-->

Llank'aymanta presenta el libro:

Trabajo asalariado, el claroscuro del Censo Agropecuario

La actualidad de las tesis de Marini para entender el proyecto del Capitalismo "Andino - Amazónico

Reseña al libro de Tania Aillón, "Japonización" de la dominación patronal y respuesta obrera

Subcontratación, reforma laboral y lucha obrera: El caso de los obreros del sector industrial en Bolivia

1 2 3 4 5

domingo, 7 de marzo de 2021

Las formas de explotación del trabajo femenino desde dos estudios de caso en Bolivia

 

Luis Fernando Castro López




La OIT[i] calcula que en la actualidad, solo el 49% de las mujeres lograron acceder a un empleo, mientras que los varones con un empleo o económicamente activos, representan el 75%; es decir, la brecha en el porcentaje de participación económica, entre hombres y mujeres, es de más del 20%. Pese a la persistencia de esta brecha, el trabajo femenino ha ido experimentado un importante aumento en su participación; sobre el cual, es necesario poner la mirada, para entender la forma en que el capitalismo; actualmente, incide en la reproducción de las desigualdades y la opresión de género. Una de estas trasformaciones está relacionada con la extensión de la industria de servicios o la industrialización de los servicios, sector que acoge a un gran número de mujeres.

Bolivia no es la excepción; desde hace una década, el trabajo femenino dentro del sector servicios creció de manera significativa (de 43% en 1996 a 69% en 2019). Un importante número de mujeres se insertan en trabajos de servicio de todo tipo: de cuidado, comercio, hoteles, restauració0n, salud, limpieza, servicios sociales colectivos, administración pública, etc.  Este crecimiento hace contraste con la reducción de la población femenina dedicada a la agricultura, que cayó del 44% en 1996 al 27% en 2019; mientras que la participación femenina en el sector manufacturero se mantuvo casi igual en 30 años (10% aproximadamente)[ii]. Es decir, el índice de participación por género, prácticamente no cambió en 20 años, pero sí la forma de ocupación de las mujeres. Actualmente, los 3 sectores que absorben más trabajo femenino son los servicios de comercio, hoteles y restaurantes, los servicios de administración pública, los servicios sociales y comunales y la industria manufactura. En este artículo, en base a dos estudios de caso, se busca responder a la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las formas de explotación subordinación y disciplinamiento de las obreras en los servicios de limpieza en hospitales y servicios municipales?

1. EL CONTROL DE LOS CUERPOS EN LOS SERVICIOS DE LIMPIEZA HOSPITALARIA

En Bolivia, la industrialización de los servicios[iii] significó la incorporación cada vez más amplia de mujeres en el trabajo asalariado. El servicio de limpieza se convirtió en una actividad industrial[iv] a partir de la creación de empresas especializadas que venden este servicio como producto de consumo final o intermedio. Este es el caso de los hospitales privados, que transfieren la labor de limpieza a manos de empresas pequeñas,  sin dejar de controlar y explotar a las obreras de limpieza; pues este servicio, aunque parezca periférico y no vinculado a las actividades relacionadas directamente con la salud,  es en realidad, una dimensión central del funcionamiento de un hospital. Hoy los grandes hospitales venden la bioseguridad como un servicio a ser garantizado a sus pacientes y esto solo se logra mediante la explotación de fuerza de trabajo destinada a la limpieza.

Las tareas de limpieza hospitalaria son organizadas en flujo[v], o sea, hay una constante movilidad de la fuerza de trabajo ( un flujo continuo que no cesa) en las tareas de limpieza y mantenimiento de las secciones de alto riesgo de infección; en este caso, nos referimos a las secciones de internación de pacientes, quirófano, servicios de hemodiálisis, etc.; además, de la constante desinfección de las áreas comunes como pasillos y salas de espera; la fuerza de trabajo es movilizada dependiendo de los eventos infecciosos que surjan en cualquier lugar del centro hospitalario.

Toda esta organización del trabajo, requiere; al mismo tiempo, un control espacial y temporal de la movilidad de las trabajadoras de limpieza; en ese sentido, la empresa de servicios contratada por la dirección del hospital, despliega una serie de medidas de control del trabajo de las obreras de limpieza, una de estas medidas es el control directo ya sea mediante la vigilancia personal o la vigilancia con cámaras. El objetivo no es solo controlar la movilidad de las obreras de una sección a otra; sino también, controlar las operaciones físicas en la realización de sus diversas tareas, buscando en último término, el disciplinamiento del cuerpo de las obreras.

Desde el momento en que una obrera entra a trabajar en el servicio de limpieza, la calificación de su trabajo se mide por la calidad de sus operaciones de limpieza, esta calificación no solo se basa en la evaluación del producto final, también se califica el desenvolvimiento del cuerpo de las obreras. No solo se trata de controlar, cómo la obrera agarra la escoba o la franela; sino como logra resolver una serie de obstáculos y demandas de la limpieza; el siguiente extracto es muy esclarecedor, sobre el trabajo de una obrera de limpieza en el área de informática de un hospital:

“No entendía porque los trabajadores del sector de informática se mostraban insatisfechos con el trabajo de Silvano, hasta que se fue y tuve que poner en su lugar a Doña Ligia… ya habiendo pasado unas dos semanas desde que  se cambió al trabajador por la obrera de limpieza la actitud del personal de informática ha cambiado y ya no protestan por la limpieza… fui a ver como realizaba la limpieza doña Ligia y ella se encontraba limpiando uno de los escritorios y me dice: ‘Joven ya estoy terminando ya salgo, después de esto me voy al pasillo grande ¿no?... […] Me he tardado porque este ingeniero [refiriéndose a uno de los trabajadores de informática] deja su escritorio mugre y no quiere que le toquemos nada, el primer día que fui me dijo que no toque nada, pero yo no le hice caso igual lo acomode… […] igual cuando me vio mover me ha mirado y no me dijo nada… pero yo le he arrinconado como debe ser… aquí los lapiceros, aquí sus hojas, es este lado se lo pongo sus cosas estas de las computadoras… y así… y te cuento que al día siguiente me ha pedido que se lo ordene el escritorio… […] hay que ordenárselos como su mama aunque no quieran les pones un orden y se acostumbran… igual es con la licenciada… ella es delicada de que toquen y desordenen sus cositas… sus fotitos y sus adornitos…’, cuando me dijo todo eso me di cuenta que Silvano no tenía un criterio de orden solo limpiaba y para el personal de oficina significaba un desorden de sus propias cosas”[vi]

El trabajo de limpieza requiere, como indica la trabajadora, un criterio de orden, en este caso, la obrera dice “ordenárselos como su mama”, consciente de que lo que despliega es un criterio que ella misma se ha formado en su experiencia de madre; luego, habla de lo “delicadas que son las licenciadas con sus adornos” y que, en ese caso, ella capta esa delicadeza. Este sentido de orden, no es constituido en el espacio de trabajo, por lo general viene de afuera, de las habilidades formadas por las obreras, no solo en el espacio domestico privado del hogar (por eso mismo la obrera equiparaba su forma de limpiar al de la forma de limpiar de “su mama”); sino también, en un larga trayectoria de empleos como limpiadora de casas; se trata a veces, de una tradición generacional, son  hijas de madres que trabajaron años en la limpieza; las obreras no abandonan estas actividades, sino que las heredan.

Este sentido de orden formado en sus actividades domésticas, hace carne en el cuerpo y se convierte en una forma de apropiación[vii] de este espacio: “le doy un orden”; una forma de apropiación de la que; por lo general, carecen los obreros, quienes son destinados a trabajos de fuerza como el manejo de máquinas de limpieza. En el trabajo de la limpieza, la modelación del cuerpo se da sobre la explotación de las habilidades adquiridas fuera del trabajo; en este caso, las habilidades adquiridas por la obrera en el marco de los roles de género establecidos por la reproducción de la división social del trabajo por sexos[viii]; se trata del primer paso hacia su disciplinamiento; las obreras que demuestren el desarrollo de estas disposiciones tienen mayores posibilidades de quedarse en el puesto.

Pero ¿por qué es necesario un disciplinamiento aun después de que las obreras demuestran tener ciertas disposiciones desarrolladas en el oficio de la limpieza?

Se debe a que, a diferencia del espacio del hogar, los procedimientos de limpieza en los hospitales que industrializan este servicio, requieren ser estandarizados a un ritmo y a una calidad de trabajo. Las habilidades de las obreras son enmarcadas dentro de una economía de movimientos y de tiempos[ix], donde se mide el minuto: “Limpiar un cuarto solo lleva media hora si tarda más no sirve!!”, decía uno de los dueños de la empresa de servicios.

Los estándares de tiempos son complementados con la inculcación de un sentido en el procedimiento de limpieza, éste debe ser pulcro y cuidadoso en presencia del paciente internado, que en este caso, es el cliente. Al respecto, el control a las obreras, de parte del personal médico, consistía en observar y corregir la forma en que usaban la franela; con que guante abrían la puerta; con que guante limpiaban el velador; también, la forma del servicio; la presentación de la obrera; la forma en que se para y en que entabla la comunicación con el paciente. 

El objetivo final de toda la vigilancia era que las obreras, mediante el desenvolvimiento corporal y los procedimientos adecuados en el manejo de los materiales, no incomoden al paciente y muestren cuidado en la bioseguridad. Ello implicaba muchas veces, que frente a los malos procedimientos el personal de jerarquía del hospital les diga: “¡¡usted no está en su casa, este es un hospital!!”, dando a entender, que en ese espacio se cumple un protocolo estandarizado, que no contempla las costumbres de limpieza que traen de casa las obreras. Se trata de pulir sus propios cuerpos a la minuciosidad y la actuación, pero también, a la resistencia física, ya que todo eso debe ser hecho con una economía del tiempo cronometrado (una correlación entre tareas, que significa la medición del tiempo de movilidad de una sección a otra) y densificado con la incorporación de nuevas actividades. El tiempo densificado con tareas ponía en evidencia, cualquier retraso, ya que  partir de este primer retraso, se forma una cadena de actividades desfasadas de tiempo.

En el servicio industrial de limpieza, el disciplinamiento del cuerpo, significa un proceso de subsunción real del trabajo por el capital[x], porque lo que se busca no es solo la subordinación y la explotación de las habilidades desarrolladas por las obreras en el espacio doméstico, sino su modelación y su transformación, bajo una anatomía política[xi] del cuerpo[xii], que responda a las exigencias de valorización de capital. En esta repetición constante de tiempos y procedimientos, las correcciones y las llamadas de atención, calan la subjetividad de las obreras, que terminan por asumir una “forma ideal” en los procedimientos de limpieza y en su apariencia.

La trabajadora de limpieza presenta la “fachada”[xiii] de la bioseguridad, donde su apariencia de pulcritud (tener el uniforme muy bien cuidado) y los medios de trabajo limpios y clasificados, deben corresponder con ciertos modales de prudencia, de delicadeza, exactitud y energía inagotable. Se forma una “idealización”[xiv] de lo que es la obrera de limpieza, que trata de responder a las ideas estereotipadas y generales de los centros hospitalarios, como centros de pulcritud, limpieza y; sobre todo, de cuidado de la salud, aunque esto signifique poner en riesgo la salud física de sus obreras, por cuidar las apariencias y las ganancias.

Esta “fachada” de la obrera de limpieza, es rota en ocasiones en que una nueva trabajadora presenta una serie de disposiciones que contravengan a esta forma ideal de actuación, movimientos y apariencia. Estas trabajadoras pasan por la valoración moral de las antiguas, quienes la califican de “sucia, mal arreglada, que quita las ganas de trabajar”. En este caso, las obreras que no logran encajar en este marco son despedidas, y si algo impide su despido inmediato, son sometidas a actos de descalificación por parte de sus compañeras, que consideran que no son buenas trabajadoras.

En varios hospitales, donde los servicios de limpieza se organizan con cánones industriales, se siguen estos procesos de disciplinamiento de las obreras, que modelan la feminidad a un estándar productivo, mediante la economía del cuerpo; canal de acceso a la incorporación subjetiva de una disciplina que, luego se convierte en una ética de trabajo.

 

2. EXPLOTACIÓN Y NATURALIZACIÓN DE “LO FEMENINO” EN LAS EMPRESAS MUNICIPALES

Otro hecho, que se reproduce en la incorporación de las mujeres al espacio productivo, es la naturalización[xv] y la extensión de las habilidades designadas socialmente como propias de la feminidad; es el caso de las tareas destinadas al cuidado. En una empresa municipal de mantenimiento de áreas verdes; se realiza un contrato masivo de fuerza de trabajo eventual femenina, aprovechando los ciclos  del trabajo doméstico, por ejemplo, las vacaciones escolares son un momento de afluencia de fuerza de trabajo femenina disponible debido a que varias mujeres se liberan de la responsabilidad de atender las necesidades propias de la asistencia a clases de sus hijos (lavar los uniformes de sus hijos, preparar la comida a tiempo, ayudar en las tareas escolares, etc.); de manera que en tiempo de vacaciones escolares, existe una gran cantidad de mujeres que se presentan en la puerta de esta empresa buscando un trabajo temporal.

Esta empresa municipal, presenta una marcada división de las tareas básicas del mantenimiento de áreas verdes y parques. Mientras los trabajos de construcción de infraestructura son realizados por los hombres, las tareas de cultivo y cuidados de plantas se destina a las mujeres.  El trabajo de vivero es un trabajo cumplido, en su mayoría, por las mujeres. Cuando se consultaba a las obreras sobre por qué había más mujeres que hombres en viveros, ellas respondían lo siguiente:    

“Sí, pero como te digo vivero parece que es más para mujeres no para hombres porque las plantitas son muy delicadas, las cosas que hacemos son más para manos de mujeres yo pienso no por eso es que hay más mujeres que hombres, hay hombres pero esos hombres son para que trasladen cosas pesadas mezclen la tierra lleven en carretilla cualquier cosa pesado ¿no? y el resto son cosas muy delicadas las plantitas, si por eso yo creo que hay más mujeres aquí que hombres […] como te dije las plantitas son para mujeres porque son bien delicadas son… desde bebecitos tenemos que agarrar en las manos y de las manos poner a la tierra con calma[xvi]

 

La percepción de la obrera es que el trabajo de vivero, al ser un trabajo delicado, para manos de mujeres, es un trabajo solo apto para ellas.  Entre las obreras hay una tendencia a naturalizar las disposiciones atribuidas a la feminidad con las tareas productivas como algo dado, propio del sexo femenino, en contraposición al trabajo pesado atribuido a los hombres. No es que ellas no sientan que pueden realizar las tareas de los hombres, sino que aceptan esta división del trabajo.  Que para ellas tiene su   justificación en los roles de género de las trabajadoras en el espacio doméstico.  A diferencia del caso anterior, en este caso, la inserción de la mujer al espacio productivo se da por la subsunción formal[xvii] de las disposiciones de género adquiridas en el marco de la división social del trabajo por sexos, es decir que, las habilidades y disposiciones adquiridas  en el espacio domestico no pasan por un proceso de modelación, sino que se explotan directamente, como habilidades relacionadas con el cuidado doméstico  y el sentimiento materno.

 

Las obreras que asumen estas tareas, soportan el trabajo monótono y pesado con la satisfacción que sienten cuando logran un óptimo cuidado de las plantas. Es como criar un hijo y verlo crecer con el esfuerzo de sus propias manos. Como afirma la obrera: “No. Más bien el trabajo para mi es bien tranquilo, porque me desestreso, digamos. Porque son tan chiquititas las plantas, y les veo como a mis hijos. Es un cariño bien grande, por las plantitas, yo que tengo. Son bien chiquititos, que cuando me viene otra persona y me lo riega digamos “! ay! ¡ya me pongo a llorar!” porque “¿por qué has hecho así? Tienes que hacer con calmita, como bebes recién naciditos”, entonces, tengo harto cariño por las plantas[xviii]

 

Se percibe que, en sus tareas en el vivero, este cuidado a las plantas, despierta entre las trabajadoras, una identificación afectiva equiparada con el cariño a un hijo, a la función materna. Esto explica en alguna medida, que estas trabajadoras soporten las intensas jornadas de trabajo y las afecciones reumáticas en los dedos por los cambios de temperatura en el uso de los guantes[xix].  En el mismo sentido, la naturalización de estas actividades ligadas al sexo femenino, ha hecho que las trabajadoras de vivero acepten una escala salarial estancada, por la imposibilidad de acceder a otros puestos que son monopolizados por varones, como la construcción de infraestructura, soldadura o el manejo de la fibra de vidrio para la construcción de parques. Se trata de una segregación ocupacional que da ventaja a los hombres, porque ellos pueden subir de categoría ocupacional, hasta ganar 7.000 bs. en promedio, mientras que las mujeres de vivero se quedan estancadas en un salario de 3.000 bs., si es que llegan a ser supervisoras del vivero.  Esta naturalización de la división de las tareas por sexo, en estas empresas de servicios municipales, termina legitimando las desigualdades laborales en términos de oportunidades de ascenso laboral y de mejoras salariales.

 

CONCLUSIÓN

La incorporación de las mujeres en los espacios productivos implica la subsunción de sus disposiciones y roles de género al servicio de los objetivos patronales. Ya sea por medio la modelación de estas disposiciones, para conseguir una disciplina corporal o por medio de la asimilación de estas disposiciones, sin ningún tipo de modelación o modificación. Estas formas de subsunción de las disposiciones femeninas a los objetivos patronales, reproducen la división social del trabajo por sexos y por ende las prácticas patronales de segregación laboral y discriminación salarial.  



[i] Revisar el siguiente enlace: https://www.ilo.org/infostories/es-ES/Stories/Employment/barriers-women#intro

[ii] Dossier de Estadísticas Sociales y Económicas:  https://www.udape.gob.bo/

[iii] Cuando nos referimos a la industrialización de los servicios tomamos como referencia a Albarracin, Daniel (2003) “La sociedad salarial de servicios a debate: Ciclo del capital, estructura social y subjetividad obrera quien también toma algunas reflexiones de Mandel” en Cuadernos de relaciones laborales, año 21, No 2, pp. 43 – 66; para explicar que la forma de servicios no se contrapone a la de productos atribuida a la industria, mas al contrario la “formación del servicio no sustituye a  la  forma  producto  en  la  misma.  Incluso puede promoverla. Este sería el caso, por ejemplo, de los servicios de entretenimiento o atención de salud personal que suponen, sea por caso, la producción de bienes de producción de maquinaria especializada de corte industrial (por ejemplo, la producción de las infraestructuras de un parque de atracciones, la fabricación de instrumental médico, etcétera...).  En definitiva, se produce una industrialización del servicio y una terciarización de la industria (pp. 196)

[iv] Castro, Luis (2020) “Resistencia de las obreras fluctuantes en los servicios de limpieza hospitalaria en Bolivia”, en Palermo, H. y Capogrosi, L., Tratado Latinoamericano de Antropología del trabajo. Buenos Aires: CEIL-CONICET  y CLACSO.

[v]  Ídem.

[vi] Extracto de notas de campo sobre el trabajo de limpieza en un Hospital de Cochabamba 2018 – 2019.

[vii] Kosik, Karel (1990) Dialéctica de lo concreto. Mexico D.F.: Editorial Grijalbo.

[viii] Aillon, Tania (1997) “Alienación y relaciones de género: las determinaciones comunes de clase y de género”, en Revista Escarmenar, No 2, año 1997, La Paz, plural

[ix] Foucault, Michael (1975) Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

[x] Marx, Karl (1971) El capital, libro 1, capítulo VI (inédito). Buenos Aires: Ediciones Signos

[xi] Una "anatomía política", que es igualmente una "mecánica del poder", está naciendo; define cómo se puede hacer presa en el cuerpo de los demás, no simplemente para que ellos hagan lo que se desea, sino para que operen como se quiere, con las técnicas, según la rapidez y la eficacia que se determina (Foucault, 1975)

[xii] Ídem.

[xiii] La fachada, está referida a la parte de la actuación del individuo que funciona regularmente de un modo general y prefijado, a fin de definir la situación con respecto a aquellos que observan dicha actuación. En Gofman, E. (2004) La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu Editores, pp. 33 -34. La fachada de se conforma de medios, una apariencia y modales. 

[xiv] Ídem.

[xv] Trabajamos la naturalización en los términos que define Gramsci como naturalización de la dominación. Burawoy,  M. (2006) O marxismo contra Bourideu. Sao Paulo: UNICAMP

[xvi] (Extracto  de entrevista a una trabajadora de una empresa municipal)

[xvii] Marx, Karl (1971) El capital, libro 1, capítulo VI (inédito). Buenos Aires: Ediciones Signos

[xviii] (extracto de entrevista a trabajadora de vivero municipal).

[xix] Si bien hay obreras que ven el trabajo como satisfactorio; desde hace años hay una demanda  de solución a las afecciones físicas del trabajo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario