Tania Aillón Gómez
Hoy en Bolivia, los
trabajadores del sector fabril enfrentan nuevamente, las consecuencias de la
racionalización capitalista de la industria: Despidos, vacaciones forzadas, reducción
de horarios de trabajo, retiros forzosos, etc. Se trata de los resultados de
una política patronal de recambio tecnológico, ahorradora de fuerza de
trabajo, una medida destinada a enfrentar la recesión económica que se prolonga
a lo largo de los últimos 5 años. Como un aporte a la reflexión, acerca de las
consecuencias de la ofensiva tecnológica capitalista sobre el trabajo, esta
reseña recupera las reflexiones, que acerca del desarrollo tecnológico, ocuparon
al historiador de las ciencias y de las técnicas, David Noble (1945-2010), en
su libro: “Progress Without People. Mew
Tecnologie, Unemloyment and the message of Resistance”, editado en 1993,
libro que llegó a nuestras manos en su edición Francesa (Agone): “Le Progres
sans le peuple, ce que les nouvelles technologies font au travail”, aparecida en 2016.
El libro recoge 5 artículos escritos a principios de los años 80, y una declaración
sobre la política industrial, presentada a un subcomité en el 98º Congreso de
Estados Unidos. Se trata de 5 artículos en los que el autor intenta explicar la
ausencia de una reacción global de los trabajadores, frente a lo que denomina,
la ofensiva tecnológica de las empresas.
En este sentido, D. noble, a lo largo de los 3 primeros artículos, en
los que se concentra esta pequeña reseña, el autor se platea responder a la
pregunta: ¿Por qué existe entre los
subordinados una falta de firmeza frente a la nueva ofensiva tecnológica?
1.
LUDITAS VERSUS PROGRESO TECNOLÓGICO CAPITALISTA
Imagen: http://www.sobreestoyaquello.com, 24/12/2009 |
Esta claridad del movimiento
obrero naciente, sobre el carácter de la técnica, en tanto artefacto humano, se
ira diluyendo con la fría lógica del mercado y de la máquina, que reemplazará
la inspiración humana por las abstracciones del progreso técnico y las
ganancias ilimitadas. La ideología dominante se ira imponiendo con la creencia
de que el progreso tecnológico es de por si bueno, suplantando toda concepción
de un sentido humano deseable. La
sociedad, el pueblo, para Noble, serán transformados en variables: mercaderías,
factores de producción, convirtiendo al capital en la marca tangible del
progreso y en la causa del mismo. Se trata de una ideología del progreso al
servicio del desarrollo capitalista, que le permite convertirse en sinónimo de
prosperidad material y que desvía la atención de la explotación que implica.
Según el autor, el
despliegue de esta visión ideológica habría estado ligada al el
nacimiento de la Economía Política y a su predominio intelectual, que se manifestó,
también, en la visión darwinista del progreso tecnológico y económico, que habría alentado a los Estados a
mediados del siglo XIX, ideología que se reveló impermeable a la crítica de los
obreros y de sus aliados, porque
las dirigencias obreras canalizaron el
problema tecnológico hacia el sistema político(poder político,
repartición de riquezas) , dejando de lado el debate de la naturaleza de las
maquinas, de la organización y de la producción. De acuerdo a Noble,
para los dirigentes obreros, en esta etapa, el progreso técnico no solo es un
medio para fines económicos o una justificación cómoda de la dominación, sino
uno de los motores históricos de la emancipación (una suerte de fascinación por
las maquinas). Para la dirigencia obrera
de la época, las mismas tecnologías que
explotan, encarnan la posibilidad de un socialismo cooperativo, por lo que los
owenistas consideraban al antimaquinismo como un sentimiento
contrarrevolucionario; no es casual, dice Noble, que Engels haya considerado al
sabotaje como el error de juventud de la clase obrera, o que para Marx, el
progreso tecnológico, si bien permite la competencia económica, la acumulación
y la explotación, al mismo tiempo es importante, para desarrollar la industria
moderna, que no es otra, que la contribución capitalista al progreso humano (porque
crea las condiciones de la caída del capitalismo). De esta forma, precisa Noble, el desarrollo
tecnológico será considerado como autónomo, lineal, inevitable y sacrosanto,
tanto por sus partidarios como por sus críticos. Los dirigentes obreros
adoptaran; entonces, una posición de aceptación, de adecuación y de estímulo
frente a las nuevas tecnologías.
En este artículo, solo de
paso es tocado por Noble, un aspecto que consideramos fundamental para la
crítica al desarrollo tecnológico capitalista, un aspecto aportado por la crítica
ludita: la orientación del propio
desarrollo tecnológico capitalista. Una orientación permeada por el propio
contenido de las relaciones sociales que lo sustentan, relaciones de
explotación y opresión con miras a la ganancia, orientación que se objetiva en
cierto tipo de artefactos, pero también, en formas de organización del trabajo
con sentido capitalista, como sentido hegemónico, en la medida en que, como
precisa Kosic[i]
(1990), los seres humanos producimos nuestro mundo, como un mundo preñado de sentidos. En realidad, la
identificación de este sentido humano, que se objetiva mediante la praxis, es el
que permite romper con la falsa neutralidad de la técnica o con el
determinismo tecnológico, porque nos muestra que, finalmente, es el ser humano,
bajo determinadas relaciones sociales, en este caso, las capitalistas, el que
da sentido, de manera hegemónica, no única, a los artefactos tecnológicos, visión que a la
vez, pone en cuestión, el fatalismo con
el que la clase dominante impone su
lógica tecnológica.
2.
RESISTENCIA OBRERA Y RESPUESTA PATRONAL FRENTE A LA SEGUNDA REVOLUCIÓN
TECNOLÓGICA
Fotografia: https://www.laguia2000.com, 02/04/2007 |
Una vez que la
automatización se generaliza, precisa Noble, se ven sus
verdaderos efectos con el deterioro
de las condiciones del trabajo y de la capacidad de manejo por parte de
los trabajadores, de sus actividades laborales (licenciamientos,
intensificación de la cadena productiva, descualificación del trabajo), hasta
que a fines de los 60, la colera estalla y recrudece la acción directa de lo
obreros de base, frente a las direcciones sindicales que colaboran con la
patronal, a la que se cuestiona, por su incapacidad para dirigir sus fábricas.
Se trata de un periodo en el que el autor muestra la generalización del
sabotaje sistemático, mediante practicas que derivan en productos defectuosos,
mal ensamblados; en algunos casos, existen fabricas que con un 75% de tasa de
defectos, se ven obligadas a cerrar. Los
pronunciamientos cuestionan el propio concepto del progreso: “el verdadero asunto
radica en determinar, lo que nosotros los trabajadores consideramos como
progreso”. Noble afirma que los trabajadores
se dan cuenta de que están enfrentados a una tecnología que economiza mano de
obra, eso es lo que sus empleadores denominan: “progreso”. En este periodo, los trabadores proclaman que
el progreso tecnológico es un proceso político y no automático, inevitable y natural
(una critica radical a la neutralidad de las ciencias y la tecnológica). Estados
Unidos, Francia, Italia, Alemania, Escandinavia ven cómo las movilizaciones
obreras ponen en cuestión los efectos de la segunda revolución tecnológica.
Frente a este ascenso de la lucha de clases, los patrones
introducen nuevos
métodos de gestión de la fuerza de trabajo, como “la valorización profesional
“o los “programas de calidad de vida”,
destinados a canalizar el descontento por vías más productivas(en relación a
sus intereses), un ejemplo, es el surgimiento del modelo sueco de producción,
una respuesta al recrudecimiento de los conflictos de clase, ya que Suecia se destacó por la fuerza de la rebelión y la resistencia
obreras, con tasas de ausentismo en Volvo de 15% y de rotación de personal del
50%, debido a la intensidad y la rutina en el trabajo. El management llamado
humanitario, señala el autor, se impone, al menos por un tiempo, y se convierte
en la perspectiva dominante a fines del año 1973. Es en esta etapa, que surgirá en Estados
Unidos, la comisión, nominada en 1971 por Elliot Richardson, Secretario de Estado
de la Salud, la Educación y los Servicios Sociales, para hacer frente a la depresión
de los “cuellos azules” y a la angustia de los “cuellos blancos”. La conclusión de esta comisión, señala que el descontento de las mujeres, de
las minorías y de los “cuellos azules”
se reducirían si los americanos podrían tomar parte activa en las decisiones
que repercuten en su existencia; de ahí deriva una de sus recomendaciones
centrales de esta comisión, la de reemplazar el poder por la participación y las
estrategias de desarrollo alternativo (porque
muchas experimentaciones han demostrado que la productividad aumenta y que los
problemas sociales disminuyen si los asalariados participan en las decisiones
que afectan a su vida). Con la
introducción de nuevos servicios, programas, proyectos de investigación,
centros, y nuevas disciplinas destinadas a estudiar la “tecnología en el
trabajo”, las direcciones de empresas buscaron captar la revuelta e institucionalizarla,
logrando, junto a las dirigencias sindicales, frenar los sabotajes a la
producción.
Dos resultados emergieron de
este periodo de ascenso de la lucha obrera, de un parte, indica Noble, los
primeros acuerdos obrero-patronales sobre la introducción tecnológica en países
nórdicos como Noruega, Suecia. Si bien
estos acuerdos con participación de los sindicatos, significaron un avance, y
abrieron la posibilidad de respuesta a las prerrogativas de las direcciones
empresariales; en la práctica, fueron poco utilizados, para negociar la introducción
de las nuevas tecnologías y sirvieron; más bien, para desviar la oposición de los
trabajadores hacia acuerdos sobre remuneraciones, reconversión y despidos, con
un impacto casi nulo, sobre la concepción de las tecnologías o su puesta en
marcha. El otro importante resultado fue el claro reconocimiento del carácter
político de la tecnología, se trata, de acuerdo a Noble, de una ruptura
ideológica decisiva, porque ella permitió sobrepasar el determinismo y el
fatalismo tecnológico que habían servido de base para la propaganda
capitalista. De hi se derivaron dos posiciones: la una, comprende que la tecnología refleja las
relaciones de poder de una sociedad, lo que significa que los que detentan el poder, van
a continuar determinando la forma y la dirección de la tecnología, lo que
implica, en términos prácticos, a largo
plazo, cambiar las relaciones de fuerza y, a corto termino, luchar lo más que
se pueda, contra la introducción de nuevas tecnologías porque reflejan el
interés de los que dominan. La otra posición
concibe que la política es el arte de lo posible y como la tecnología es
política está abierta a sus posibilidades, así se marca una ruptura con el
visón lineal de desarrollo necesaria y automática. Noble piensa que esta última
perspectiva, abre la posibilidad a trascender una posición puramente defensiva
de los obreros frente a la ofensiva tecnológica.
3.
LA CONTINUIDAD DE LA LUCHA Y RESISTENCIA OBRERAS FRENTE A LA INNOVACIÓN
TECNOLÓGICA
Fotografía: https://www.enriquedans.com, 09/07/2008 |
4.
A MODO DE CONCLUSIÓN: LA INNOVACIÓN TECNOLÓGICA COMO ESPACIO DE LUCHA DE CLASES
Fotografía: https://blognooficial.wordpress.com |
De lo que se trataría, es de
poner en tela de juicio, la forma actual del desarrollo, de reevaluar las
técnicas y las ciencias en relación a criterios que supongan el enriquecimiento
de la vida con miras a establecer otras reglas del juego, para de esta forma,
superar los sueños infantiles de liberación por la máquina. Lo importante seria
trascender la mistificación tecnológica, por parte del poder en nuestra
sociedad, porque la tecnología en si jamás ha sido el problema y no será jamás
la solución, el gran desafío que plantea la actual ofensiva tecnológica, para
David Noble, es la de aprender no solamente a ponerla en tela de juicio, sino a
ponerla de lado, porque, en definitiva, lo que nos interesa no es una
tecnología centrada en lo humano, sino una sociedad centrada en lo humano.
Luchar por controlar el cambio tecnológico y la forma en que transforma la
organización del trabajo, afirma David Noble, será en el futuro, una de las
principales misiones de los sindicatos, frente a la ofensiva tecnológica capitalista.
Pese a esta postura radical,
en relación a la ofensiva tecnológica, Noble no llega a establecer la relación,
entre ella y las relaciones de producción capitalistas, que la sustentan. Por esto,
la posibilidad de establecer nuevas reglas del juego, para este autor, se mueve
en el espacio de las relaciones de fuerza, lo que da a entender, que bastaría
cambiar las relaciones de fuerza, entre obreros y patrones, para introducir una
tecnología centrada en lo humano. Esta
perspectiva, parece ser negada por los resultados de sus propias
investigaciones, donde se observa que, si bien los periodos de ascenso político
de la clase trabajadora, permitieron procesos de desmitificación del desarrollo
tecnológico capitalista, los periodos de reflujo se caracterizaron por el
restablecimiento ideológico sobre el desarrollo tecnológico, lo que
parafraseando al propio Noble, nos lleva a concluir, que la posibilidad de una
tecnología centrada en lo humano, solo se hace posible en una sociedad centrada
en lo humano, no en la ganancia privada. Esto solo es probable, si se trastocan las
relaciones sociales de producción que la sustentan, trastocamiento que desbroza
el camino hacia un cambio en el sentido del desarrollo tecnológico, desde un
sentido capitalista, sustentado en el interés privado, a un sentido más humano,
un sentido de interés colectivo. Esto,
de ninguna manera, significa, dejar de lado, a la ofensiva tecnológica de la
clase dominante, como espacio de lucha, en el que es importante ganar a la
patronal, palmo a palmo, espacios de control, tanto en términos de su
concepción como en términos de su puesta en marcha.
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