Tania Aillon Gómez
“Soy amigo de los pobres y los afligidos y enemigo del poder de los opresores” (General LUDD, cit. Thompson, p.601).
La formación de la clase obrera en Inglaterra |
A
través de sus más de 900 páginas, E.P. Thompson nos conduce, de forma magistral,
por los distintos caminos que transitó la formación de la de la clase obrera en
Inglaterra. Caminos que empiezan en el horizonte lejano del metodismo con sus
distintas vertientes, y que siguen por la tradición de las antiguas Trade
Unions o Sociedades de Socorro Mutuo, continuando por el tortuoso sendero del
movimiento ludita, para luego pasar por la experiencia del ownismo. Un largo
recorrido, pletórico de luchas, unas veces enmarcadas dentro de las leyes constitucionales
del “ancien régime” inglés, otras veces, abocadas a la acción directa, con
masivas huelgas, motines, manifestaciones, destrucción de maquinaria e incluso
el asesinato de los opresores. Una lucha
de la que brota una experiencia, que, de forma, las más de las veces contradictoria,
irá configurando la conciencia de la clase obrera, a partir de la
identificación de sus intereses contrapuestos, no solo a los intereses de los patrones;
sino también, a los de una clase media oscilante e inconsecuente.
Plantearse realizar una reseña de este
trabajo de E.P. Thompson rebasa con mucho, nuestras posibilidades, no solo por
su riqueza empírica, sino por las distintas aristas de reflexión a las que nos
invita. Sin embargo, modestamente, queremos proponer una reseña, acerca de su análisis
sobre uno de los senderos por los que transitó la formación de la clase obrera
en Inglaterra, el del movimiento ludita. Por una parte, la forma en que sitúa
Thompson, el surgimiento, desarrollo y contenido de este movimiento, abre un
horizonte metodológico que ilustra las limitaciones de la perspectiva
estructuralista y economicista, para comprender los procesos históricos, lo que
nos conduce a reflexionar sobre la mirada simplista, que muchas veces, se tiene
acerca del carácter y el significado del movimiento ludita; por otra parte, un repaso a las características de la lucha de
los luditas contra la introducción de
máquinas durante la primera revolución tecnológica, por sus consecuencias
funestas sobre las condiciones de vida de los trabajadores, nos remite a un problema que aparece como de
mucha actualidad, pero que en realidad, recorre toda la historia del capitalismo(
aunque ahora alcanza niveles deletéreos), el de la creciente desocupación y
aumento de la sobreexplotación relativa, a medida que avanza la automatización.
Una situación, que como dice Noble (2016), hace de las consecuencias
contemporáneas del desarrollo tecnológico dentro del capitalismo, una tarea
necesaria, para todo aquel que se dedica a los estudios del trabajo o que busca
comprender la gran paradoja de nuestra era, entre el aumento sin precedentes de
las posibilidades productivas de riqueza social y el crecimiento inusitado de una
sobrepoblación relativa a nivel mundial, que vive continuamente la
incertidumbre de acceder a un empleo, en la mayoría de los casos precario,
para poder reproducir su vida y la de su entorno familiar. Situación histórica
que ilustra la contradicción señalada por el materialismo histórico, entre el
alto desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de
producción.
1. EL MOVIMIENTO LUDITA COMO
PARTE DE LA “CULTURA OBRERA OPACA”
Esta
clandestinidad pudo sostenerse en base a una nueva solidaridad obrera, una
solidaridad que, como nos dice el autor, “no solo era con, sino también, contra”,
en un ambiente político plagado de espías y de informantes enviados por los
magistrados. Es en la resistencia a esta penetración de espías e informantes
que la clase obrera opondrá una “cultura opaca”, una tradición secreta,
matizada de romanticismo con leyendas de armas enterradas en paramos ocultos
del amplio espacio rural inglés, de juramentos nocturnos, de transito por los
espacios, con santo y señas, de legendarios lideres como el propio General Ludd[ii], del que se supone tomó
su nombre el movimiento ludita. Tradición obrera, que desde la época de las
Trade Unions secretas, nos dice Thompson, no estaba exenta de violencia,
dirigida a esquiroles, a malos patrones y a artesanos que trabajaban por menos
dinero del fijado por las Unions; a ellos se vigilaba y se les podía lanzar con
ladrillos a través de la ventana o asaltarlos en la noche en algún camino o
lanzar pólvora sobre sus talleres.
Thompson
ubica el ludismo como extensión de esta tradición clandestina y violenta de las
viejas Unions; es decir, como parte de la lucha obrera, por el reconocimiento a
su derecho a organizarse en defensa de sus propios intereses. En este sentido, se puede decir, que el
movimiento ludita, como parte de la tradición “opaca” de la clase obrera, fue
eficiente, porque aportó al reconocimiento legal del sindicalismo y el derecho
a huelgas, en la medida en que la persistencia de la clandestinidad y de la
violencia ocasional, favoreció los argumentos, para la revocación de las leyes
contra la asociación (Combination Acts). En 1825, parte de los magistrados,
entre los más notables Place, sostuvieron que fueron las leyes contra la
asociación las que indujeron a la población obrera a infringir y no respetar la
ley.
2. EL CONTEXTO INDUSTRIAL DEL
MOVIMIENTO LUDITA
E.
P. Thompson no por criticar las versiones economicistas del marxismo deja de
ser materialista, al contrario, a lo largo de toda su exposición, con notoria
maestría entrelaza la interpretación y la explicación de los procesos
analizados, recurriendo unas veces, a la documentación historiográfica y otras
a la descripción de las condiciones socioeconómicas, como dimensión
explicativa. La emergencia del movimiento
ludita, desde esta perspectiva, tiene como una de sus condiciones, la situación
de la industria en Inglaterra, situación que explica su base social, formada
principalmente, por los tundidores de lana del sur de Lancashire o a los
tejedores de punto. Los tundidores, trabajadores a domicilio, con una amplia
tradición artesana, que con la introducción de la rebotadera mecánica[iii], para el acabado de los paños de lana, sufrían el deterioro de su posición
social y económica. Un sector de la clase obrera caracterizado por su rebeldía
e independencia; con salarios relativamente altos; conciencia política y diversiones
alegres, nos comentará Thompson; artesanos que se fueron haciendo conscientes de que su posición se tornaba más
insegura, debido a la introducción de
las máquinas, por lo que se opusieron a la
rebotadera mecánica, con diversos recursos,
desde las amenazas a los comerciantes y fabricantes, que tenían la intención de
maquinizar los procesos productivos, hasta los asaltos a talleres y fábricas, para
destruir las tijeras de tundir.
El
otro grupo de obreros, que se vio amenazado por las trasformaciones
industriales, nos dice E. P. Thompson, fueron los tejedores de punto, cuando las
clausulas sobre el aprendizaje, como condición necesaria, para ejercer un
oficio cayeron en desuso y sus peticiones ante el parlamento, para mantener las
leyes del aprendizaje, que protegían su oficio fueron rechazadas. Entonces, los
patrones se lanzaron a la contratación de trabajadores no cualificados,
abriendo el camino a la formación de un amplio ejercito de reserva, que provocó
el deterioro de la condición laboral de los tejedores de punto, con el auge del
pago a destajo (método con el que se retribuía su fuerza de trabajo por debajo
de su valor).
En
1809 se abolió toda la legislación protectora de la industria lanera que
abarcaba el aprendizaje, la rebotadera mecánica y el número de telares; de esta
forma, estaba bloqueado el camino a cualquier reajuste constitucional que les favoreciera,
tanto a los tejedores de punto, como a los tundidores, y se despejó el camino a
la fábrica; situación en la que los patrones con grandes empresas, se
apresuraron a introducir maquinaria para arruinar a los pequeños negocios. En
estas condiciones de la industria, aparece el ludismo, para los tundidores y
los tejedores de punto; Ned Ludd era el defensor de los antiguos derechos y el
paladín de la constitución perdida, recalca Thompson. Lejos de cualquier
“culturalismo”, para este autor, la situación de la industria en Inglaterra es
una dimensión esencial en la explicación del surgimiento de la base social del
movimiento ludita, de tejedores y tundidores que viven la degradación de su oficio
ante el ímpetu de la revolución industrial.
3. LA ENCRUCIJADA ENTRE
PATERNALISMO Y “LAISSEZ FAIRE” EN LA QUE SURGE EL MOVIMIENTO LUDITA
Para
Thompson el sistema continental de Napoleón y la represalia, que supusieron las
“Orders in Council”, desorganizaron los mercados de productos textiles británicos
hasta estancar a esta industria, al mismo tiempo, las malas cosechas aumentaron
el precio de los productos agrícolas y provisiones a niveles de hambre, pero
esta situación no sirve como explicación del surgimiento del ludismo, solo nos
explica la coyuntura en la que surge, pero no su naturaleza. La explicación de la
naturaleza del ludismo, para este autor, pasa por situarlo en la encrucijada
del paternalismo y el “laissez faire”, que fue parte del proceso de
consolidación del capitalismo industrial. En la coyuntura histórica en que
surge el ludismo, los obreros estaban atrapados entre dos fuegos, el de los
magistrados del antiguo régimen, que podían simpatizar con el famélico tejedor
de medias, que se presentaba de forma plañidera y pasiva, pero no tenía ninguna
simpatía por los comités secretos, las manifestaciones en las calles, las
huelgas y la destrucción de la propiedad. Del otro lado, los obreros se
enfrentaban a los patrones que diariamente contaban con los refuerzos del”
laissez faire” (por una parte, se les oponían los valores del orden y por otra,
la libertad económica), proceso dentro del cual, los oficiales y artesanos se
vieron desposeídos de los derechos constitucionales; convicción bien arraigada
entre ellos. Ned Ludd será; entonces, el
“reparador” o el “gran verdugo”, que defendía con el voto unánime el oficio,
unos derechos afianzados de forma demasiado honda por la “tradición de la ley”,
precisa Thompson.
En
este sentido, otra arista de reflexión propuesta por Thompson, es la de
considerar al movimiento ludita como un proceso de transición, de conflicto,
que por una lado, miraba hacia atrás, hacia la tradición y las antiguas
costumbres, hacia el paternalismo que ya jamás podría revivir , pero por otro
lado, intentaba resucitar antiguos derechos, para establecer nuevos precedentes,
una fase de transición en el momento en que las aguas del sindicalismo , llenas
de confianza en sí mismas y contenidas por las “Combination Acts”, pugnaban por
abrirse camino y convertirse en una presencia manifiesta y abierta. . Como se
aprecia por las demandas que el movimiento ludita incorporó
en su lucha: un salario mínimo legal, el control de la “explotación” de mujeres
y jóvenes, el arbitraje, el compromiso (por parte de los patrones) de encontrar
trabajo para los trabajadores cualificados, que hubieran perdido su trabajo
debido a la introducción de máquinas, la
prohibición de productos de ínfima calidad y el derecho a la organización legal
de las Trade Unions, era un movimiento que miraban hacia adelante, pero también hacia atrás; contenía una imagen definida, no tanto del
retorno a la comunidad paternalista, cuanto más bien, hacia una más
democrática, en la que el crecimiento
industrial estuviera regulado de acuerdo a prioridades éticas y la
búsqueda del beneficio se subordinara a las necesidades humanas. Por esto,
Thompson define a los luditas como algunos de los últimos miembros de los gremios,
y al mismo tiempo, algunos de los primeros en provocar el movimiento a favor de
las 10 horas de jornada laboral. En
ambas direcciones existe una economía política y una moral alternativas al “laissez
faire”, una economía política alternativa frente a uno de los dogmas más
degradantes que habían existido en Inglaterra, el de la competencia más
irresponsable y descontrolada, bajo la cual, generaciones de trabajadores a domicilio
perecieron. No es casual, entonces, hace notar Thompson, que Marx viera en la
aprobación en 1847 de la ley de las 10 horas de jornada laboral, una prueba de
que; por primera vez, en pleno día, la economía política de la clase media
hubiera caído frente a la economía política de la clase obrera.
Pero
más allá de la dimensión económica de la lucha, el movimiento ludita para
Thompson aparece, también, como la resistencia a un cambio cultural profundo en
las formas de vida de la clase trabajadora, a la ruptura de sus costumbres y
tradiciones expresadas en su vida cotidiana. En este mundo que tocaba a su fin
con el advenimiento agresivo de la industria capitalista, el trabajador estaba
orgulloso de su oficio, no solo porque este aumentara su valor en el mercado de
trabajo, sino porque era un artesano, por lo que cualquier práctica que fuera
manifiestamente destructiva del “oficio”, era digna de censura. Estos ideales,
que brotaban de sus formas de vida y de trabajo, tenían una realidad poderosa,
remarca Thompson, la idea de lo que debía ser, a la que apelaban los artesanos,
oficiales y pequeños patrones, que resistían el vendaval de la nueva doctrina
del libre mercado, que significaba también, la disolución de sus
manifestaciones culturales como la fiesta de San Crispín de los zapateros, el
jubileo de las cofradías de Preston o la fiesta del obispo Blaise de los cardadores
de lana.
4. EL MOVIMIENTO LUDITA, ALGO
DISTINTO A UN SINDICALISMO PRIMITIVO.
El
trabajo de Thompson rompe con la visión estereotipada, que califica al movimiento
ludita como un sindicalismo primitivo, a lo largo de su trabajo sobre este
movimiento, Thompson va mostrando todo lo contrario. El carácter del ludismo no
era el de una protesta ciega o el de un motín por alimentos, como los que
tuvieron lugar en Inglaterra. Ni tampoco sirve describir al ludismo como un
sindicalismo primitivo; mas bien, se ve que los hombres que organizaron,
protegieron o disimularon el ludismo, estaban lejos de ser primitivos, ellos eran
perspicaces y alegres, remarca Thompson; junto a los artesanos de Londres,
algunos se encontraban entre los más organizados de las clases trabajadoras. Unos
pocos de ellos habían leído a A. Smith, unos cuantos más se habían puesto a
estudiar las normas de funcionamiento de las Trade Unions de acuerdo a la
información analizada por el autor, los tundidores y los calceteros,
considerados la base social del movimiento ludita, fueron capaces de dirigir
una organización compleja, encargarse de sus finanzas y de su correspondencia;
todos ellos tuvieron tratos, a través de sus representantes, con los
parlamentos. Thompson precisa el perfil de un posible ludita; Heson: autodidacta,
bien informado sobre leyes relativas a la industria y al sindicalismo, escribía
para la prensa radical y social, al que no solo se consideraba ludita, sino;
posiblemente, se le atribuía ser el mismo General Ludd, esto era muy posible,
porque conocía la mayor parte de la historia ludita.
Al margen de los rasgos ilustrados de algunos luditas, la valoración de
Thompson sobre el carácter y contenido
político del movimiento ludita, lo muestra como una manifestación de la cultura
obrera de mayor independencia y complejidad, que cualquiera de las conocidas en
el siglo XVII, que se desarrolló a partir de la cultura de las Trade Unions, de
las sociedades de socorro mutuo, de la ceremonia secreta y el juramento, las
peticiones cuasi legales en el parlamento,
las reuniones de los artesanos en sus
locales de encuentro; movimiento que se entretejió con el conjunto de la
sociedad subalterna en Inglaterra, que
gozaba del respaldo de gran parte de la opinión pública, en la medida que sus
asaltos y ataques iban dirigidos a los grandes empresarios y al sistema de
fábricas, que en los sectores populares despertaban una profunda hostilidad.
Esta simpatía se extendía a cientos de patrones de pequeños talleres que fueron
arruinados por la competencia, quienes estaban de acuerdo con la defensa de una
forma de organización del trabajo, de su independencia y su moralidad. No se
trataba; entonces, de un movimiento aislado y aventurero, sino de un movimiento
integrado en la defensa de las tradiciones de una forma de vida, que se veía
amenazada por las imposiciones del “laissez faire”.
En este contexto, en determinado momento,
el movimiento ludita alcanzó perfiles insurreccionales. Los propios asaltos a
telares mecánicos dieron lugar a preparativos insurreccionales más serios,
Thompson ilustra que uno de los confidentes del gobierno más informados, señalaba que a mediados de julio de 1812, en
el asalto a un telar en Lancashire, grupos de más de 200 luditas entraron en
las casas noche tras noche y se apoderaron de armas; los insurrectos iban
armados con pistolas, cohetes y bengalas, y que por su forma de accionar
revelaban un grado extraordinario de coordinación y organización. Grupos
políticos de painitas y demócratas veían en el movimiento ludita una
oportunidad revolucionaria más general , por lo que cualquier explicación que lo reduzca a un hecho laboral concreto o
que desprecie su trasfondo insurreccional, diciendo que se trataba de unos
pocos exaltados no es satisfactoria; incluso en los distritos donde el ludismo se ajustó en relación a la
consecución en los objetivos de tipo laboral, la conexión entre la destrucción
de telares y la sedición política se daba por supuesta en todas partes, en la
medida en que no solo los tejedores de punto o los tundidores , sino también,
en general, las clases bajas eran cómplices de los luditas, en su lucha contra
los calceteros negociantes, el ejército
y los magistrados, por lo que gentes de oficio de todo tipo se sumaban a las
movilizaciones promovidas por ellos.
Sin
embargo, la gran limitación del movimiento ludita, como precisa Thompson, es
que nunca alcanzó un accionar articulado y coherente a nivel nacional, ellos en
su experiencia no reconocían reunión nacional alguna en la que pudiesen confiar,
ni política nacional de ningún tipo, con la que se pudieran identificar; por lo
tanto, el movimiento ludita; sobre todo, fue fuerte en las comunidades locales
y más coherente cuando realizaba acciones dirigidas a la industria. Las causas
de su derrota están atribuidas por el autor, a la revocación de las “Orders
Council”, la rápida mejora del comercio y la presión de las autoridades, mediante
la penetración de espías, de tropas militares y las ejecuciones de luditas
responsables de asaltos de talleres y fábricas.
Thompson muestra; sin embargo, que los
luditas no desaparecieron con la caída de su movimiento, más bien, ellos
continuaron con la agitación por otros métodos, una agitación por la reforma parlamentaria,
la que se hizo más fuerte, justamente, en los distritos de Inglaterra, donde el
ludismo fue derrotado. Sus miembros se
convirtieron en los líderes más importantes de los Clubes Hamp, asociaciones
ligadas a la tradición de la revolución francesa, donde los asistentes
discutían e intercambiaban informaciones sobre asuntos políticos: estas
asociaciones de ciudadanos son y fueron llamadas clubes políticos, sociedades
populares, sociedades
patrióticas o clubes jacobinos;
los miembros de estas asociaciones, entre otras cosas, debatían sobre
cuestiones político-sociales, comentaban las noticias de actualidad y analizaban los proyectos de ley que se
consideraban en las asambleas legislativas.
COMENTARIOS FINALES
Thompson
con su historia sobre el movimiento ludita en Inglaterra; nos invita a romper
con una mirada simplista y unilateral
sobre el mismo, así nos da una
ilustración magistral del uso del método marxista, para estudiar los procesos sociales, en la
medida en que encuentra el verdadero significado histórico del movimiento
ludita ubicándolo como parte de una totalidad histórica más basta(las
trasformaciones económicas, políticas y
culturales de la revolución industrial), de la que formó parte; pero también,
como el momento de un proceso histórico más largo, de maduración de la
conciencia de la clase obrera, resultado de la experiencia, tanto con métodos
violentos y de acción directa, como con
métodos parlamentarios de lucha por reformas legales. Demostrándonos que
la realidad no es un recorte de periodos definidos, sino que está formada de
procesos en los que se producen modificaciones cuantitativas y cualitativas de las
condiciones de vida, donde lo nuevo y lo viejo se entrelaza de manera
dialéctica.
Desde
una perspectiva metodológica, el trabajo de Thompson es; también, la
ilustración de cómo en el estudio de lo social, las dimensiones explicativas
(el contexto industrial y las leyes contra la organización de los trabajadores),
se combinan con la dimensión comprensiva de lo social, al buscar la naturaleza
del movimiento ludita, en el significado que, para estos hombres y mujeres,
desde su experiencia, tuvo la ruptura de sus tradiciones de vida desmontadas
por el “laissez faire. Sentido moral del
trabajo que solo se fue transformando, para ellos, en la práctica de la lucha y
de la experiencia de la explotación. Se trata de la ruptura con la explicación
“economicista” que atribuye el ludismo al simple juego de causa y efecto de las
“orders in council”, pero; además, con otras perspectivas epistemológicas, como
el neo institucionalismo que explica la realidad social, a partir de la
producción y aplicación de normas y/o con el posestructuralismo que pone en
entredicho, a los sujetos como hacedores de su historia. En Thompson la norma
son objetivaciones de relaciones sociales, de formas de vida, y a medida que
las relaciones sociales van cambiando, se produce la lucha por el cambio de las
normas (la burguesía emergente) o por la persistencia de las antiguas normas,
como en el caso de los artesanos en Inglaterra, que defendían las viejas normas
del trabajo para preservar sus condiciones de vida. Es decir, que la lucha por
las normas aparece como la lucha por el sentido colectivo de sus propias
prácticas; en este caso, como la defensa de las viejas relaciones de dominación
paternalista desde las que habían construido una forma de vida y de comunidad,
una moral de trabajo, que se iba disolviendo a favor del “laissez faire”.
[i] Se promulgaron en 1799 y 1800 ante el auge que el movimiento obrero estaba tomando y declaraban ilegales las Trade Unions,
es decir, las organizaciones obreras o sindicatos. En realidad, estas organizaciones ya
eran ilegales, pero estas leyes simplificaban el procedimiento legal para su
persecución y facilitaban su denuncia a los empresarios; además, posibilitaban
la represión mediante fuerzas públicas, incluido el ejército. La legislación
inglesa seguía el ejemplo de la francesa, que en 1791 había implantado una
similar: la ley Le Chapelier.
Durante los años en que estuvieron vigentes permitieron la persecución
sindical, especialmente de los líderes obreros y propiciaron que los
movimientos contra el maquinismo,
como el ludismo, se
movieran en la clandestinidad. Sin embargo, tampoco se pudieron aplicar con
toda su crudeza por la vastedad que en poco tiempo el movimiento obrero estaba
tomando, se calcula que las detenciones con estas leyes no llegaron a los dos
centenares.
[ii] Se da el nombre
de Ned Ludd a un trabajador británico del condado de Leicestershire, cuya vida se
sitúa en torno al siglo XVIII o XIX, de existencia legendaria y dudosa; pudo
ser un pseudónimo para protegerse de posibles represalias.
[iii] Un aparato
compuesto por dos tijeras o más, acopladas a un bastidor, que se podían pasar
por la superficie del paño, con una simplicidad que permitía prescindir de los
artesanos cualificados para esta tarea.
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