Luis Fernando Castro López
Bolivia no es la excepción; desde hace
una década, el trabajo femenino dentro del sector servicios creció de manera
significativa (de 43% en 1996 a 69% en 2019). Un importante número de mujeres
se insertan en trabajos de servicio de todo tipo: de cuidado, comercio,
hoteles, restauració0n, salud, limpieza, servicios sociales colectivos,
administración pública, etc. Este
crecimiento hace contraste con la reducción de la población femenina dedicada a
la agricultura, que cayó del 44% en 1996 al 27% en 2019; mientras que la
participación femenina en el sector manufacturero se mantuvo casi igual en 30
años (10% aproximadamente)[ii]. Es decir, el índice de
participación por género, prácticamente no cambió en 20 años, pero sí la forma
de ocupación de las mujeres. Actualmente, los 3 sectores que absorben más
trabajo femenino son los servicios de comercio, hoteles y restaurantes, los
servicios de administración pública, los servicios sociales y comunales y la
industria manufactura. En este artículo, en base a dos estudios de caso, se
busca responder a la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las formas de explotación subordinación
y disciplinamiento de las obreras en los servicios de limpieza en hospitales y
servicios municipales?
1.
EL CONTROL DE LOS CUERPOS EN LOS SERVICIOS DE LIMPIEZA HOSPITALARIA
En Bolivia, la industrialización de
los servicios[iii]
significó la incorporación cada vez más amplia de mujeres en el trabajo
asalariado. El servicio de limpieza se convirtió en una actividad industrial[iv] a partir de la creación
de empresas especializadas que venden este servicio como producto de consumo
final o intermedio. Este es el caso de los hospitales privados, que transfieren la labor de
limpieza a manos de empresas pequeñas, sin dejar de controlar y explotar a las
obreras de limpieza; pues este servicio, aunque parezca periférico y no
vinculado a las actividades relacionadas directamente con la salud, es en realidad, una dimensión central del
funcionamiento de un hospital. Hoy los grandes hospitales venden la
bioseguridad como un servicio a ser garantizado a sus pacientes y esto solo se
logra mediante la explotación de fuerza de trabajo destinada a la limpieza.
Las tareas de limpieza hospitalaria
son organizadas en flujo[v], o sea, hay una constante
movilidad de la fuerza de trabajo ( un flujo continuo que no cesa) en las
tareas de limpieza y mantenimiento de las secciones de alto riesgo de infección;
en este caso, nos referimos a las secciones de internación de pacientes,
quirófano, servicios de hemodiálisis, etc.; además, de la constante
desinfección de las áreas comunes como pasillos y salas de espera; la fuerza de
trabajo es movilizada dependiendo de los eventos infecciosos que surjan en
cualquier lugar del centro hospitalario.
Toda esta organización del trabajo,
requiere; al mismo tiempo, un control espacial y temporal de la movilidad de
las trabajadoras de limpieza; en ese sentido, la empresa de servicios
contratada por la dirección del hospital, despliega una serie de medidas de
control del trabajo de las obreras de limpieza, una de estas medidas es el
control directo ya sea mediante la vigilancia personal o la vigilancia con
cámaras. El objetivo no es solo controlar la movilidad de las obreras de una
sección a otra; sino también, controlar las operaciones físicas en la realización de sus diversas
tareas, buscando en último término, el disciplinamiento del cuerpo de las
obreras.
Desde el momento en que una obrera
entra a trabajar en el servicio de limpieza, la calificación de su trabajo se
mide por la calidad de sus operaciones de limpieza, esta calificación no solo se
basa en la evaluación del producto final, también se califica el
desenvolvimiento del cuerpo de las obreras. No solo se trata de controlar, cómo
la obrera agarra la escoba o la franela; sino como logra resolver una serie de
obstáculos y demandas de la limpieza; el siguiente extracto es muy esclarecedor,
sobre el trabajo de una obrera de limpieza en el área de informática de un
hospital:
“No entendía porque los trabajadores
del sector de informática se mostraban insatisfechos con el trabajo de Silvano,
hasta que se fue y tuve que poner en su lugar a Doña Ligia… ya habiendo pasado
unas dos semanas desde que se cambió al
trabajador por la obrera de limpieza la actitud del personal de informática ha
cambiado y ya no protestan por la limpieza… fui a ver como realizaba la
limpieza doña Ligia y ella se encontraba limpiando uno de los escritorios y me
dice: ‘Joven ya estoy terminando ya salgo, después de esto me voy al pasillo
grande ¿no?... […] Me he tardado porque este ingeniero [refiriéndose a uno de
los trabajadores de informática] deja su escritorio mugre y no quiere que le
toquemos nada, el primer día que fui me dijo que no toque nada, pero yo no le
hice caso igual lo acomode… […] igual cuando me vio mover me ha mirado y no me
dijo nada… pero yo le he arrinconado como debe ser… aquí los lapiceros, aquí
sus hojas, es este lado se lo pongo sus cosas estas de las computadoras… y así…
y te cuento que al día siguiente me ha pedido que se lo ordene el escritorio…
[…] hay que ordenárselos como su mama aunque no quieran les pones un orden y se
acostumbran… igual es con la licenciada… ella es delicada de que toquen y
desordenen sus cositas… sus fotitos y sus adornitos…’, cuando me dijo todo eso
me di cuenta que Silvano no tenía un criterio de orden solo limpiaba y para el
personal de oficina significaba un desorden de sus propias cosas”[vi]
El trabajo de limpieza requiere, como
indica la trabajadora, un criterio de orden, en este caso, la obrera dice “ordenárselos
como su mama”, consciente de que lo que despliega es un criterio que ella misma
se ha formado en su experiencia de madre; luego, habla de lo “delicadas que son
las licenciadas con sus adornos” y que, en ese caso, ella capta esa delicadeza.
Este sentido de orden, no es constituido en el espacio de trabajo, por lo
general viene de afuera, de las habilidades formadas por las obreras, no solo
en el espacio domestico privado del hogar (por eso mismo la obrera equiparaba
su forma de limpiar al de la forma de limpiar de “su mama”); sino también, en
un larga trayectoria de empleos como limpiadora de casas; se trata a veces, de
una tradición generacional, son hijas de
madres que trabajaron años en la limpieza; las obreras no abandonan estas
actividades, sino que las heredan.
Este sentido de orden formado en sus
actividades domésticas, hace carne en el cuerpo y se convierte en una forma de
apropiación[vii] de este espacio: “le doy
un orden”; una forma de apropiación de la que; por lo general, carecen los
obreros, quienes son destinados a trabajos de fuerza como el manejo de máquinas
de limpieza. En el trabajo de la limpieza, la modelación del cuerpo se da sobre
la explotación de las habilidades adquiridas fuera del trabajo; en este caso,
las habilidades adquiridas por la obrera en el marco de los roles de género
establecidos por la reproducción de la división social del trabajo por sexos[viii]; se trata del primer
paso hacia su disciplinamiento; las obreras que demuestren el desarrollo de
estas disposiciones tienen mayores posibilidades de quedarse en el puesto.
Pero ¿por qué es necesario
un disciplinamiento aun después de que las obreras demuestran tener ciertas
disposiciones desarrolladas en el oficio de la limpieza?
Se debe a que, a
diferencia del espacio del hogar, los procedimientos de limpieza en los
hospitales que industrializan este servicio, requieren ser estandarizados a un
ritmo y a una calidad de trabajo. Las habilidades de las obreras son enmarcadas
dentro de una economía de movimientos y de tiempos[ix], donde se mide el minuto:
“Limpiar un cuarto solo lleva media hora si tarda más no sirve!!”, decía uno de
los dueños de la empresa de servicios.
Los estándares de tiempos son
complementados con la inculcación de un sentido en el procedimiento de
limpieza, éste debe ser pulcro y cuidadoso en presencia del paciente internado,
que en este caso, es el cliente. Al respecto, el control a las obreras, de
parte del personal médico, consistía en observar y corregir la forma en que usaban
la franela; con que guante abrían la puerta; con que guante limpiaban el
velador; también, la forma del servicio; la presentación de la obrera; la forma
en que se para y en que entabla la comunicación con el paciente.
El objetivo final de toda la
vigilancia era que las obreras, mediante el desenvolvimiento corporal y los
procedimientos adecuados en el manejo de los materiales, no incomoden al paciente
y muestren cuidado en la bioseguridad. Ello implicaba muchas veces, que frente
a los malos procedimientos el personal de jerarquía del hospital les diga: “¡¡usted
no está en su casa, este es un hospital!!”, dando a entender, que en ese
espacio se cumple un protocolo estandarizado, que no contempla las costumbres
de limpieza que traen de casa las obreras. Se trata de pulir sus propios
cuerpos a la minuciosidad y la actuación, pero también, a la resistencia física,
ya que todo eso debe ser hecho con una economía del tiempo cronometrado (una
correlación entre tareas, que significa la medición del tiempo de movilidad de
una sección a otra) y densificado con la incorporación de nuevas actividades.
El tiempo densificado con tareas ponía en evidencia, cualquier retraso, ya que partir de este primer retraso, se forma una
cadena de actividades desfasadas de tiempo.
En el servicio industrial de
limpieza, el disciplinamiento del cuerpo, significa un proceso de subsunción
real del trabajo por el capital[x], porque lo que se busca no
es solo la subordinación y la explotación de las habilidades desarrolladas por las
obreras en el espacio doméstico, sino su modelación y su transformación, bajo
una anatomía política[xi] del cuerpo[xii], que responda a las
exigencias de valorización de capital. En esta repetición constante de tiempos
y procedimientos, las correcciones y las llamadas de atención, calan la
subjetividad de las obreras, que terminan por asumir una “forma ideal” en los
procedimientos de limpieza y en su apariencia.
La trabajadora de limpieza
presenta la “fachada”[xiii] de la bioseguridad,
donde su apariencia de pulcritud (tener el uniforme muy bien cuidado) y los
medios de trabajo limpios y clasificados, deben corresponder con ciertos
modales de prudencia, de delicadeza, exactitud y energía inagotable. Se forma
una “idealización”[xiv] de lo que es la obrera
de limpieza, que trata de responder a las ideas estereotipadas y generales de
los centros hospitalarios, como centros de pulcritud, limpieza y; sobre todo,
de cuidado de la salud, aunque esto signifique poner en riesgo la salud física
de sus obreras, por cuidar las apariencias y las ganancias.
Esta “fachada” de la
obrera de limpieza, es rota en ocasiones en que una nueva trabajadora presenta
una serie de disposiciones que contravengan a esta forma ideal de actuación,
movimientos y apariencia. Estas trabajadoras pasan por la valoración moral de
las antiguas, quienes la califican de “sucia, mal arreglada, que quita las
ganas de trabajar”. En este caso, las obreras que no logran encajar en este
marco son despedidas, y si algo impide su despido inmediato, son sometidas a
actos de descalificación por parte de sus compañeras, que consideran que no son
buenas trabajadoras.
En varios hospitales, donde
los servicios de limpieza se organizan con cánones industriales, se siguen
estos procesos de disciplinamiento de las obreras, que modelan la feminidad a
un estándar productivo, mediante la economía del cuerpo; canal de acceso a la
incorporación subjetiva de una disciplina que, luego se convierte en una ética
de trabajo.
2.
EXPLOTACIÓN Y NATURALIZACIÓN DE
“LO FEMENINO” EN LAS EMPRESAS MUNICIPALES
Otro hecho, que se reproduce en la incorporación de las mujeres al
espacio productivo, es la naturalización[xv] y la extensión de las
habilidades designadas socialmente como propias de la feminidad; es el caso de
las tareas destinadas al cuidado. En una empresa municipal de mantenimiento de
áreas verdes; se realiza un contrato masivo de fuerza de trabajo eventual
femenina, aprovechando los ciclos del
trabajo doméstico, por ejemplo, las vacaciones escolares son un momento de
afluencia de fuerza de trabajo femenina disponible debido a que varias mujeres
se liberan de la responsabilidad de atender las necesidades propias de la
asistencia a clases de sus hijos (lavar los uniformes de sus hijos, preparar la
comida a tiempo, ayudar en las tareas escolares, etc.); de manera que en tiempo
de vacaciones escolares, existe una gran cantidad de mujeres que se presentan
en la puerta de esta empresa buscando un trabajo temporal.
Esta empresa municipal, presenta
una marcada división de las tareas básicas del mantenimiento de áreas verdes y
parques. Mientras los trabajos de construcción de infraestructura son
realizados por los hombres, las tareas de cultivo y cuidados de plantas se
destina a las mujeres. El trabajo de
vivero es un trabajo cumplido, en su mayoría, por las mujeres. Cuando se
consultaba a las obreras sobre por qué había más mujeres que hombres en viveros,
ellas respondían lo siguiente:
“Sí,
pero como te digo vivero parece que es más para mujeres no para hombres porque
las plantitas son muy delicadas, las cosas que hacemos son más para manos de
mujeres yo pienso no por eso es que hay más mujeres que hombres, hay hombres
pero esos hombres son para que trasladen cosas pesadas mezclen la tierra lleven
en carretilla cualquier cosa pesado ¿no? y el resto son cosas muy delicadas las
plantitas, si por eso yo creo que hay más mujeres aquí que hombres […] como te
dije las plantitas son para mujeres porque son bien delicadas son… desde
bebecitos tenemos que agarrar en las manos y de las manos poner a la tierra con
calma”[xvi]
La
percepción de la obrera es que el trabajo de vivero, al ser un trabajo
delicado, para manos de mujeres, es un trabajo solo apto para ellas. Entre las obreras hay una tendencia a
naturalizar las disposiciones atribuidas a la feminidad con las tareas
productivas como algo dado, propio del sexo femenino, en contraposición al
trabajo pesado atribuido a los hombres. No es que ellas no sientan que pueden
realizar las tareas de los hombres, sino que aceptan esta división del trabajo.
Que para ellas tiene su justificación en los roles de género de las trabajadoras en el espacio doméstico.
A diferencia del caso anterior, en este
caso, la inserción de la mujer al espacio productivo se da por la subsunción formal[xvii] de las disposiciones de
género adquiridas en el marco de la división social del trabajo por sexos, es
decir que, las habilidades y disposiciones adquiridas en el espacio domestico no pasan por un
proceso de modelación, sino que se explotan directamente, como habilidades relacionadas
con el cuidado doméstico y el
sentimiento materno.
Las
obreras que asumen estas tareas, soportan el trabajo monótono y pesado con la
satisfacción que sienten cuando logran un óptimo cuidado de las plantas. Es
como criar un hijo y verlo crecer con el esfuerzo de sus propias manos. Como
afirma la obrera: “No. Más bien el
trabajo para mi es bien tranquilo, porque me desestreso, digamos. Porque son
tan chiquititas las plantas, y les veo como a mis hijos. Es un cariño bien
grande, por las plantitas, yo que tengo. Son bien chiquititos, que cuando me
viene otra persona y me lo riega digamos “! ay! ¡ya me pongo a llorar!” porque
“¿por qué has hecho así? Tienes que hacer con calmita, como bebes recién
naciditos”, entonces, tengo harto cariño por las plantas”[xviii]
Se
percibe que, en sus tareas en el vivero, este cuidado a las plantas, despierta entre
las trabajadoras, una identificación afectiva equiparada con el cariño a un hijo,
a la función materna. Esto explica en alguna medida, que estas trabajadoras soporten
las intensas jornadas de trabajo y las afecciones reumáticas en los dedos por
los cambios de temperatura en el uso de los guantes[xix]. En el mismo sentido, la naturalización de
estas actividades ligadas al sexo femenino, ha hecho que las trabajadoras de vivero
acepten una escala salarial estancada, por la imposibilidad de acceder a otros
puestos que son monopolizados por varones, como la construcción de
infraestructura, soldadura o el manejo de la fibra de vidrio para la
construcción de parques. Se trata de una segregación ocupacional que da ventaja
a los hombres, porque ellos pueden subir de categoría ocupacional, hasta ganar
7.000 bs. en promedio, mientras que las mujeres de vivero se quedan estancadas
en un salario de 3.000 bs., si es que llegan a ser supervisoras del vivero. Esta naturalización de la división de las
tareas por sexo, en estas empresas de servicios municipales, termina
legitimando las desigualdades laborales en términos de oportunidades de ascenso
laboral y de mejoras salariales.
CONCLUSIÓN
La incorporación de las mujeres en los
espacios productivos implica la subsunción de sus disposiciones y roles de
género al servicio de los objetivos patronales. Ya sea por medio la modelación
de estas disposiciones, para conseguir una disciplina corporal o por medio de
la asimilación de estas disposiciones, sin ningún tipo de modelación o modificación.
Estas formas de subsunción de las disposiciones femeninas a los objetivos
patronales, reproducen la división social del trabajo por sexos y por ende las
prácticas patronales de segregación laboral y discriminación salarial.
[i] Revisar el siguiente enlace: https://www.ilo.org/infostories/es-ES/Stories/Employment/barriers-women#intro
[ii] Dossier de Estadísticas Sociales y
Económicas: https://www.udape.gob.bo/
[iii] Cuando nos referimos a la
industrialización de los servicios tomamos como referencia a Albarracin, Daniel
(2003) “La sociedad salarial de servicios a debate: Ciclo del capital,
estructura social y subjetividad obrera quien también toma algunas reflexiones
de Mandel” en Cuadernos de relaciones
laborales, año 21, No 2, pp. 43 – 66; para explicar que la forma de
servicios no se contrapone a la de productos atribuida a la industria, mas al
contrario la “formación del servicio no sustituye a la
forma producto en
la misma. Incluso puede promoverla. Este sería el caso,
por ejemplo, de los servicios de entretenimiento o atención de salud personal
que suponen, sea por caso, la producción de bienes de producción de maquinaria
especializada de corte industrial (por ejemplo, la producción de las
infraestructuras de un parque de atracciones, la fabricación de instrumental
médico, etcétera...). En definitiva, se
produce una industrialización del servicio y una terciarización de la industria
(pp. 196)
[iv] Castro, Luis (2020) “Resistencia de
las obreras fluctuantes en los servicios de limpieza hospitalaria en Bolivia”,
en Palermo, H. y Capogrosi, L., Tratado Latinoamericano
de Antropología del trabajo. Buenos Aires: CEIL-CONICET y CLACSO.
[v] Ídem.
[vi] Extracto de notas de campo sobre el
trabajo de limpieza en un Hospital de Cochabamba 2018 – 2019.
[vii] Kosik, Karel (1990) Dialéctica de lo concreto. Mexico D.F.:
Editorial Grijalbo.
[viii] Aillon, Tania (1997) “Alienación y
relaciones de género: las determinaciones comunes de clase y de género”, en Revista Escarmenar, No 2, año 1997, La
Paz, plural
[ix] Foucault, Michael (1975) Vigilar y
castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
[x] Marx, Karl (1971) El capital, libro 1, capítulo VI (inédito). Buenos
Aires: Ediciones Signos
[xi] Una "anatomía política",
que es igualmente una "mecánica del poder", está naciendo; define
cómo se puede hacer presa en el cuerpo de los demás, no simplemente para que
ellos hagan lo que se desea, sino para que operen como se quiere, con las
técnicas, según la rapidez y la eficacia que se determina (Foucault, 1975)
[xii] Ídem.
[xiii] La fachada, está referida a la parte
de la actuación del individuo que funciona regularmente de un modo general y
prefijado, a fin de definir la situación con respecto a aquellos que observan
dicha actuación. En Gofman, E. (2004) La
presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu
Editores, pp. 33 -34. La fachada de se conforma de medios, una apariencia y
modales.
[xiv] Ídem.
[xv] Trabajamos la naturalización en los
términos que define Gramsci como naturalización de la dominación. Burawoy, M. (2006) O marxismo contra Bourideu. Sao
Paulo: UNICAMP
[xvi] (Extracto de entrevista a una trabajadora de una
empresa municipal)
[xvii] Marx, Karl (1971) El capital, libro 1, capítulo VI (inédito). Buenos
Aires: Ediciones Signos
[xviii] (extracto de entrevista a trabajadora
de vivero municipal).
[xix] Si bien hay obreras que ven el trabajo
como satisfactorio; desde hace años hay una demanda de solución a las afecciones físicas del
trabajo.
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