Tania Leda Aillón
Gómez
A partir de información recogida entre
managers y trabajadores esenciales[i] de IMBA, en este artículo,
reflexionamos sobre cómo la pandemia
por COVID-19, dentro la producción capitalista, se convierte en ocasión para
profundizar las relaciones de explotación y opresión que la caracterizan, en
ruptura con cualquier cariz humanista que se les pueda atribuir.
1. ¿COMO ENCUENTRA LA PANDEMIA A
LOS TRABAJADORES DE LA INDUSTRIA REGIONAL?
La contracción del mercado interno desde al año 2013, fue sentida por los patrones en la industria regional, quienes empezaron a ejecutar ajustes en los procesos de trabajo, para enfrentar la recesión económica (Aillón, 2019)[ii]. En las grandes compañías transnacionales, como Coca Cola o PIL, se incrementa la maquinaria automatizada en fases del proceso de trabajo, en la perspectiva de retirar trabajadores, que en términos comparativos les resulten más caros(Aillon, 2019); otra medida consiste en invitar a los trabajadores a retirarse “voluntariamente”, con la oferta de una indemnización más alta, mientras que otras ocasiones se procede a retiros arbitrarios, que terminan en movilizaciones y juicios ante el Ministerio de Trabajo( Aillon, 2019).
En estas condiciones, se produce el golpe de
Estado de 2019, que retira del poder a Evo Morales, a cambio de una alternativa
que representa los intereses de la oligarquía tradicional del oriente; se trata
de un proceso político que marca un cambio de la correlación de fuerzas a favor
de los patrones, quienes ven la oportunidad de profundizar su política de
retiros entre los trabajadores de planta, para sustituirlos por trabajadores
temporales. Esto explica que, durante el
último trimestre de 2019, y hasta la llegada de la pandemia, con la
declaratoria de la cuarentena rígida en marzo de 2020, la resistencia y lucha
de los trabajadores frente a los despidos no haya cesado. En consecuencia, La
pandemia encontró a los trabajadores de la industria regional y nacional, en
lucha contra los despidos que la patronal se empeñaba en acelerar.
La situación socioeconómica empeora
abruptamente a consecuencia de la crisis sanitaria desatada por del COVID-19. El shock de demanda causado por la cuarentena, y las medidas de
distanciamiento social, ralentizan drásticamente el consumo de un importante
caudal de bienes y servicios en el mundo entero. En una sociedad en la que la utilidad social
de los productos solo se valida a través del intercambio en los mercados, el
efecto sobre los espacios productivos es inmediato, el cierre de muchas fábricas
(aunque temporal) es inminente. Se configura así una situación de mayor riesgo
económico para los patrones y para los trabajadores, ante la inminente
posibilidad de pérdidas económicas y de quiebra, esto da el argumento de
“fuerza mayor”, para continuar con la estrategia de despidos, retiros y
jubilaciones forzosas, que se traduce en mayor riesgo de desempleo para los
trabajadores.
Entre los trabajadores, la pandemia
produjo un miedo e incertidumbre sin precedentes. El miedo al despido, a quedar
desempleados, en una situación en que las posibilidades de acción colectiva son
nulas, explica su conducta, mezcla de consentimiento y lucha, frente a los
abusos patronales. Es ilustrativa; en
este sentido, la lucha que libran los trabajadores de IMBA, enfrentados a un
acoso sistemático antes, durante y después de la cuarentena. De acuerdo a sus managers, desde hacía
tiempo, IMBA estaba empeñada en prescindir de los trabajadores que consideraba
supernumerarios. En este contexto, se explica el sistemático acoso que, durante
la cuarentena, se ejerce sobre los trabajadores.
2. CAMBIO DE HORARIOS DE TRABAJO
SIN TRANSPORTE PÚBLICO
Las ventanas horarias se
acortaron, los tiempos de circulación se limitaron drásticamente, sin embargo,
los requerimientos de productos esenciales: alimentos, bebidas, productos de
bioseguridad y limpieza se mantuvieron y en algunos casos aumentaron. En esta
situación, la flexibilización de los horarios por las disposiciones por la
cuarentena, hizo que en gran parte de las industrias dedicadas a producir
bienes esenciales, se fijara como hora de entrada al trabajo las 6 de la mañana
y como hora de salida, las 12 del mediodía; esto, según testimonio de los
trabajadores, significaba levantarse a las 5 de la mañana o antes, para esperar
el transporte que los acercaría al trabajo. En el caso de IMBA, este cambio de
horarios, parece convertirse en la ocasión, para desmotivar a muchos
trabajadores; sobre todo, a aquellos que vivían en lugares distantes de las
plantas productivas. Aunque se dispuso una movilidad, para recoger trabajadores,
ésta pasaba por rutas fijas, que exigían una caminata larga para alcanzarla,
una trabajadora de IMBA precisa en este sentido:
“ [ L]a movilidad no llegaba hasta donde nosotros vivíamos,
teníamos que bajar a pie dos kilómetros, un kilómetro por lo menos y a esa
alturas, a esas altas horas de las noches, temíamos que...muchos de nosotros
hemos sido asaltados. Incluso...a uno de nuestros compañeros, les han apuñalado
al venir a su trabajo, aun así, ellos la empresa no ha sabido reconocer.
Entonces mucho hemos reclamado que se acerque un poco más el transporte a
nuestras casas (…) Los buses que pusieron la empresa no llegaban a nuestras
casas hemos tenido que bajar igual, hemos pedido que se reconsidere el tema de
la distancia, que tal vez ese compañero no pueda llegar y que no va a llegar y
que no se le llame la atención, aun así la empresa, no, no ha entendido, a unos
cuantos al último sí, ha podido entender, pero después a los demás dijeron:
"si tú vives aquí a cinco kilómetros y tu compañero a diez kilómetros, él
ha llegado, pero por qué tú no has llegado, entonces falta o memorándum",
los memorándums venían y salían como casinos”.(extracto de entrevista a
trabajadora de IMBA)[iii]
La amenaza de ser despedido
movilizaba a los trabajadores obligados a trasladarse largas distancias. Los testimonios obreros dan cuenta de que
este fue el otro recurso patronal, para tratar de rendirlos, en la perspectiva
de que renuncien al trabajo:
“[N]os amenazaban si es que no llegábamos al trabajo, nos
iban a retirar; entonces, así que hemos venido a pie de largas distancias. Así
sea desde la Angostura, (...) Petrolera kilómetro diez, kilómetros doce; de
aquí, Vinto, hemos venido desde el kilómetro...eh, así se puede decir
kilómetro...pasando Manaco. Otros vinieron desde Combuyo, son largas distancias
que han venido los compañeros, a píe, a bicicleta, han llegado como sea aun así
se les daba memorándum, pues, por atraso. No entendían el tema de las
distancias que vivíamos.” (Testimonio trabajador de IMBA)[iv]
El cambio arbitrario de
horarios y de turnos de trabajo, que se legitima en una situación de pandemia,
fue el otro motivo que generó estrés en este espacio de trabajo:
“[E]n todo el tiempo de pandemia, fuerte que ha habido restricciones fuertes, es
así que hemos pasado, pero aun así hemos trabajado normal, a la hora que ellos
han decidido, ya si, si ,si se salía dos o tres horarios teníamos que estar
agarrados el celular comprando megas, teniendo que ver, qué horario van a
cambiar, porque no, no nos mandaban un solo horario, se cambiaba de hora en
hora, entonces ha sido mucha molestia, ha sido mucho atropello, eh, de parte de
la empresa para los trabajadores”(extracto de testimonio de una trabajadora de IMBA).
La tensión permanente de ser
convocados en cualquier momento para incorporarse al trabajo, mantuvo en vilo a
estos trabajadores como se interpreta del testimonio precedente.
3.
INTENSIFICACIÓN Y EXTENSIÓN DE LA JORNADA LABORAL
La intensificación del trabajo
se convierte en recurso para cansar a los trabajadores, una situación que
explica el tono desesperado de una trabajadora, cuando se refiere a sus
condiciones de trabajo:
“[N]osotros estamos pereciendo, porque no nos alcanza, estamos haciendo más de los que podemos, no…ya no sé...eh, son trabajos inalcanzables, trabajar de ocho a doce horas...de ocho a doce la mayoría están trabajando, pelado, embolsado, trozado, están trabajando doce horas, diez horas. Se les dice que se les va a pagar horas extras, pero ya no puede el cuerpo. Un día dos días puede hacerlo rápido, pero ellos nos exigen que hagamos a la velocidad (…). Entonces, es así que...no sé si lo van a volver en dos grupos, estamos viendo, estamos pidiendo sigue personal; porque con un solo grupo, imagínese, nueve carros se faeneaba, ahora con un solo grupo están haciendo faenear catorce carros, cuánto...y lo han acelerado las cadenas. Imagínese si antes se faeneaba un carro de dos mil ochocientos pollos en cuarenta y cinco minutos...cuarenta y ocho minutos, ahora lo están haciendo en treinta [¡Wauu!] O sea, es...es...es tan...tan...es tanto la explotación laboral, que están realizando la empresa. No sé cuál es la finalidad, tal vez cansarnos, que nos retiremos, no quieren, quieren solamente contratar, como muchas empresas, contratar personal eventual y no así para...Solamente con el fin de rebajar la carga laboral, entonces yo creo que es por eso que nos están haciendo así y la verdad es muy...muy preocupante y muy crítico la situación en la que estamos pasando ahorita…” (Extracto de testimonio de una obrera de IMBA).
Este testimonio muestra la
existencia de jornadas laborales de hasta 12 horas, muy intensas y nos remite a
las afirmaciones de Marx (1986) referidas a que:
“[E]n su desmesurado
y ciego impulso, en su hambruna canina de plus trabajo, el capital no sólo
transgrede los limites morales de la jornada laboral, sino las barreras máximas
puramente físicas de la jornada laboral. Usurpa en tiempo necesario para el
crecimiento y desarrollo y el mantenimiento de la salud corporal (…) en vez de
que la conservación normal de la fuerza de trabajo constituya el límite de la jornada
laboral es a la inversa, el mayor gasto posible de fuerza de trabajo, por
morbosamente violento y penoso que sea ese gasto, es lo que determina los
límites del tiempo que para su descanso resta al obrero” (Marx: 1986: pp. 320)[v].
En estas condiciones, el riesgo
sanitario durante la cuarentena, aumenta para los trabajadores, por la
intensificación del trabajo, para producir igual o más en menos tiempo y por la
obligación de madrugar, para responder a los nuevos horarios de trabajo. Además, debido al estrés generado por los
cambios intempestivos de horarios y/o turnos o por la rotación permanente en los puestos de
trabajo, para cubrir las bajas por enfermedad y/o muerte de algún compañero.
4.
CON DÉFICIT EN DISPOSITIVOS DE BIOSEGURIDAD Y SIN PERMISO PARA REVISIÓN MEDICA
Si bien, de acuerdo a normativa vigente, en la
época de la cuarentena, los patrones estaban obligados a dar todas las
condiciones de bioseguridad a los trabajadores esenciales, el incumplimiento a
estas normas fue mucho más común de lo que se puede considerar razonable,
en una situación en que el COVID era una amenaza inminente para la vida (Aillon
y Castro, 2021)[vi].
Sin embargo, los dispositivos de bioseguridad en la fábrica, resultaron de la
lucha de los trabajadores de IMBA, como precisa una trabajadora: “[P]rimeramente,
cuando llega el COVID, la empresa no lo toma muy en cuenta. Pedimos que se nos
doten barbijos, hemos pedido que...que se hagan las...pongan esas...mmm...esas
casetas para desinfectar, hemos pedido que se...que se traiga de...pruebas de
anti...pruebas de PCR, que se llaman, pero la empresa poco o nada nos ha hecho
caso, hemos sufrido mucho…” (Extracto entrevista a una trabajadora de IMBA).
Ante la negligencia patronal, los
trabajadores hicieron una denuncia en el
Ministerio de Trabajo, porque los
patrones no daban condiciones de bioseguridad; una trabajadora precisa, en este
sentido:
“[H]emos ido al
Ministerio de Trabajo a pedir verificación sobre…sobre el...eh, sobre los temas
de bioseguridad, hemos pedido una verificación, vinieron. En eso, para eso ya
los de…los de la empresa se han alarmado, yo pienso, y han comprado unos
barbijos muy sencillos. Entonces dijimos que estos barbijos no nos iban a
proteger nada; entonces nos dicen...eh la empresa nos dice que nosotros debemos
comprarnos barbijos, si no… si no utilizamos barbijos nos iban a multar. Ah,
después de eso ya han puesto las casetas de fumigación, de todo eso, de
desinfección, de todo eso. Ya han colocado. Han puesto a mucho reclamo después
de eso otros barbijos también compraron. Han vuelto a comprar, pero solamente
uno de tela nomás nos ha dado, más no nos ha dotado de barbijos, no nos ha
dotado de alcohol, no nos ha dotado de gel, nada, nada de esas cosas” (Extracto
entrevista a una trabajadora de IMBA).
Cuando aparecen los síntomas de la
enfermedad entre los trabajadores de IMBA, de acuerdo a testimonios de sus
trabajadores, los managers no dieron permiso para una revisión médica:
“[H]emos tenido
que lamentar la pérdida de un compañero. Aun así, el empleador no nos quería
dar permiso, porque había mucho pedido, no nos quería dar permiso ni para ir a
la Caja. Todos teníamos que trabajar así, si tenías gripe o no tenías gripe, o
tenías que...o estabas con un malestar fuerte, para la empresa no le importaba.
La empresa decía: "tienes que cumplir tu trabajo y no te vamos a dar
permiso, caso contrario te vamos a despedir como los anteriores", y muchos
de mis compañeros tenían miedo, porque ya habían sido despedidos, una gran
parte de ochenta trabajadores y muchos temían de eso (…) entonces yo veía con
tanta impotencia como la...gerencia empezaba a amenazar a los trabajadores, y
los trabajadores así tenían que temblar, estaban con escalofríos, temperatura,
tos, seguían trabajando. Ese compañero, en sí, ha salido directamente a
fallecer. Salió un día, y ya falleció al siguiente día, porque no le dejaron
salir con permiso, le negaron el permiso, aún él se sentía mal, ya no podía
respirar” (testimonio de una trabajadora de IMBA).
Trabajar hasta morir, otro recurso de
amedrentamiento, para desembarazarse de compromisos laborales. Se trata de
situaciones que evocan la condición laboral de los obreros de los siglos XVIII y
XIX descritas por Marx, y que uno puede considerar inverosímiles en el siglo
XXI, pero que se reeditan, en la medida en que la acumulación capitalista sigue
siendo la rectora de la organización del trabajo, para extraer plus trabajo.
Las condiciones de trabajo que, según testimonio de sus trabajadores, impuso IMBA, obligándolos por medio de amenazas a trabajar sufriendo de escalofríos temblores, temperatura y tos, en circunstancias en las que el virus del COVID se convirtió en pandemia, parece superar la ilustración que nos brinda Marx acerca de las condiciones de trabajo de las obreras de la confección en el siglo XIX en Inglaterra[vii]; aunque infelizmente, estos abusos patronales, en ambos casos, terminan en muerte. En IMBA, de acuerdo a testimonio de una trabajadora, un trabajador salió a fallecer luego de que le fuera negado el permiso para asistir a una consulta médica, pese a que tenía dificultades para respirar. De esta forma, la producción capitalista prolongó durante un lapso, el tiempo de producción de este obrero, a costa de reducir la duración de su vida (Marx, 1986).
5.
EL ACOSO DIRECTO Y LOS DESPIDOS
El acoso directo formó parte de los medios para evadir la carga laboral, una obrera relata un episodio en el que los patrones de IMBA intentan obligar a que setenta trabajadores firmen una aceptación de su despido:
“[Y]o me salí con muchos de mis compañeros que eran ya
casi...con los setenta compañeros que estaban ahí, salimos y la sorpresa era
que en la puerta había dos matones que contrataron la empresa, no nos dejaron
salir diciendo: "si no firman no salen de aquí, que es una orden".
Ellos se habían asegurado que todos los dirigentes no estaban en la planta;
entonces es así cuando yo salí, no me han dejado salir y me han reconocido, ya
todos los de administración y desde ese momento me han... me han cortado, me
han restringido la entrada a recursos humanos y no podía entrar a recursos
humanos” (testimonio de una trabajadora de IMBA).
La amenaza mediante los
capataces de la empresa, para obligar a responder a las exigencias que imponían
los patrones, fue otro medio para desanimar a los trabajadores; la amenaza de
retiro del trabajo era la más utilizada, en una situación en la cual, quedarse sin trabajo significaba la condena al
desempleo por un tiempo incierto, nadie sabía a ciencia cierta cuando pasaría
la pandemia y tampoco cuando acabarían
las cuarentenas (rígida, flexible). Se daban las condiciones, para que las amenazas den resultado, una dirigente
sindical evoca:
“[L]o que ha hecho la empresa para que los trabajadores
puedan trabajar, así se pueda decir, eh...ha utilizado su personal de
confianza. Ya...y ha empezado a manejar, a amenazar, ese personal de confianza
ha empezado, aaa... intimidar a los demás compañeros. Si no te aceleras, si no…si
reclamas o te quejas del dolor de tu mano, tienes que trabajar callado, si te
quejas o reclamas, te van a retirar del trabajo, te van a retirar de la
empresa” (extracto de testimonio de dirigente sindical).
En la perspectiva de debilitar
la organización sindical de los trabajadores, la otra medida consistió en
amenazar con el despido al trabajador que no se desafiliara del sindicato, una
amenaza que hizo mella en un grupo de 30 trabajadores, que se retiraron del sindicato
y fueron objeto de sobreexplotación laboral, la dirigente sindical menciona, en
este sentido:
[T]ienes que desafiliarte si quieres quedarte en la
empresa, así han hecho desafiliar a más de treinta trabajadores, y ellos
por miedo han tenido que desafiliarse para que no les boten del trabajo y
ha...ha sido una mínima parte de los sesenta, sesenta o setenta trabajadores
que hay en la planta de faena(…) El Sindicato no tenía acceso a esa área, ellos[se
refiere a los patrones] podían hacer y deshacer con su gente de confianza y
poder someter a toda clase de...a esta clase de explotación a los compañeros.
Muchas de las compañeras...incluso una de las compañeras ha perdido la movilidad
de sus tres dedos, porque la enfermedad ha avanzado muy rápido, porque ya no se
puede trabajar. Y muchas compañeras están con ese dolor, ahora a esas alturas,
recién los que sean desafiliados se arrepienten y dicen "para qué nos
hemos desafiliado, quién nos va a defender" (extracto de testimonio de
dirigente sindical).
La violencia verbal por parte
de la jerarquía técnica, en el espacio de trabajadores desafiliados, fue otro
medio de amedrentamiento; los encargados de trasmitir esta violencia eran los
capataces o encargados de área:
“[E]ste...esta última...el mes de abril se ha traído
verificación y las que no estaban afiliados ellas mismas han reclamado, han
hecho conocer la molestia, el acoso laboral, los gritos de los...de los
encargados, cómo les hace su persona de confianza de la empresa, cómo utilizan
a los encargados, el...el Gerente de Producción, y cuando se les pregunta, se
les ha hecho llamar a los encargados, dicen "esto yo no lo quería
hacer, yo nunca quiero tratarles así a mis compañeros, son...a mí también
me...a mí también me exigen, a mí también me imponen por órdenes
superiores".
A las denuncias de los
trabajadores, se sumaron los certificados médicos sobre su estado de salud,
esto llevó a descubrir quién impartía las órdenes de acoso; se trató de una
situación por la cual, el Gerente de Producción se retiró de su puesto, ante
las pruebas de acoso laboral, que derivaron en condiciones de sobreexplotación
en el trabajo.
6.
RECORTE DE BONOS Y SALARIOS
La
cuarentena fue, también, la ocasión para realizar despidos; en algunos casos masivos.
El caso de IMBA, 80 trabajadores fueron
despedidos en plena cuarentena con el argumento de “fuerza mayor”:
“[E]l año 2020 cuando empezó la cuarentena,
despidieron a 80 de nuestros compañeros. De... imperceptivamente, porque fue de
repente, cuando llegó la cuarentena en el mes de marzo 2020, en el mes de junio
un feriado nos despidió a los, a los trabajadores directamente en portería ya
no nos dejaron entrar, porque había una lista...quienes estábamos en la lista
ya no nos dejaron entrar. Es así que también en esa lucha, yo también he
empezado a ver tanta injusticia, como ver llorando madres, madres solteras,
echados a la calle, llorando de impotencia, es así que yo he, he decidido ir
por ese camino de la dirigencia, para poder tener más conocimiento, conocer más
de las normas laborales, para así poder hacer respetar a mis compañeras (extracto
de testimonio de dirigente sindical de IMBA).
Este despido masivo de trabajadores en
plena cuarentena, fuera de toda norma, fue ejecutado, cuando la respuesta
colectiva de los trabajadores era inviable, las reuniones estaban prohibidas,
en un clima político favorable a los empresarios. Esta situación muestra que la
ética burguesa nada tiene que ver con la defensa a la vida, sino con la
preservación del capital invertido (Aillon y Castro, 2021). Cuando se tuvo la
oportunidad de entrevistar a una de las managers de IMBA, éste manifestó con
alivio, que la cuarentena les permitió librarse de 100 supernumerarios (Aillon,
2021)[viii], una sobrecarga de
trabajadores, que, desde los intereses de la empresa, ya no podía ser sostenida.
Este retiro de trabajadores se tradujo en sobrecarga de trabajo para los que
quedaban, una dirigente cuenta al respecto:
“[E]h, los
despidos han sido del área de pelado, han sido área de embolsado, toda la
cadena, incluso casi a todos. El setenta por ciento de un grupo siempre se le
ha sacado, más que todo ha sufrido pelado con la reducción de un grupo. Entonces,
después de eso, ya no… ya no hemos podido…eh, si bien la empresa ha querido
reordenar según a su criterio, imponiéndonos, esa es la palabra, imponiendo a
sobrecarga laboral. Teníamos variables nos han cambiado de áreas, nos han
quitado bonos, nos han hecho desaparecer bonos. Hemos sufrido muchos
atropellos, en la cual...es por eso que hemos decidido presentar el pliego petitorio”
(extracto de entrevista a dirigente sindical).
Los
trabajadores despedidos consiguieron la restitución a sus puestos de trabajo, aunque
algunos optaron por el retiro, cansados del acoso patronal. Sin embargo, la lucha continúo, esta vez, la
respuesta de los patrones alcanzó a una mayor cantidad de trabajadores, con el
pago incompleto de salarios y el retiro de bonos:
“[L]a empresa, aun
así, vendiendo todos los días, porque la empresa de...esta empresa produce
el...la...el producto de primera necesidad de la canasta familiar, así se pueda
decir, aun así, no nos pagaron sueldos, nos pagaron un treinta, cuarenta o
cincuenta por ciento, hemos ido aguantando toda la cuarentena así (…). Los
horarios son constantemente cambian tenemos que estar a pesar que no tenemos
sueldos. Con un treinta por ciento, ¿quién puede vivir con un treinta por
ciento de su sueldo? Nosotros [¡solo con treinta por ciento!]...un treinta por
ciento que nos deposita, que nos ha depositado este último mes. Se nos debe
tres meses de sueldos devengados, saldos de dos meses, nos pagan parte un
treinta por ciento esta semana, a media...a medio mes un treinta por ciento y a
final de mes un cuarenta por ciento. Entonces es insostenible ya, con los
sueldos más que nos adeudan ya es insostenible la situación en este momento.
Eso es lo que ha pasado en tiempo de la pandemia, y seguimos, yo creo, desde
ese momento seguimos, nos dicen que no hay plata, cuando somos una empresa que
ni en pandemia hemos parado, hemos seguido trabajando normal. Entonces,
seguimos...hasta el momento seguimos con lo mismo, pero aun así estamos sigue,
sigue en la lucha, hemos presentado pliegos, donde también...Un pliego
petitorio de donde nos han ido retrasando…” (Extracto testimonio de trabajadora
de IMBA).
El desequilibrio de las finanzas domésticas,
por la falta de cancelación de los salarios, llegó al extremo de poner en
peligro la estabilidad de los hogares obreros; cuenta una dirigente de IMBA:
“[N]osotros en
este momento, tanto tiempo desde, desde la pandemia hemos sufrido por la falta
de sueldos, hasta el momento seguimos peregrinando, quizás decir mendigando, un
treinta por ciento de la empresa para que pueda...para que nosotros
podamos llevar un pan a la casa, pero aun así no nos alcanza, porque en este
momento los bancos nos están ejecutando con procesos judiciales, los
alquileres, nos están queriendo desalojar de las casas, estamos en un extremo
de ir a las puertas de la empresa de administración, de la parte de
administración, llevar nuestra olla común para hacer conocer nuestra protesta y
nuestra, nuestra impotencia por no poder llevar el sustento a nuestras casas,
porque un trabajador, trabaja, porque necesita para llevar el sustento a su
familia, es así como pisotean la Constitución Política del Estado y no respetan
el Artículo 46, donde dice que lo que un salario, debe ser un salario justo,
pagado y debe ser un trabajo digno y así garantizar la existencia de nuestras
familias para una existencia digna. Pero, no es así, ellos no lo entienden así,
los empleadores; es por eso que, en este momento, muy molestos nos estamos
movilizando”.
La lucha derivó en la toma, por parte de
los trabajadores, de una planta productiva de IMBA, como medida extrema de presión,
por la falta de pago de salarios. Cuando entrevistamos a sus trabajadores (noviembre,
2022), el patrón les adeudaba 6 meses de salario. Nosotros encontramos a los trabajadores
en un campamento organizado en carpas, con una olla común en la puerta de la
planta tomada, a la espera de que se emita un mandamiento del apremio para el
dueño de IMBA.
CONSIDERACIONES
FINALES
Los
testimonios obreros dan cuenta de que la cuarentena se convirtió en ocasión,
para extender e intensificar la jornada laboral, como prueba de que, en último
término, no son las disposiciones legales las que definen la duración de la
jornada laboral, sino la fuerza. Una serie de incumplimientos a la normativa
vigente, que se tradujo en despotismo, arbitrariedad y abuso patronal, permeó
el espacio laboral en IMBA durante la cuarentena. Los dueños de a empresas,
pese a la prohibición establecida por la norma, en plena pandemia, ejecutaron
un despido masivo de trabajadores, no cumplieron con la provisión de
dispositivos de bioseguridad ni preservaron la salud ni la vida, al extremo que
uno de los trabajadores, probablemente enfermo de COVID, perdió la vida. Es
decir, la gestión del riesgo sanitario realizada por el Estado, se convirtió en
oportunidad, para que los patrones profundicen el acoso laboral, en la
perspectiva de despedir trabajadores u obligarlos a retirarse “voluntariamente”.
En estas circunstancias, el riesgo sanitario,
económico y social que se derivó de la pandemia, permeado por las condiciones
de la lucha de clases, fue descargado en
mayor grado en las espaldas de los trabajadores de IMBA, hecho que niega el
postulado de Beck (1986)[ix],
para quien, el conflicto de clase ya no sería una dimensión explicativa de la
distribución del riesgo, porque, desde su perspectiva, en las sociedades
modernas, un riesgo sanitario como el COVID-19 tocaría a todos por igual.
En definitiva,
el caso de IMBA, muestra cómo los capitalistas llegan a situaciones extremas, para
salvar sus inversiones, aun a costa de la salud y vida
de los trabajadores. Se trata de priorizar el interés privado en desmedro de
cualquier interés colectivo, por lo que se puede concluir que, tanto el riesgo
como el grado de padecimiento de las consecuencias de la pandemia, están atravesados por relaciones de clase.
[i] Se denomina trabajadores
esenciales a aquellos que no tuvieron la opción de dejar sus puestos de trabajo
durante la cuarentena porque debían producir bienes y/o servicios esenciales,
para la vida de la población (alimentos, bebidas, salud, educación, fármacos,
implementos de bioseguridad, etc.).
[ii] Aillón, Tania (2019) El empleo industrial dentro del patrón de acumulación
primario exportador en Bolivia.
[iii] Entrevista realizada a una
trabajadora de IMBA en mayo del 2022.
[iv] Entrevista realizada a una
trabajador de IMBA en octubre del 2022
[v] Ver la pagina 320 en Marx, Karl
(1986) El Capital, vol. 1, libro 1. Siglo XXI Editores
[vi] Aillón, Tania y Castro, Luis (2021)
La duplicidad de la moral burguesa en la gestión del trabajo obrero durante la
cuarentena por Covid-19 en Bolivia, en Revista LAT, vol. 5, n° 11.
[vii] Marx precisaba al respecto:
“[E]n las últimas semanas de junio de 1863, todos los diarios de Londres
publicaron la noticia con el título sensacional de: Death for simple overwork
(muerte por simple exceso de trabajo). Se trataba de la muerte de la modista
Mary Anne Walkley de 20 años, empleada en un taller de la corte proveedor de la
corte, respetabilísimo explotado por una dama con el dulce nombre de Elisa. Se
descubre nuevamente la vieja historia, tantas veces contada. Estas muchachas
trabajaban término medio 16 ½ horas, pero durante la temporada, a menudo tenían
que hacer 30 horas ininterrumpidas, movilizándose su fuerza de trabajo
desfalleciente con el aporte ocasional de jerez, oporto o café (...). Mary Anne
Walkley había trabajado 26 ½ horas sin interrupción junto a 60 muchachas de a
30 en una pieza que apenas contenía 1/3 de las necesarias pulgadas cubicas de
aire” (ver la página 306 de Marx, Karl (1985) El Capital, vol. 1, libro 1.
Siglo XXI Editores.)
[viii] (Aillon, 2021)
[ix] Beck U. (1986), La société du risque. Sur la voie d’une autre modernité. Aubier
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