Tania Aillón Gómez
¿Cómo se explica que una civilización que
alcanzó una capacidad sin precedentes para aumentar la productividad del
trabajo e inusitadas posibilidades para generar riqueza, conocimientos e
investigación, encuentre tantas dificultades para controlar una emergencia
mundial que pone en peligro la sobrevivencia humana? Las respuestas se pueden buscar por distintas
entradas, en este pequeño artículo trataremos de identificar alguna de ellas,
analizando las prácticas de los patrones de fábricas, fundadas en la ética del
mercado, para encarar la crisis derivada de la pandemia.
1. EL NUEVO RÉGIMEN Y LA GESTIÓN DE LA PANDEMIA
En noviembre de 2019 ascienden al poder en Bolivia, herederos de la vieja oligarquía del oriente. Imbuidos de un “habitus” patronal que divide a la sociedad entre patrones y pongos, frente a la crisis de la salud pública, desatada por la pandemia en curso, parece prevalecer la visión de que mueran los que tienen que morir, que son generalmente los más pobres, los que no tienen recursos para hacerse una prueba (costo aproximado de 100 dólares en un laboratorio privado) o llegar a hospitales privados (donde un día de estancia cuesta más o menos 1.500 dólares), para pagar con esas vidas, la inmunidad de la población[i]. Una actitud de la clase dominante que indigna a muchos, pero que es preciso explicarla, para no tener la ilusión de que se trata de una actitud de “falta de humanidad o de “buena voluntad”, intentando apelar a una “esencia humana” que se les puede haber escabullido en algún rincón del alma, sino de un signo esencial de la forma ética como tal, dentro del capitalismo[ii].
Cabe retomar; en este sentido, la
visión de Marx sobre la esencia humana, en su crítica frente al idealismo de su
época. Para Marx, la esencia humana
surge en cada caso, de una determinada forma social, no es un abstracto in situ
que habita en el individuo particular o en un grupo de individuos, sino el
“conjunto de las relaciones sociales” (Marx, sexta tesis sobre Feuerbach); en
este sentido, la “esencia humana” que mueve las prácticas de la fracción de la
clase dominante en el poder, poco
empáticas con la situación de los pobres, habrá que buscarla en el carácter
de las relaciones sociales mercantiles
que sirven de sustento a la ética y a la moral burguesa desde sus orígenes, una
ética y una moral que al tener como fin el sostén de los intereses particulares
de los individuos (como poseedores de mercancías) contienen una duplicidad
identificada por Pasukanis: “[E]l gran capitalista arruina “bona fide” al
pequeño capitalista sin dañar por ello, el valor absoluto de la persona, la
persona del proletariado es igual en principio a la del capitalista, esto se
expresa en el libre contrato de trabajo, pero de esta misma libertad
materializada, resulta para el proletariado, la posibilidad de morirse
tranquilamente de hambre”[iii].
El sustrato ético y moral de la
gestión de la pandemia a cargo de la clase dominante está dentro de esta
duplicidad burguesa, sustentado en el predominio del intercambio de
equivalentes: los enfermos que no tienen el equivalente (dinero), para pagar el
valor de la mercancía que requieren (servicios privados en salud), si mueren,
su muerte no puede ser atribuida a la inmoralidad de los gobernantes, sino a un
signo esencial de la forma ética dentro del sistema, el intercambio de
equivalentes. Esta misma lógica
predomina en la gestión del trabajo fabril en los tiempos que corren, aspecto
en el que a continuación nos centramos.
2. EL TRABAJO FORZADO EN
TIEMPOS DE PANDEMIA A TRASLUZ DE LA ÉTICA PATRONAL
A inicios de la pandemia, el gobierno
estableció mediante decretos, la prohibición a los patrones de hacer funcionar
las fábricas de productos que no sean esenciales, al mismo tiempo que dispuso
que las fábricas de productos esenciales garanticen un trabajo en condiciones
de bioseguridad. En el mismo sentido, se estableció la prohibición a los
despidos en tiempos de pandemia y la obligación de que se paguen los salarios
completos y puntualmente, ante una crisis de salud sin precedentes. Sin
embargo, a lo largo de estos dos meses de cuarentena, en un escenario de
cotidiana subida de enfermos y muertos por COVID-19; un escenario que debería
conmover a los patrones, pero lo que encontramos es que de forma sistemática se fue
poniendo en peligro la vida de los obreros, obligándolos a trabajar en
condiciones precarias de bioseguridad. De ahí que casos positivos de COVID-19
se encuentren en fábricas como la de plásticos “Belén” (que no es precisamente
una empresa de productos esenciales), donde a los obreros se les reparte a
un barbijo, para que dure 3 días; obligados
a hacer una larga fila frente a un turril, para lavarse las manos; sin
desinfección de las plantas productivas; sin agua para los servicios
sanitarios; usando un bidón para echar agua a los baños, con el peligro de
infectarse continuamente; un obrero se
refiere a estas prácticas de los patrones: “[P]arecería que la empresa quiere
que nos enfermemos, para que por miedo al contagio renunciemos al trabajo”[iv].
En condiciones de bioseguridad
inexistente, no solo se propaga la enfermedad, sino que van muriendo
trabajadores que se vieron obligados a ir a trabajar so pena de perder su
puesto, en una sociedad en la que la posibilidad de su sobrevivencia depende de
que se encuentre en el mercado un interesado en adquirir su fuerza de trabajo a
cambio de un salario. La prensa recoge noticias como la referida a la muerte de
un obrero en la fábrica de galletas MABEL´S (FAGAL) por COVID-19[v], una fábrica que es
propiedad de la transnacional NESTLÉ, cuyos propietarios se vieron obligados a
levantar las operaciones, dando una semana de vacaciones forzosas sin
reconocimiento de salario. Pasada la semana, los patrones dispusieron el
retorno al trabajo sin realizar pruebas de COVID-19 a todo el personal de
planta; en consecuencia, de acuerdo a denuncias de los trabajadores, se
presentaron nuevamente más de una decena de casos positivos, pero la producción
continúo.
El ocultamiento de casos de COVID-19
en las fábricas, aparece como otra de las tantas practicas patronales, para
eludir los costos que demanda la crisis sanitaria, aunque esto ponga en riesgo
la salud de todos los trabajadores. El testimonio de un trabajador del ingenio
azucarero GUABIRA da cuenta de ello: “[S]oy un trabajador del ingenio azucarero
GUABIRA, quisiera pedir a las autoridades y los medios de comunicación que
hagan algo ya que sólo entrevistan al presidente del ingenio y casi nunca a un
trabajador, ahí verían ustedes en las condiciones que trabajamos, en medio de
la crisis del COVID-19, nos dan sólo un barbijo para toda la semana, siendo
que no sólo es para protegernos; sino también, para trabajar con el mismo y no
aguanta ni una hora, y nos dotan de algunas protecciones cuando viene la prensa
o alguna autoridad, nos vamos a nuestra casa en el colectivo totalmente lleno
de trabajadores, y lo más grave, que no dan a conocer, que hay trabajadores,
fraccionadores de azúcar, que han dado positivo con coronavirus, están en la
caja Cordes, que también no lo dan a saber”[vi]. El chantaje parece ser
otro recurso patronal, el obrero continuo: “[E]s lamentable que haya amenazas
hacia los trabajadores con botarnos de nuestra fuente de trabajo si esto se da
a conocer. Es triste decirlo, pero el ingenio GUABIRA está poniendo en riesgo
la salud de los trabajadores y del pueblo de Montero”[vii].
La organización fabril de Santa Cruz,
frente a estas prácticas denunciadas por los trabajadores ha solicitado que se
apliquen pruebas de COVID -19 en las industrias que están produciendo, pero
esta solicitud no fue atendida ni por las empresas ni por instancias estatales
como la jefatura del trabajo o el SEDES. Un obrero denuncia: “[E]l gobierno
procesa y encarcela por violar la cuarentena a muchos transeúntes sin permiso,
pero a los dueños de las industrias no les dicen ni hacen nada, estamos muy
preocupados y exigimos se pueda hacer una inspección a esta planta y que se
obligue a la empresa a parar la producción, desinfectar toda la planta y tomar
pruebas COVID-19 a todo el personal, solo así se sabrá quienes realmente están
contagiados”[viii].
Los testimonios ilustran la duplicidad
de la ética burguesa, que en el caso de la compra venta de la fuerza de trabajo
aparece con toda claridad, por un aparte, reclama que el trabajador pague el
“equivalente” del salario con su presencia en la fábrica (para hacer espetar la
ética burguesa de intercambio de equivalentes), pero; por otra parte, escamotea
el costo de barbijos u otras condiciones de salubridad poniendo en riesgo la
vida humana. En este caso, la ética burguesa consiste en reducir al mínimo los
costes de reproducción en condiciones de bioseguridad, para la fuerza de
trabajo, con el fin de minimizar sus pérdidas y maximizar sus ganancias dentro
de las condiciones existentes. Estas prácticas de escamoteo que cobran vidas
obreras están encubiertas por la propia moral y derecho burgueses: el que
compró el trabajo por un salario tiene derecho a reclamarlo de acuerdo a las
reglas del mercado, sacándole el mayor provecho posible, es decir, el uso más
eficiente al bien adquirido[ix], dentro de esta moral
instituida por el mercado, una vida humana vale menos que un barbijo. Pero,
además, en una correlación de fuerzas desfavorable a la clase obrera, las
instituciones del Estado hacen oídos sordos ante la denuncia de las prácticas
patronales que atentan la salud de los trabajadores. Desde su moral, que es la
moral burguesa regida por las leyes del mercado, esas prácticas no entran como
delitos a la salud pública, porque responden a los legítimos requerimientos de
la acumulación de capital. Sin embargo, con esa misma ética, es justo
encarcelar a gente que sale a buscar el pan diario, expresando con justeza la
moral de clase en la que se sustentan las prácticas represivas que ahora pone
en marcha el gobierno.
3.
EL DESPIDO MASIVO PARA “PRESERVAR EL EMPLEO” O LA DUALIDAD DE LA ÉTICA PATRONAL
Pese a la prohibición de
desvinculaciones laborales en tiempos de pandemia, el predomino de la ética
burguesa de las reglas del mercado se ha impuesto con toda su secuencia de
incertidumbre, miedo e impotencia, para la clase obrera. La cuestión para los
patrones es: ¿cómo me deshago de la fuerza de trabajo que resulta superflua (no
necesaria para la producción capitalista) frente a la drástica contracción del
mercado, a consecuencia de la pandemia?, es decir, ¿qué hago con la fuerza de
trabajo que no tiene ya un equivalente de intercambio en el mercado? Porque en
la medida en que los productos fabricados por esta fuerza de trabajo no se
venden, no es posible recuperar la parte del valor de estas mercancías que
corresponde al precio que el patrón paga por la fuerza de trabajo (salario), es
decir, esta fuerza de trabajo ya no encuentra un equivalente en el mercado, y,
por ende, tampoco es ya fuente de producción de plusvalía para el patrón, en la
medida en que el plus producto encuentra serias dificultades para su
realización. Por lo que el empleo de esta fuerza de trabajo, de acuerdo a los
intercambios de equivalentes, base de la moral burguesa, ya no sería ético.
Esta contracción del mercado como una
de las manifestaciones de la recesión económica, no es algo nuevo, esto se fue
viviendo ya desde el año 2014 en Bolivia
pero si bien la recesión
económica ya golpeaba a la producción nativa desde antes de la crisis política
de octubre, los patrones bajo el gobierno de Morales no aplicaron de forma abierta una política de
despidos masivos; de forma alternativa, implementaban vacaciones obligatorias,
reducción de cupos de producción, rotación de personal en puestos de trabajo,
para neutralizar los efectos de la fuerza de trabajo que se iba convirtiendo en
superflua[x].
Se podían escuchar reclamos por el retardo de pago de salarios o de otros
beneficios, los patrones de forma persuasiva invitaban a la jubilación a los
trabajadores mayores, etc. Luego de la crisis política de octubre noviembre de
2019, desde principios de año, estos reclamos de los trabajadores se fueron
haciendo más notorios y más o menos continuos, los patrones percibían que el
terreno de lucha había sido abonado a su favor con el cambio de gobierno y que
ellos podían aspirar a avanzar en despidos y precarización de las condiciones
laborales.
La justificación ideal para proceder
con los “ajustes”, la patronal encuentra ahora en la cuarentena. Desde el mes
de abril, aparecen con mayor frecuencia, las denuncias de no pago de salarios o
de pago incompleto de salarios, como sucedió en la fábrica ALTIFIBERS TOP &
HILOS, que desde marzo de este año no pago salarios y finalmente anuncio su
cierre con el despido de 200 obreros[xi]. La reducción del salario es otra práctica
patronal, combinada con el chantaje, es el caso de la empresa MERCADERES SRL DE
MONTERO, que habría amenazado a los trabajadores con despidos si no aceptaban
la reducción del 50% de sus salarios[xii], el motivo es la falta de presupuesto, frente al cual,
los dueños de la empresa no quieren
llevar adelante los tramites de préstamo del banco, porque retardarían
mucho sus actividades, les resulta más rápido y cómodo recortar el salario de
los trabajadores o en su defecto despedirlos.
En el caso de CERAMICA NORTE (una de las más grandes productoras de
ladrillos y tejas de Santa Cruz), la gerencia de la empresa llamó a los
trabajadores, para señalarles que deben firmar su carta voluntaria de retiro,
que se les pagaría su liquidación en distintas cuotas durante los próximos
meses[xiii]. Otros patrones optan
por el retiro directo, sin tomar en cuenta la normativa que protege la
estabilidad laboral, es el caso de trabajadores en el sector del hotelería y la
restauración, donde sobresale el Real Plaza Hotel de la ciudad de La Paz, cuyos
trabajadores recibieron sus cartas de retiro masivo, toda vez que sus patrones
firmaron un contrato con la alcaldía de La Paz, para que sus instalaciones
reciban a los enfermos de COVID19. En el mismo sentido, a mediados de abril,
los trabajadores de la empresa minera PAITITI en Santa Cruz denunciaban la
masacre blanca de la que eran objeto, pese a que por norma en periodo de
cuarentena, no podían ser despedidos, los patrones hicieron caso omiso de la
norma dejando sin recursos a decenas de familia[xiv].
Esta es la prueba de que cuando la
correlación de fuerzas es favorable a los patrones, éstos sobrepasan las normas
e imponen con toda su fuerza la ética del mercado, con la obsecuencia del
Estado, que en último término representa sus intereses. Pero el buen olfato de la clase dominante la guía a
avanzar más allá y mediante su representante oficial (el Presidente de la
Confederación de Empresarios Privados de Bolivia) manifiesta de forma
fehaciente, lo imperativo de
flexibilizar las normas laborales, lo que en buen romance se debe
entender como la legalización de sus prácticas de ajuste del empleo al tamaño
del mercado: “ [N]osotros tenemos que preservar como primera prioridad la salud
de la ciudadanía, pero tenemos que cuidar el empleo (…)tiene que haber alguna
medida, para ampliar los empleos, una flexibilización laboral, hacer todos los
esfuerzos para que las compras sean hechas en Bolivia, para garantizar la
reactivación de todas esas empresas. Pero, el tema laboral es muy importante.
Finalmente, las empresas pueden resultar inviables por tener una carga laboral
demasiado pesada y eso atenta contra el bien mayor que es la conservación del
empleo”[xv].
Ocurre
como magistralmente analizaba Marx en los Grundisse(1986), si el capitalista no
necesita el plus trabajo del obrero, porque como en este caso, con la pandemia, la capacidad de valorización
de su capital se encuentra trabada, el
obrero se ve impedido de producir su
trabajo necesario; es decir, sus medios de subsistencia, y como en cuanto obrero
solo puede vivir en la medida en que intercambie su capacidad de trabajo por la
parte del capital que constituye el fondo de trabajo, el obrero con su familia aparecen al margen de las
condiciones de reproducción de su existencia, se convierte de la noche a la
mañana en un “pauper”[xvi], porque no existe un
equivalente en el mercado para cambiar su única mercancía, su fuerza de
trabajo. Dentro de las reglas del mercado, para los patrones, lo racional es
despedir a los trabajadores que le resultan superfluos, es además lo ético, en
respuesta incluso al “bien común”, como se deduce de sus propios términos: “[L]as empresas pueden resultar inviables por
tener una carga laboral demasiado pesada y eso atenta contra el bien mayor que
es la conservación del empleo” Reaparece
la dualidad de la ética burguesa, la
producción de un ejército de pobres, echados a la calle en plena pandemia,
aparece como necesaria para cuidar el “bien común”, el empleo, que desde la
moral burguesa está asociado a preservar su capital de los embates de la
crisis. Expresando, como dice Pasukanis[xvii], las tres mascaras bajo
las que aparece el hombre en la sociedad mercantil: como sujeto egoísta (que debe perseguir y defender
sus intereses como poseedor de capitales, en este caso) como sujeto jurídico (con
el derecho de tomar la decisión de despedir trabajadores, porque el paga su
equivalente en el mercado) y como persona moral (que preserva los intereses
del bien común ).
REFLEXIONES
FINALES
Al inicio de nuestro artículo nos
habíamos preguntado acerca de las serias dificultades que encentran los que
regentan el sistema, para controlar una emergencia de salud mundial, que pone
en el orden del día la sobrevivencia humana. Incluso en los países del centro
del capitalismo contemporáneo, con suficiente riqueza acumulada, estas
dificultades cuestan miles de vidas a diario. De acuerdo a nuestra reflexión, una de las dimensiones explicativas creemos
encontrarla en una ética patronal que se funda en las reglas mercantiles; porque las practicas patronales que se
inspiran en esa ética, no son un asunto privado, cuando sobrepasan el espacio
de la fábrica y alcanzan el espacio público, afectando la salud de todos. La conducta de los patrones de fábrica en el
mundo y específicamente en Bolivia, dirigidas a reducir sus costos de
funcionamiento (ahorro en bioseguridad, ocultamiento de trabajadores enfermos,
etc.) son incompatibles con la salud pública, atentan contra ella, porque
pueden expandir la pandemia, como se interpreta de los testimonios de
trabajadores. En el mismo sentido, el contenido implícito de la forma de
gestionar la crisis de salud, por parte del gobierno, es otro atentado contra la
salud pública.
Entonces, nos preguntamos: ¿es que la
vida humana no vale nada? parece que en esta sociedad, solo vale si es capaz de
encontrar, dentro de las reglas y ética del mercado, las posibilidades y los
medios para preservarse; del mismo modo que la exposición al hambre por los
despidos de trabajadores es un problema particular del obrero y su familia y
sólo se convierte en un problema social, cuando la lucha obrera pone en apuros
a los patrones o al gobierno, mientras tanto, pese a la crudeza que el hecho
pueda contener, no conmueve al poder establecido, la inmoralidad de que los
seres humanos mueran de hambre o por enfermedad en las calles. En estas circunstancias, retomando a
Pasukanis[xviii],
las doctrinas morales que tienen la pretensión de cambiar el mundo y de
mejorarlo, no son sino el reflejo deformado de un aspecto de este mundo real,
el que muestra a las relaciones humanas sometidas a la ley del valor, un mundo
donde una acción que es la encarnación verdadera del principio ético contiene, también,
la negación de este principio. Por lo que la supresión de la duplicidad de la
moral burguesa, que en las condiciones actuales atenta contra la salud pública
y abre la posibilidad a la extinción del ser humano, significa la ruptura con las bases materiales
que la sustentan: la propiedad privada, la división del trabajo y el mercado como regulador de las relaciones
sociales; significa una sociedad donde los seres humanos puedan construir sus
relaciones libres de prejuicios e intereses privados, mientras esto no suceda,
incluso el concepto mismo de justicia estará atravesado por las relaciones de intercambio mercantil[xix].
[i] No se trata de comentarios sin
respaldo empírico, lo que exponemos se asienta en declaraciones consecutivas de
dos ministros de salud de la presidenta Añez. Los dos hablaron de cifras
sumamente preocupantes de enfermos y muertos, perfilando una catastrófica
perspectiva. A la vez, día que pasa
somos testigos de declaraciones desesperadas, e incluso de amenazas de abandono
de puestos de trabajo, y de huelgas por parte de los trabajadores en salud por
la falta de condiciones para la realización de su trabajo. al respecto se
peuden revisar las siguientes noticias: Bolivia: ministro de Salud de Bolivia
traza panorama con “muchos fallecidos” por coronavirus, Publicado en: https://publimetro.pe,
el 6 de mayo de 2020; Aníbal Cruz: En cuatro meses habrá 48 mil infectados por
el COVID-19. Publicado en: www.paginasiete.bo, el 12 de abril de 2020.
[ii] Pasukanis, Ebgeni (1976) Teoría
General del Derecho y marxismo. Barcelona: Editorial Labor Universitaria.
[iii] Ídem.
[iv] Publicado en: https://www.facebook.com/RENNOnoticiasobreras,
el 5 de mayo de 2020.
[v] Publicado en: https://www.facebook.com/RENNOnoticiasobreras,
el 02 Mayo de 2020.
[vi] Publicado en: https://www.facebook.com/RENNOnoticiasobreras,
el 1ro de mayo de 2020.
[vii] Ídem.
[viii] Ídem.
[ix]
[x]
[xi] Trabajadores denuncian despidos
masivos y el cierre imprevisto de la empresa ALTIFIBERS. Publicado en www.youtube.com/watch?v=AeNaOhx3_ms,
el 13 de mayo de 2020
[xii] Publicado en: https://www.facebook.com/RENNOnoticiasobreras,
el 23 abril de 2020.
[xiii] Ídem.
[xiv] Publicado en: https://www.facebook.com/RENNOnoticiasobreras,
el 16 de abril de 2020.
[xv] Barbery: Habrá que diferir pago de
deudas e impuestos otros seis meses. Publicado en: www.paginasiete.bo, el 07 de
mayo de 2020.
[xvi] (marx,1986)
[xvii] Pasukanis, Ebgeni (1976) Teoría
General del Derecho y marxismo. Barcelona: Editorial Labor Universitaria.
[xviii] Ídem.
[xix]
Ídem.
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