición en la ocupación, según sexo (en %)[v]


Las diferencias salariales entre obreros y obreras colocados en un mismo puesto de trabajo, sobrepasan los 1.000 bolivianos y cuando se trata de puestos como el de operador de maquinaria esta diferencia llega a los 2.000 bolivianos. Como la posición subalterna de las mujeres en la división social del trabajo entre los sexos, limita su acceso a la formación de capacidades, que puedan ser intercambiadas en los mercados de trabajo (formación profesional); podríamos suponer, que esta es la causa de la discriminación salarial que experimentan. En consecuencia, el capacitarse o formarse al mismo grado que sus colegas varones, tendría que preservarlas de la discriminación salarial.
Si bien en los datos expuestos en el gráfico 4; se identifica que cuando sube el nivel de instrucción, una mayor proporción de trabajadores percibe salarios situados en los rangos salariales más altos, tendencia que parece confirmar que a mayor grado de formación técnica y/o profesional corresponden mejores salarios; sin embargo, como observamos en los resultados expuestos en el mismo gráfico, tampoco un igual nivel de formación respecto a los varones, preserva a las trabajadoras de la discriminación salarial.
Grafico 4. Nivel salarial de trabajadores de la industria por nivel de instrucción, según sexo expresado en bolivianos (en%)[vi]           




Para todos los niveles de formación, la desigualdad salarial favorece a los trabajadores. En el caso de los niveles de formación primaria, secundaria y técnica, la desigualdad a favor de los trabajadores alcanza un promedio de 1.000 bolivianos; aproximadamente, y en el nivel universitario, esta brecha salarial se hace aun mas grande. Cuando ni hombres ni mujeres tienen una formación escolar y/o técnica, la desigualdad salarial es aun mas notoria, supera los 2.000 bolivianos (gráfico 4). En el caso que estudiamos, esto parece explicarse, porque mientras las obreras quedan estancadas en los peldaños más bajos de la escala ocupacional, los varones, en base al conocimiento tácito que van adquiriendo, tienen mayores oportunidades de ascenso laboral. 
Uno puede atribuir las diferencias salariales, entre trabajadores y trabajadoras, a los distintos años de antigüedad en la empresa; sobre todo, si consideramos, como pudimos observar en nuestro estudio, que las mujeres se incorporaron a puestos de contenido técnico o de control en tiempos recientes. 
Gráfico 5. Nivel salarial de trabajadores en la industria, por años de antigüedad según sexo (en %) [vii]


Sin embargo, cuando analizamos los salarios por sexo, según años de antigüedad, vemos que las trabajadoras siguen recibiendo un menor salario que los varones, pese a permanecer en la empresa los mismos años que ellos. Solo los trabajadores acceden a salarios superiores a 5.000 bolivianos, cuando tienen más de 20 años de antigüedad; mientras que las mujeres se encuentran estancadas en salarios que no alcanzan los 5.000 bolivianos(gráfico 5); es decir, tampoco la antigüedad explica la discriminación salarial, que sufren las trabajadoras; este es otro aspecto que podría ser explicado, a partir de que la segregación ocupacional las estanca en los peldaños más bajos de la escala ocupacional.

3. MENOR CUALIFICACIÓN RELATIVA DE LA FUERZA DE TRABAJO FEMENINA Y DISCRIMINACIÓN SALARIAL
Para plantearnos una explicación de la permanencia de la discriminación salarial por sexos, pese a que las obreras de la industria ocupan los mismos puestos de trabajo, tienen un mismo nivel de formación, experiencia y antigüedad laboral, que sus colegas varones, evocaremos un viejo debate entre dos clásicos de la sociología del trabajo: G. Friedman y P. Naville, acerca de la cualificación del trabajo, entendiendo a ésta como el proceso de clasificar y jerarquizar  a los trabajadores, respecto de otros, para definir las remuneraciones salariales(directas, indirectas) que reconocen el valor que se le asigna a su fuerza de trabajo (capacidades, habilidades).

Si retomamos la concepción de G. Friedman[viii] sobre la cualificación, como el reconocimiento a la técnica empleada por el trabajador en su puesto de trabajo, concepción desde la cual, la relación formación-empleo aparece como directa, las posibilidades explicativas a la discriminación salarial que viven las trabajadoras, parecen cerrarse, puesto  que desde esta mirada, dos niveles de mismo  manejo técnico (igual nivel de formación en el mismo puesto de trabajo) tendrían que ser igualmente cualificados; es decir, igualmente reconocidos en términos salariales. La referencia empírica expuesta anteriormente, niega dicha posibilidad de forma reiterada; esto parece mostrar, los limites heurísticos del concepto  de G. Friedman sobre la cualificación. 

Por el contrario, para P. Naville[ix], la tarea entendida desde la relación individual y directa entre la persona, el material, la herramienta y el producto (la técnica empleada por el trabajador en su puesto de trabajo) no cualifica; la cualificación es un proceso social  donde la fábrica  y sus situaciones de trabajo  son un momento de una actividad productiva global. En este sentido, no es el hecho técnico en el puesto de trabajo, en sí y por sí mismo, el que provoca directamente efectos sociales, sino ese mismo hecho técnico, en tanto que expresión de determinadas relaciones sociales y económicas. En consecuencia, de acuerdo a P. Naville, lo que cualifica no es un tiempo de trabajo individual, sino un tiempo socialmente necesario, para producir un determinado grado de formación de la fuerza de trabajo: duración de los estudios, costo de aprendizaje, capacidades adquiridas en la experiencia laboral, antigüedad (sustrato de valor de toda mercancía)[x] que pueden llegar a cualificar el trabajo[xi].  Al ser la cualificación el resultado de un reconocimiento social, el análisis de las cualificaciones del trabajo no puede ser encerrado ni en el puesto de trabajo ni en la empresa, ni en la formación, sino que se extiende hasta el movimiento de las relaciones reciprocas que distribuyen las capacidades individuales y modifican; sin cesar, sus posiciones y contenidos[xii].  En este caso, la relación entre formación y empleo esta medida por una cualificación que no es inmediata, que se reconstruye   de   forma   permanente, desde la dinámica de los mercados de trabajo, de las políticas estatales, y de la correlación de fuerzas entre patrones y trabajadores. Esto muestra la distancia, entre el conjunto de competencias adquiridas y movilizadas y el conjunto de las competencias efectivamente reconocidas en las empresas como “cualificaciones”, una distancia por la que se filtran las valoraciones sociales que definen una jerarquía dentro de la división técnica del trabajo. Este es el caso de la menor jerarquía que la valoración social atribuye  al trabajo femenino, respecto del masculino, valoración establecida a partir del lugar que ocupan las mujeres dentro la división social del trabajo  por sexos.
 Desde esta perspectiva, la relación formación-empleo está permeada por la ideología patriarcal, que ha desvalorizado el trabajo femenino, respecto del masculino, incluso desde antes que se impongan, como dominantes, las relaciones sociales capitalistas[xiii]. Aunque las mujeres detenten el mismo nivel de formación profesional, ocupen el mismo puesto de trabajo, tengan la misma experiencia y/o antigüedad que los varones, de forma persistente, en la sociedad capitalista, una menor parte de sus capacidades y habilidades es cualificada (reconocida social y económicamente) en relación a las mismas capacidades y habilidades de los varones. Es decir que  la distancia entre las competencias adquiridas en la formación y las reconocidas efectivamente por los empresarios, (las “cualificaciones” “cualificantes”)[xiv], se gestionan desde los intereses patronales, que tratan de sacar ventaja de esta menor valorización relativa del trabajo femenino, para establecer mayores tasas de explotación o fijar menores costos relativos de la fuerza de trabajo femenina; de esta manera,  los patrones pueden hacer uso de las mayores competencias de sus trabajadoras en sus puestos de trabajo, sin que exista un reconocimiento de este trabajo concreto

CONSIDERACIONES FINALES

    La explicación de la persistencia de la discriminación laboral de las mujeres desde distintas dimensiones (posición en la ocupación, reconocimiento a su formación profesional, niveles salariales, etc.) solo se hace posible si se asume una perspectiva histórica  que la sitúe fuera de los límites de una concepción de la cualificación basada en el análisis del trabajo concreto, abstraída de la totalidad social. La explicación pasa, más bien, por considerar a la cualificación, como un proceso permanente de transformación, que deshecha toda posibilidad de “adecuación” inmediata entre formación y empleo. A propósito, la referencia empírica que exponemos en esta ocasión, muestra que la condición  en los empleos femeninos, tiene menos que ver con las competencias movilizadas en los puestos de trabajo por trabajadores y trabajadoras, que con jerarquizaciones sociales más amplias, como los estatutos económicos y sociales[xv]  atribuidos; en este caso, de forma diferenciada a hombres y mujeres por su posición dentro de la división social del trabajo por sexos (una forma de “apreciación social del valor diferencial de los trabajos”)[xvi].
  La  condición de sobreexplotada de las mujeres trabajadoras, que resulta de esa telaraña formada por una superposición entre la división social de trabajo por sexos con las relaciones sociales capitalistas de producción, que  ubica a las mujeres en las posiciones laborales más desfavorables, nos convoca a una lucha anti patriarcal y anticapitalista, en la medida en que las relaciones de sobrexplotación se entrelazan con las relaciones  sociales de opresión del sexo femenino,  a las que subsumen.     



[i] Marx, Karl (1986), El capital, Tomo I, vol. I, Mexico. Siglo XXI.
[ii] Ver página 111 en, Gayle, Rubin “El tráfico de mujeres, notas sobre la economía política del sexo”/Tr. Stela Mastrangueli), en revista Nueva Antropología, Vol. VIII, No 30, pp. 95-145, 1986.
[iii] Fuente: Encuesta industrial a obreros y obreras (2019) (IESE-UMSS). Proyecto: “Los mercados internos de trabajo en ramas industriales estratégicas de la economía regional: su relación con el desempeño económico empresarial y la dinámica del mercado interno (2014-2018)”.
[iv] Fuente: Encuesta industrial a obreros y obreras (2019) (IESE-UMSS). Proyecto: “Los mercados internos de trabajo en ramas industriales estratégicas de la economía regional: su relación con el desempeño económico empresarial y la dinámica del mercado interno (2014-2018).
[v] Fuente: Encuesta industrial a obreros y obreras (2019) (IESE-UMSS). Proyecto: “Los mercados internos de trabajo en ramas industriales estratégicas de la economía regional: su relación con el desempeño económico empresarial y la dinámica del mercado interno (2014-2018).
[vi] Fuente: Encuesta industrial a obreros y obreras (2019) (IESE-UMSS). Proyecto: “Los mercados internos de trabajo en ramas industriales estratégicas de la economía regional: su relación con el desempeño económico empresarial y la dinámica del mercado interno (2014-2018).
[vii] Fuente: Encuesta industrial a obreros y obreras (2019) (IESE-UMSS). Proyecto: “Los mercados internos de trabajo en ramas industriales estratégicas de la economía regional: su relación con el desempeño económico empresarial y la dinámica del mercado interno (2014-2018).
[viii] FRIEDMAN, G. Problemas humanos del maquinismo industrial, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1956.
[ix]  Naville, P. Qu’est-ce-que la qualification du travail ? en L’année sociologique, No 30, pp.497-503, 1979.
[x]  Marx, Karl (1986), El capital, Tomo I, vol. I, México. Siglo XXI.
[xi] Naville, P. Qu’est-ce-que la qualification du travail ? en L’année sociologique, No 30, pp.497-503, 1979.
[xii] Idem.
[xiii] La cristalización del desarrollo de la división social del trabajo en clases sociales no hizo más que sobre determinar la opresión femenina preexistente, solo así es posible comprender que la mujer sea entre los explotados, la más explotada; las relaciones de explotación y opresión clasistas subsumieron la relación de opresión entre los sexos a sus intereses de clase y se superpusieron como nueva fuente de opresión y explotación (Aillon. T. Alenacion y relaciones de género: las determinaciones comunes de clase y de género, en revista escarmenar, No 2, año 1997, La Paz, plural).
[xiv] (Garcia López, 2006 en Aillon, T. O Déclassement visto a partir das propostas teóricas de G. Friedman Y P. Naville, en Revista Educação e Políticas em Debate – v. 7, n.1, p. 191 - 207 – jan./abr. 2018 - ISSN 2238-8346
[xv] Naville, P. 1956,  Essai sur la qualification du travail; Marcel Rivière, París.
[xvi] Naville, P. “Réflexions à propos de la division du travail”; en Cahiers d´étude de l´automation et des sociétés industrielles, nº 4, pp. 232-244, 1963.