-->

Llank'aymanta presenta el libro:

Trabajo asalariado, el claroscuro del Censo Agropecuario

La actualidad de las tesis de Marini para entender el proyecto del Capitalismo "Andino - Amazónico

Reseña al libro de Tania Aillón, "Japonización" de la dominación patronal y respuesta obrera

Subcontratación, reforma laboral y lucha obrera: El caso de los obreros del sector industrial en Bolivia

1 2 3 4 5

domingo, 8 de marzo de 2020

Discriminación laboral femenina: entre la opresión y la explotación




Tania Aillón Gómez



Fotografia: http://elbolivianoenvivo.com/, 05/12/2014
El Grupo de Estudios del Trabajo LLankaymanta rinde homenaje a las obreras caídas en una marcha en Nueva York un 8 de marzo de 1857, en su lucha por mejoras salariales; ellas apenas percibían la mitad del salario de sus colegas varones. Se trataba de una discriminación salarial por sexos, que avanzado ya el siglo XXI, bajo formas diversas, pervive.  A la luz de información recogida en la industria de Cochabamba, en este artículo reflexionamos vetas explicativas a esta pervivencia de la discriminación salarial de las mujeres en los espacios laborales.

1. SEGREGACIÓN OCUPACIONAL Y DIVISIÓN SOCIAL DEL TRABAJO POR SEXOS

La empresa capitalista se organiza en base a una división técnica del trabajo que como indicaba Marx[i], no puede entenderse al margen de la división social de trabajo, de ahí que, la división social del trabajo entre los sexos, como una de las formas que asume la división social del trabajo, es una dimensión a considerar a la hora de analizar la con figuración de la división técnica del trabajo al interior de las fábricas. Se trata de una división sexual del trabajo que, permeada por la ideología patriarcal, posicionó a las mujeres en ocupaciones valoradas socialmente como inferiores; al respecto precisa Gayle:
 [L]a división social del trabajo, al limitar los ámbitos de trabajo por sexos, abre la posibilidad a una valoración social diferenciada de cada uno de ellos; así la diferencia en las actividades se convierte en fuente de desigualdad, sentando la base para que surjan relaciones de superioridad inferioridad. Relaciones de desigualdad que emergen de una distinta forma de participación en la producción reproducción de la vida en comunidad, Así se inicia una desigual distribución del poder, del prestigio, de las posibilidades de disponer del trabajo propio o ajeno (en algunas sociedades primitivas el alto grado de subordinación del sexo femenino respecto al masculino llega al punto de que los hombres pueden dar a las mujeres como regalo y ellas no pueden darse ellas mismas)[ii].

Una forma de manifestación de cómo esta división social del trabajo por sexos alimentada por la ideología patriarcal incide en la división técnica del trabajo al interior de las fábricas, es la segregación ocupacional. Esta segregación coloca a la fuerza de trabajo femenina en los peldaños más bajos de la división técnica del trabajo. De acuerdo a nuestra información, la mayor proporción de obreras se concentra en las ocupaciones de peón, ayudante y operador manual 65%) (gráfico 1), mientras que sólo el   41% de los trabajadores se encuentra en esta situación. Es decir, que la lógica de asignación de los puestos de trabajo por sexos, que realizan los managers y/o directores de empresa, esta atravesada por una ideología patriarcal que subalterniza el trabajo femenino dentro de los escaños de la   división técnica del trabajo.

Gráfico 1. Posición en la ocupación de trabajadores de la industria según sexo (en%)[iii]


Esta segregación ocupacional concentra a las trabajadoras en los rangos salariales más bajos, como podemos observar en las estadísticas siguientes:  

Gráfico 2.  Rangos salariales de trabajadores de la industria según sexo[iv]


 Si observamos la información del gráfico 2, el 25 % de las trabajadoras (prácticamente una cuarta parte), perciben salarios que no sobrepasan los 2.800 bolivianos. Mientras que el 46% de los salarios masculinos se concentra en un rango de entre 3.500 y más de 5.600 bolivianos; en el caso de las trabajadoras, los salarios se concentran entre los  2.100 a 3.500 bolivianos. Cabe resaltar que ninguna trabajadora obtiene un salario mayor a 5. 600 de bolivianos, como ocurre con; aproximadamente, el 16% de los trabajadores.

2. LAS DISTINTAS DIMENSIONES DE LA DISCRIMINACIÓN SALARIAL

Uno podría suponer, que una movilidad de las trabajadoras a las mismas ocupaciones que los trabajadores, les permitiría acceder a iguales salarios. Sin embargo, cuando observamos los niveles de salarios de obreros y obreras, que ocupan un mismo puesto de trabajo (gráfico 3) (con excepción del puesto de peón) las obreras perciben salarios que están por debajo de los salarios promedio obtenidos por sus colegas varones.

Grafico 3. Nivel salarial en promedio, de trabajadores en la industria, por posición en la ocupación, según sexo (en %)[v]


Las diferencias salariales entre obreros y obreras colocados en un mismo puesto de trabajo, sobrepasan los 1.000 bolivianos y cuando se trata de puestos como el de operador de maquinaria esta diferencia llega a los 2.000 bolivianos. Como la posición subalterna de las mujeres en la división social del trabajo entre los sexos, limita su acceso a la formación de capacidades, que puedan ser intercambiadas en los mercados de trabajo (formación profesional); podríamos suponer, que esta es la causa de la discriminación salarial que experimentan. En consecuencia, el capacitarse o formarse al mismo grado que sus colegas varones, tendría que preservarlas de la discriminación salarial.
Si bien en los datos expuestos en el gráfico 4; se identifica que cuando sube el nivel de instrucción, una mayor proporción de trabajadores percibe salarios situados en los rangos salariales más altos, tendencia que parece confirmar que a mayor grado de formación técnica y/o profesional corresponden mejores salarios; sin embargo, como observamos en los resultados expuestos en el mismo gráfico, tampoco un igual nivel de formación respecto a los varones, preserva a las trabajadoras de la discriminación salarial.
Grafico 4. Nivel salarial de trabajadores de la industria por nivel de instrucción, según sexo expresado en bolivianos (en%)[vi]           




Para todos los niveles de formación, la desigualdad salarial favorece a los trabajadores. En el caso de los niveles de formación primaria, secundaria y técnica, la desigualdad a favor de los trabajadores alcanza un promedio de 1.000 bolivianos; aproximadamente, y en el nivel universitario, esta brecha salarial se hace aun mas grande. Cuando ni hombres ni mujeres tienen una formación escolar y/o técnica, la desigualdad salarial es aun mas notoria, supera los 2.000 bolivianos (gráfico 4). En el caso que estudiamos, esto parece explicarse, porque mientras las obreras quedan estancadas en los peldaños más bajos de la escala ocupacional, los varones, en base al conocimiento tácito que van adquiriendo, tienen mayores oportunidades de ascenso laboral. 
Uno puede atribuir las diferencias salariales, entre trabajadores y trabajadoras, a los distintos años de antigüedad en la empresa; sobre todo, si consideramos, como pudimos observar en nuestro estudio, que las mujeres se incorporaron a puestos de contenido técnico o de control en tiempos recientes. 
Gráfico 5. Nivel salarial de trabajadores en la industria, por años de antigüedad según sexo (en %) [vii]


Sin embargo, cuando analizamos los salarios por sexo, según años de antigüedad, vemos que las trabajadoras siguen recibiendo un menor salario que los varones, pese a permanecer en la empresa los mismos años que ellos. Solo los trabajadores acceden a salarios superiores a 5.000 bolivianos, cuando tienen más de 20 años de antigüedad; mientras que las mujeres se encuentran estancadas en salarios que no alcanzan los 5.000 bolivianos(gráfico 5); es decir, tampoco la antigüedad explica la discriminación salarial, que sufren las trabajadoras; este es otro aspecto que podría ser explicado, a partir de que la segregación ocupacional las estanca en los peldaños más bajos de la escala ocupacional.

3. MENOR CUALIFICACIÓN RELATIVA DE LA FUERZA DE TRABAJO FEMENINA Y DISCRIMINACIÓN SALARIAL
Para plantearnos una explicación de la permanencia de la discriminación salarial por sexos, pese a que las obreras de la industria ocupan los mismos puestos de trabajo, tienen un mismo nivel de formación, experiencia y antigüedad laboral, que sus colegas varones, evocaremos un viejo debate entre dos clásicos de la sociología del trabajo: G. Friedman y P. Naville, acerca de la cualificación del trabajo, entendiendo a ésta como el proceso de clasificar y jerarquizar  a los trabajadores, respecto de otros, para definir las remuneraciones salariales(directas, indirectas) que reconocen el valor que se le asigna a su fuerza de trabajo (capacidades, habilidades).

Si retomamos la concepción de G. Friedman[viii] sobre la cualificación, como el reconocimiento a la técnica empleada por el trabajador en su puesto de trabajo, concepción desde la cual, la relación formación-empleo aparece como directa, las posibilidades explicativas a la discriminación salarial que viven las trabajadoras, parecen cerrarse, puesto  que desde esta mirada, dos niveles de mismo  manejo técnico (igual nivel de formación en el mismo puesto de trabajo) tendrían que ser igualmente cualificados; es decir, igualmente reconocidos en términos salariales. La referencia empírica expuesta anteriormente, niega dicha posibilidad de forma reiterada; esto parece mostrar, los limites heurísticos del concepto  de G. Friedman sobre la cualificación. 

Por el contrario, para P. Naville[ix], la tarea entendida desde la relación individual y directa entre la persona, el material, la herramienta y el producto (la técnica empleada por el trabajador en su puesto de trabajo) no cualifica; la cualificación es un proceso social  donde la fábrica  y sus situaciones de trabajo  son un momento de una actividad productiva global. En este sentido, no es el hecho técnico en el puesto de trabajo, en sí y por sí mismo, el que provoca directamente efectos sociales, sino ese mismo hecho técnico, en tanto que expresión de determinadas relaciones sociales y económicas. En consecuencia, de acuerdo a P. Naville, lo que cualifica no es un tiempo de trabajo individual, sino un tiempo socialmente necesario, para producir un determinado grado de formación de la fuerza de trabajo: duración de los estudios, costo de aprendizaje, capacidades adquiridas en la experiencia laboral, antigüedad (sustrato de valor de toda mercancía)[x] que pueden llegar a cualificar el trabajo[xi].  Al ser la cualificación el resultado de un reconocimiento social, el análisis de las cualificaciones del trabajo no puede ser encerrado ni en el puesto de trabajo ni en la empresa, ni en la formación, sino que se extiende hasta el movimiento de las relaciones reciprocas que distribuyen las capacidades individuales y modifican; sin cesar, sus posiciones y contenidos[xii].  En este caso, la relación entre formación y empleo esta medida por una cualificación que no es inmediata, que se reconstruye   de   forma   permanente, desde la dinámica de los mercados de trabajo, de las políticas estatales, y de la correlación de fuerzas entre patrones y trabajadores. Esto muestra la distancia, entre el conjunto de competencias adquiridas y movilizadas y el conjunto de las competencias efectivamente reconocidas en las empresas como “cualificaciones”, una distancia por la que se filtran las valoraciones sociales que definen una jerarquía dentro de la división técnica del trabajo. Este es el caso de la menor jerarquía que la valoración social atribuye  al trabajo femenino, respecto del masculino, valoración establecida a partir del lugar que ocupan las mujeres dentro la división social del trabajo  por sexos.
 Desde esta perspectiva, la relación formación-empleo está permeada por la ideología patriarcal, que ha desvalorizado el trabajo femenino, respecto del masculino, incluso desde antes que se impongan, como dominantes, las relaciones sociales capitalistas[xiii]. Aunque las mujeres detenten el mismo nivel de formación profesional, ocupen el mismo puesto de trabajo, tengan la misma experiencia y/o antigüedad que los varones, de forma persistente, en la sociedad capitalista, una menor parte de sus capacidades y habilidades es cualificada (reconocida social y económicamente) en relación a las mismas capacidades y habilidades de los varones. Es decir que  la distancia entre las competencias adquiridas en la formación y las reconocidas efectivamente por los empresarios, (las “cualificaciones” “cualificantes”)[xiv], se gestionan desde los intereses patronales, que tratan de sacar ventaja de esta menor valorización relativa del trabajo femenino, para establecer mayores tasas de explotación o fijar menores costos relativos de la fuerza de trabajo femenina; de esta manera,  los patrones pueden hacer uso de las mayores competencias de sus trabajadoras en sus puestos de trabajo, sin que exista un reconocimiento de este trabajo concreto

CONSIDERACIONES FINALES

    La explicación de la persistencia de la discriminación laboral de las mujeres desde distintas dimensiones (posición en la ocupación, reconocimiento a su formación profesional, niveles salariales, etc.) solo se hace posible si se asume una perspectiva histórica  que la sitúe fuera de los límites de una concepción de la cualificación basada en el análisis del trabajo concreto, abstraída de la totalidad social. La explicación pasa, más bien, por considerar a la cualificación, como un proceso permanente de transformación, que deshecha toda posibilidad de “adecuación” inmediata entre formación y empleo. A propósito, la referencia empírica que exponemos en esta ocasión, muestra que la condición  en los empleos femeninos, tiene menos que ver con las competencias movilizadas en los puestos de trabajo por trabajadores y trabajadoras, que con jerarquizaciones sociales más amplias, como los estatutos económicos y sociales[xv]  atribuidos; en este caso, de forma diferenciada a hombres y mujeres por su posición dentro de la división social del trabajo por sexos (una forma de “apreciación social del valor diferencial de los trabajos”)[xvi].
  La  condición de sobreexplotada de las mujeres trabajadoras, que resulta de esa telaraña formada por una superposición entre la división social de trabajo por sexos con las relaciones sociales capitalistas de producción, que  ubica a las mujeres en las posiciones laborales más desfavorables, nos convoca a una lucha anti patriarcal y anticapitalista, en la medida en que las relaciones de sobrexplotación se entrelazan con las relaciones  sociales de opresión del sexo femenino,  a las que subsumen.     



[i] Marx, Karl (1986), El capital, Tomo I, vol. I, Mexico. Siglo XXI.
[ii] Ver página 111 en, Gayle, Rubin “El tráfico de mujeres, notas sobre la economía política del sexo”/Tr. Stela Mastrangueli), en revista Nueva Antropología, Vol. VIII, No 30, pp. 95-145, 1986.
[iii] Fuente: Encuesta industrial a obreros y obreras (2019) (IESE-UMSS). Proyecto: “Los mercados internos de trabajo en ramas industriales estratégicas de la economía regional: su relación con el desempeño económico empresarial y la dinámica del mercado interno (2014-2018)”.
[iv] Fuente: Encuesta industrial a obreros y obreras (2019) (IESE-UMSS). Proyecto: “Los mercados internos de trabajo en ramas industriales estratégicas de la economía regional: su relación con el desempeño económico empresarial y la dinámica del mercado interno (2014-2018).
[v] Fuente: Encuesta industrial a obreros y obreras (2019) (IESE-UMSS). Proyecto: “Los mercados internos de trabajo en ramas industriales estratégicas de la economía regional: su relación con el desempeño económico empresarial y la dinámica del mercado interno (2014-2018).
[vi] Fuente: Encuesta industrial a obreros y obreras (2019) (IESE-UMSS). Proyecto: “Los mercados internos de trabajo en ramas industriales estratégicas de la economía regional: su relación con el desempeño económico empresarial y la dinámica del mercado interno (2014-2018).
[vii] Fuente: Encuesta industrial a obreros y obreras (2019) (IESE-UMSS). Proyecto: “Los mercados internos de trabajo en ramas industriales estratégicas de la economía regional: su relación con el desempeño económico empresarial y la dinámica del mercado interno (2014-2018).
[viii] FRIEDMAN, G. Problemas humanos del maquinismo industrial, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1956.
[ix]  Naville, P. Qu’est-ce-que la qualification du travail ? en L’année sociologique, No 30, pp.497-503, 1979.
[x]  Marx, Karl (1986), El capital, Tomo I, vol. I, México. Siglo XXI.
[xi] Naville, P. Qu’est-ce-que la qualification du travail ? en L’année sociologique, No 30, pp.497-503, 1979.
[xii] Idem.
[xiii] La cristalización del desarrollo de la división social del trabajo en clases sociales no hizo más que sobre determinar la opresión femenina preexistente, solo así es posible comprender que la mujer sea entre los explotados, la más explotada; las relaciones de explotación y opresión clasistas subsumieron la relación de opresión entre los sexos a sus intereses de clase y se superpusieron como nueva fuente de opresión y explotación (Aillon. T. Alenacion y relaciones de género: las determinaciones comunes de clase y de género, en revista escarmenar, No 2, año 1997, La Paz, plural).
[xiv] (Garcia López, 2006 en Aillon, T. O Déclassement visto a partir das propostas teóricas de G. Friedman Y P. Naville, en Revista Educação e Políticas em Debate – v. 7, n.1, p. 191 - 207 – jan./abr. 2018 - ISSN 2238-8346
[xv] Naville, P. 1956,  Essai sur la qualification du travail; Marcel Rivière, París.
[xvi] Naville, P. “Réflexions à propos de la division du travail”; en Cahiers d´étude de l´automation et des sociétés industrielles, nº 4, pp. 232-244, 1963.

No hay comentarios:

Publicar un comentario